12. El salto

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Abrí de nuevo los ojos. Todo estaba oscuro pero entraban pequeños rayos de luz por una rendija. Me incorporé y me senté en el borde de lo que parecía una cama. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y veía casi igual de bien que si la habitación hubiera estado iluminada.
Me acerqué a la puerta. Intenté abrirla pero no dio resultado.
- No sigas, es inútil - me dijo una voz que provenía de el otro lado de la habitación.
Me giré y vi una silueta. Era un chico y lo conocía.
- Ryan - susurré.
Me acerqué a él. Su mirada era distante y tenía la cara llena de magulladuras.
- ¿Estás bien? - pregunté mientras me temblaba la voz.
Me acerqué a él y me arrodillé a su lado.
- Estoy bien, pero tenemos que centrarnos en salir de aquí.
Nos quedamos en silencio. ¿Qué podía hacer para que abrieran la puerta? Una fugaz idea pasó por mi cabeza. Era una locura pero era lo único que nos podía sacar de aquí, o eso creía.
- Bésame - susurré.
Ryan levantó la cabeza, estaba sorprendido.
- Bésame - repetí, estaba vez con más fuerza.
Él se acercó a mí. Lentamente. Tocó con sus manos mi barbilla alzando, así, mi cabeza. No sabía cómo iba a reaccionar pero era la única idea que se me ocurría.
Comencé a pedir auxilio. Ryan se apartó de mí y abrió mucho los ojos. Mis gritos retumbaban por toda la habitación. Seguro que, sea quien sea, han escuchado algo.
- ¿Qué haces? - preguntó Ryan con un tono áspero.
- Sacarnos de aquí.
Seguí gritando y golpeando la puerta. Ryan me cogió por el brazo y tiró de mí.
- Eres lista, te sigo el juego - me susurró él en el oído.
Su boca presionó la mía con fuerza. Aproveché y seguí gritando. De reojo miré a la pequeña cámara que se encontraba en le esquina de la habitación. Esperaba de que esto sirviera de algo.

La puerta de metal se abrió con fuerza. Ryan me miró y asintió, era la hora de pelear.
En la habitación entraron dos extrañas criaturas. Éstas no mostraban ninguna expresión y sus ojos eran dos cuencas vacías. Sus cuerpos eran negros llenos de pequeñas escamas.
Las criaturas se dirigieron hacia Ryan y éste me hizo la señal de ataque. Mi mano, convertida en un puño, chocó contra una de las cabezas de las criaturas haciendo que lanzara un desagradable grito. Me preparé de nuevo y esta vez alcé mi pierna y la estampé contra la cabeza del ser, éste rebotó contra la pared y calló al suelo. La otra criatura ya estaba en posición de ataque cuando una enorme dentadura acabó en su cuello. La criatura no emitió ningún sonido sólo se desplomó en el suelo junto a la otra. Ryan se acercó a la criatura a la que antes había dejado en el suelo, extendió su mano que ahora terminaba en garras y la clavó en la espalda del ser.
- Nos vamos - indicó mientras se acercaba a la puerta y mirba a los lados.

Salimos de la habitación y comenzamos a recorrer los pasillos .
- ¿Sabes a dónde nos dirigimos? - pregunto entrecortadamente mientras corremos por ese pequeño laberinto.
- Vamos a por los demás.
- ¿Están aquí?
- Según mi instinto sí.
Seguimos corriendo por los pasillos hasta que nos paramos delante de otra puerta de metal. Ryan se sacó una llave de uno de los bolsillos de su pantalón y la introdujo en la cerradura del pomo. La puerta se abrió y entramos en una habitación como la que acabábamos de escapar.
- ¿Ryan? - preguntó una voz desde las sombras.
- Alexander tenemos que salir de aquí cuanto antes.
- ¿Qué pasa? - preguntó el vampiro levantándose cuidadosamente.
- No hay tiempo, tenemos que pensar cómo salir de aquí.
Todos nos quedamos en silencio, esperando a que un milagro ocurra. Y ocurrió. Como si hubiera estado planeado, un estruendo hizo retumbar la habitación y, detrás de una nube grisácea, apareció Sei.
- Vienen de camino, tenemos que irnos - dijo la bruja mientras respiraba rápidamente.
- ¿Quiénes? - preguntó Alexander.
- ¿No has visto a las criaturas? - le pregunté mientras miraba a mi alrededor esperando a que apareciera alguna criatura.
- ¡No! - contestó.
- ¿Podemos centrarnos? - exclamó Sei. - Tenemos que salir de aquí como sea.
- Sei, ¿por dónde has venido? - preguntó Ryan.
- Por el pasillo de la puerta norte, pero sería imposible salir por ahí.
- Nosotros hemos venido por la este y nos queda la oeste o la sur - añadió Ryan.
- Lo más seguro es salir por la sur y, a la vez, lo más arriesgado - dijo Alexander.
Nos miramos, teníamos que salir de alguna forma por muy arriesgado que fuera.
- Entonces vamos a la puerta sur - confirmó Alexander.

Al salir de la habitación no nos encontramos con ninguna criatura. Mientras andábamos podíamos sentir la tensión que teníamos todos, en cualquier momento podríamos estar rodeados.
- Exactamente, ¿qué son esos... bichos? - preguntó Alexander sin dejar de controlar por donde íbamos caminando.
- Son parecidos a personas, es lo máximo que te puedo decir - respondió Sei mientras fruncía ligeramente el ceño.
- Son esos - conseguí decir en un susurro mientras señalaba a las criaturas que iban avanzando hacia nosotros.
- No os mováis, tenemos vía libre hacia la puerta - informó Ryan. - Cuando cuente tres, salimos corriendo.
Hubo un momento de silencio, nosotros estábamos completamente quietos y las criaturas estaban esperando algún movimiento en falso para atacar.
- Uno, dos, ¡TRES!
El grito de Ryan se quedó unos instantes en el aire hasta que comenzamos a correr.
Las criaturas nos perseguían mientras daban gritos e incluso intentaban trepar por las paredes. Mi corazón golpeaba fuertemente en mi pecho, nunca había corrido tan rápido. Giramos varias veces por los interminables pasillos hasta que conseguimos llegar a la puerta.
- ¡Está atascada! - gritaba Alexander a la vez que forcejeaba con la puerta.
- Déjame a mí - dijo Ryan apartando al vampiro.
Él lo intentó con todas sus fuerzas, pero no dio resultado entonces, un recuerdo me vino a la cabeza. Cuando tenía catorce años me quedé atrapada en un cuarto de baño con una puerta muy parecida y la tiré abajo usando una técnica que me enseñó mi padre de pequeña.
- Apártate - le indiqué a Ryan.
Me quedé en frente de la puerta.
- ¡Date prisa! - me gritó Sei al mismo tiempo que lanzaba chispas que electrocutaban a los seres.
Respiré hondo. Cogí impulso inclinando mi cuerpo, levanté la pierna y estiré la rodilla con fuerza. Mi pié chocó contra la superficie de madera y ésta cedió. La había abierto. Comencé a correr y me paré en seco. Estaba al borde de un saliente de una cascada.
- ¡¿Hay que saltar?! - exclamé alzando la voz por encima del estruendo que formaba el agua.
Alexander y Sei me miraron.
- ¿Crees que hay alguna manera de salir que no sea saltando? - me preguntó Sei. - Dijimos que salir por esta puerta es muy arriesgado.
- ¡Saltad! - ordenó Ryan.
Alexander y Sei obedecieron.
- Yo... - comencé a decir
No pude terminar la frase porque Ryan me agarró la mano y saltó. Un grito se escapó de mi garganta y por instinto cerré lo ojos antes de que me sumergiera en el agua.

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Aquí está el siguiente capítulo, siento el retraso y espero que os guste :)

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