14. Historia De Un Ayer Pt. 4

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Por supuesto que la experimentación empezó como algo sencillo. Muestras de sangre, algunos piquetes, un par de pequeños cortes con anestesia previa para ver el tiempo de reacción del sistema. Cosas sencillas y simples, donde no requería estar en la silla de pruebas más de un par de horas al día, y le proporcionaba una fácil y rápida fuente de ingresos.
Esa rutina le permitió pagar las facturas, y llevar comida a su mesa mientras intentaba regresar a sus estudios en una escuela pública.
Por supuesto que tenía sus sospechas de la veracidad de los estudios destinados a la "Salud", más que nada cuando en una de sus visitas había un grupo militar en las instalaciones, y uno de alto rango le reclamaba a uno de los médicos el no trabajar lo suficientemente rápido. En ese momento Olivia debió haber dado media vuelta para salir de aquel lugar, pero la ganancia monetaria nubló su joven juicio y se quedó. Eso, y la "gran habilidad" de persuasión del chico que la atrajo al laboratorio en primer lugar.

Aproximadamente un par de meses después, ya en la sala de pruebas, le explicaron el que iban a empezar a utilizar diferentes tipos y cantidades de sustancias para ver el factor curativo. Le indicaron que debía vestir una bata que le proporcionaron, y permanecer en la silla de pruebas, narrando el como se sentía después de que la jeringa había pasado por su piel.
Primero fue el ligero hormigueo de siempre, luego un entumecimiento que iba de la punta de sus dedos hasta su hombro, y de ahí al resto del cuerpo. Aquella parálisis le provocó un sentimiento de ansiedad creciente, pero cuando menos se lo esperaba su cuerpo estaba completamente inmóvil, para después dejarla inconsciente.

Al despertar, no sabía si habían sido minutos u horas, tenía la vista emborronada, y la cabeza le daba vueltas. Al irse recuperando, notó la luz en el techo, las sábanas blancas que estaban debajo de ella y las personas viéndola detrás de una pared de vidrio. La habían encerrado en una habitación cuadrada, con solo una cama, una mesilla y un retrete con lavabo detrás de un biombo blanco. Ya con la sangre fluyendo a plena conciencia, notó un dolor punzante desde su mano. Le habían amputado dos dedos, los cuales ahora se regeneraban cada vez más a prisa con su gane de consciencia.
¿Alguna vez has presionado un globo para figurillas para luego dejar fluir el aire nuevamente? Pues era una vista bastante parecida, pero en un muñón rosado y brillante.

Después de eso, todo se fue en picada, la tenían atrapada y no había nadie que fuera a ir por ella. Los experimentos seguían en bucle :  droga, amputación, descanso, comida y repetir.
A veces variaba, le dejaban sin comer o perturbaban su ciclo de sueño por días para después amputar y ver las variables presentadas.
Por supuesto que intentó librarse haciendo uso de su telepatía, pero la mayoría del tiempo la tenían lo suficientemente drogada y cansada para que únicamente pudiera escuchar si mucho pensamientos fugaces de los médicos, eso y que no había logrado un  nivel tan avanzado antes de la desintegración masiva. Un día la terminaron abriendo totalmente, según le explicó el muchacho por quién había ido, habían removido un órgano insignificante, para monitorear si se regeneraba de igual forma, pero ahora de manera interna.
A ella poco le importaba si se regeneraba o no, lo que la frustraba era que todo su proceso como conejillo de indias; iba a terminar siendo utilizada para tácticas militares y no como avances médicos, y que había sido tan tonta como para caer en una trampa así. Pero ¿quién la culparía? Siendo una niña de tan sólo trece años, sin familia y sin dinero, desesperada por sobrevivir.
Así pues, dentro de su celda estaba lista para rendirse a la vida y dejarse morir ahí mismo, o al menos lo hubiera estado, de no ser por la alarma de intrusos sonando como demonio. Las luces se tornaron rojas, y todas las puertas se abrieron. Incluida la de su cubículo.

Con una descarga de esperanza renovada, dejó su catre atrás, y dando tumbos se puso a recorrer los pasillos de aquel lugar. Se guió por los gritos y los disparos, encontrando por fin un área más amplia, donde varios de los guardias peleaban contra un hombre en rojo.
De pronto, mientras veía esa escena en la luz parpadeante, a su izquierda algo explotó, hizo retumbar el piso, el fuego la abrazó y la onda la lanzó hacía la pared contraria. Los oídos le pitaron, y sintió su cabeza flotar, y justo ahí frente a ella, como si de coincidencia divina se tratase,  estaba el muchacho del refugio, en su bata blanca, extendiendo su mano hacia ella en busca de ayuda con una expresión de pavor, mientras su cuerpo se veía atrapado en escombro, únicamente sostenido por un escritorio maltrecho.
Una ola de rabia le inundó el pecho, y lo único que deseaba era mover aquel escritorio para dejar caer completamente el escombro sobre él.
Apenas logró despabilarse un poco, cuando un par de brazos la levantaron del suelo y la cargaron a los hombros, cuando volvió a ver, el muchacho ya no estaba, y el pedazo de concreto besaba el piso.
No tuvo oportunidad de comprobarlo, pues ahora colgaba a la espalda de alguien, con su cuerpo débil y cansado.
Nuevamente quedó inconsciente, al despertar lo primero que notó fueron las sábanas, las paredes y luces blancas. El miedo estuvo a punto de inundar su corazón nuevamente, antes de que sucediera, un ronquido a su lado la sacó del trance, un hombre vistiendo un traje gris y corbata roja se encontraba sentado y dormido en el sillón de visitas junto a la cama, y una enfermera entró a la habitación, sonriendo le amablemente.
Estaba en un hospital, ya no estaba sola en aquella celda de concreto y vidrio, sino en una habitación de hospital común y corriente.
La versión proporcionada, fue que aquel hombre (un abogado) la encontró inconsciente fuera de su despacho, por lo que la llevó al hospital de urgencia al notar su estado.

Ese día fue salvada por Daredevil, y conoció a Matt Murdock. Ese día conoció a su nueva familia.

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Fue así como el demonio de Hell's Kitchen salvó a una niña secuestrada, mientras investigaba un caso de drogas ilícitas, un abogado la encontró, recogió y la tomó bajo su ala.
Escuchó su historia, le proporcionó comida y vestimenta y se aseguró de enseñarle a defenderse en caso necesario.
Ambos habían perdido mucho después del chasquido, por lo cual formaron un vínculo de hermandad un tanto compleja.
Olivia siguió con sus entrenamientos, regresó a la escuela gracias a varios cursos intensivos para estar a la par, se reencontró con Gwen (quién la ayudó enormemente a readaptarse) y logró sobrellevar poco a poco lo sucedido.
Nada la preparó para el regreso de la mitad de la población, para el regreso de su familia. Por lo que hizo lo que creyó era lo mejor, dejarlos vivir su nueva vida.

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   — Así que ahora me dedico a defender a mis compañeras lavando el cerebro de clientes agresivos o molestos, mientras gano dinero en un lugar en el que al menos se que me dará un poco de propinas al finalizar el día.—terminó Olivia— ¿Alguna pregunta?
   — Lamento lo que te sucedió.
   — No lo hagas, fue hace ya tiempo, y estoy conforme con mi vida ahora.

Hubo una pausa antes de que Peter se animara a preguntar.

   — ¿Lo recuperaste? ¿El órgano que te quitaron?
   — No, un día me hice una sonografía para ver y no estaba.
   — ¿Que fue?
   — El apéndice —sonrió ella— no lo extraño mucho.

Peter sonrió.




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