Parte 2. El halcón y la paloma

51 5 0
                                    

El Marques Richard von Kruspe, pasaba y repasaba la carta que le había llegado esa mañana, sus ojos azules flameaban como el corazón de una vela, sentado en la silla detrás del escritorio, en el luminoso despacho de su residencia en Paris, las escuetas palabras que venían escritas en el papel, le solicitaban entre otras cosas, volver lo más rápido posible a su hogar, en las lejanas tierras germánicas, ya que su madre estaba muy enferma. En realidad le pedían más, cualquiera que lo conociera o conociera su situación familiar, lo sabría, le pedían volver al pasado, al doloroso pasado que él quiso dejar atrás. Pero junto al desgano, la rabia y la impotencia, que venía en ese papel, le extraño mucho que no hubiera sido su hermana Sonja, quien la hubiese enviado y le intrigaba el remitente, Casandra Von Kruspe, ¿Quién seria ella?.

Richard se levantó de su silla y fue a pararse frente a la ventana, la luz que se filtraba por ella, le daba un extraño resplandor a su tez blanca, se recostó en ella, resaltando lo fornido de sus brazos y su pecho, mientras sus largas pestañas negras ribeteaban sus ojos, que miraban al pasado, hacia las fértiles tierras germanas, donde toda su fammilia residio, por generaciones. Pero apenas recordaba cómo era, después que salió de ahí, jurando jamás volver. Pero si su madre estaba realmente enferma, pensaba... Vencido y a regañadientes, salió del despacho a ordenar a su mayordomo que hiciera su equipaje. Cuando todo estuvo listo, se dispuso a partir, era hora de enfrentarse a los fantasmas del pasado...

Lejos de ahí, Cassandra, se dirigía a la habitación de la Marquesa Olguina, con el té de naranjas, que tanto le gustaba. Ella era una niña tímida, pero muy hermosa, que llego a vivir al castillo Kruspe, con su padre convertido en mayordomo, luego que su madre falleciera. Siendo una nueva vida para ella. Al morir su padre, la Marquesa la convirtió en su dama de compañía, algo impensable para una aldeana, peor aun mestiza. A pesar de los murmullo de desaprobación, Cassandra creció en el castillo, junto a la Vizcondesa Sonja von Tebra, hija adoptiva de la casa. Quien a modo de burla, hizo que fuera conocída como 'Cassandra von Kruspe' .

Olguina, que recostada en su cama, sobre grandes almohadones, tenía a su lado a Sonja von Tebra, rubia y altiva. Vio como Cassandra, entraba con el servicio de té y lo escancio para ambas, la Vizcondesa, agradeció con un movimiento de cabeza, jamás le dirigía la palabra. Cassandra se sentó en una esquina, mientras ellas conversaban, su vista vago por la habitación y reparo en un retrato, siempre su mirada terminaba en él, el de Richard, un hombre de rostro hermoso, con unos intensos ojos azules, le gustaba contemplar su gallada imagen, cuando nadie la veía, se preguntó si algún día conocería su sonrisa, pues la imagen tenía un gesto serio y le parecía que él se veía tan triste.

Sonja la miraba de reojo, en su típica actitud de mustia, odiaba que tuviera un lugar junto a ella, cuando era solo una sirvienta. Sabía que ella estaba mirando el retrato de Richard, al parecer la mustia, se había enamorado de su imagen, deseaba decirle que él jamás la tomaría ni como amante, porque, aunque estuviera vestida con encaje y sedas, no dejaba de ser una igualada. 

Olguina bebía su té despacio, pero hacia mucho que ella ya no sabía deleitarse con sabores, se imaginó que era el preludio de la insensibilidad eterna, Cassandra ignorante de ello, se la vivía sirviéndole sus platillos favoritos, su inocente niña se negaba a ver lo inevitable. Mientras bebía, observaba a sus hijas, Cassandra que tenía la educación de una joven noble, la belleza de su madre y la laboriosidad de su padre. A pesar de todo ello, su sangre gitana, despertaba el desprecio entre los nobles y aldeanos por igual. Mientras Sonja, también hermosa, pero con la distinción de un título y la malicia de sus padres, algo que muy en el fondo, sabía que a ambas, todo eso les traería mucho dolor. Se sentía terrible, sabía que todos sus hijos, pasarían por grandes pruebas, y ella no estaría más ahí para ayudarles. Cassandra buscaba su lugar, en un mundo que la rechazaba, Sonja iba por la vida con el orgullo malentendido de su estirpe, mientras su hijo desdeñaba sus derechos y deberes. Entonces, planeaba un último esfuerzo, antes de partir.

Du riechst so gutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora