Parte 7. Mascaras

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Esa noche, lo mas granado de la nobleza, se había dado cita en el palacio Martius. El Duque Zelig había hecho acto de presencia y recibia a los invitados que no paraban de llegar, junto a una esplendida Laetitia, que esa noche llevaba un rico vestido en pedrería color rosa, con sus cabellos coronados por flores de duraznos y una mascara de tisú, se veía despampanante. Mientras ella se dedicaba a la recepción de invitados. Yvaine, Marlene y Cassandra, se paseaban por la recepción, esperando que Laetitia se les uniera. Fueron a descansar a un saloncito apartado. Donde Yvaine, quien llevaba un vestido en lame dorado color naranja, con azahares trenzados en su cabello y una mascara en el mismo tono, se dejaba caer desparramada en el primer canapé que encontraba y arrojaba sus zapatillas a un rincon. En tanto Marlene que usaba un vestido en tonos ocres y una delicada corona de pequeñas flores amarillas, alisaba su falda frente a un enorme espejo dorado. Belle, que lucia el atuendo de un paje, emulando a un comodin de barajas, llevaba un embozo que solo dejaba ver sus ojos y sus cabellos estaban cubiertos por un sombrero color canela.

– ¡Yvaine! Que te dije de cuidar tu temperamento, hermanita. Entro diciendo Laetitia, al ver sus zapatos tirados, haciéndolas saltar todas.

– Si, si... ¡compórtate y abúrrete como una ostra! Suspiró Yvaine. Ya lo se, siempre es lo mismo.

La menor corrió a colocarse sus zapatos y Laetitia suspiro cansada, no por el comportamiento de su hermana, sino que esa noche, su compromiso se hacia más real. Sin mencionar, que a pesar del trato que este le daba y el decoro que pretendía mostrarle, no dejaba de mirarla con ojos encendidos como los de una bestia en celo, algo que la aterraba. Y no quería estar allí, ni cerca de él. La chica tomó su falda en un elegante movimiento, e hizo una reverencia graciosa, a la vez que decía socarronamente.

– ¿Cómo ha ido la recepción de invitados? Pregunto Marlene.

– Como debe de ser. Todo salió muy bien, mi vestido fue muy elogiado Marlene, sonrio Laetitia hacia su amiga.

– No hay nada que no te siente bien, dijo esta sonriente y humilde.

– Ya te lo he dicho Marlene, eres digna de una corte, dijo Cassandra, las otras dos asintieron silenciosamente.

La aludida les agradeció con la mirada el cumplido. Ibn a seguir conversando, cuando la puerta volvió a abrirse, interrumpiéndolas, una extraña mujer entró al saloncito donde ellas se habían refugiado. Era de estatura media, con el cabello azabache y mirada escudriñadora. Llevaba un vestido de gasas en color purpura y se adornaba el cabello con una corona de hiedras. Se acercó al trío con una sonrisa fria.

– Disculpen. Sonrió aun mas artificialmente. Para luego salir sin mas.

Aunque el encuentro fue breve, dicha mujer les despertó a todas, una extraña inquietud. Tanta que Laetitia, manifestó su deseo de salir al balcón y respirar aire fresco, las demás decidieron acompañarla antes de volver al salon.

Mientras se desarrolaba el baile, Sonja hacia su entrada junto a un aburrido Richard. Ella había engalanado sus cabellos con una corona de flores de fina plata batida y su vestido relucía con hilos del mismo material. Él, solo se había puesto un antifaz de terciopelo, como todos los varones reunidos y la reglamentaria flor en la solapa. Parecía distante de todo cuanto lo rodeaba. En su mente unos ojos color chocolate, giraban sin parar.

El anfitrion iba a iniciar el baile junto a su prometida... Pero, Laetitia no estaba por ningún lado. Cuando ya casi el Duque en persona, salía a buscarla, ella entraba agitada desde el jardin, seguida por sus acompañantes. De nada le valieron las excusas en voz baja que ella pretendía dar. Zelig, tranquilamente, pero con fuerza, la tomo de la mano y la condujo hacia la pista, comenzó a bailar con ella, ante la risa y el aplauso de la concurrencia. La chica, pareció resignarse y siguiéndole el paso, puso toda su gracia en la danza.

Du riechst so gutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora