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¦Se mueven a su alrededor hasta hacerla llorar, y no me gusta. –Aurora
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Nadie sospecha de una niña hasta incendia la casa con preocupación y lágrimas. Aurora era creativa, pero no tenía un alma segura era humo en un lugar con mucho viento. Estaba descalza, había pasado su hora de dormir hace 5 minutos, pero tenía algo que hacer.
Su madre le gustaba guardar las herramientas en su cuarto almacén. Tenía cosas interesantes, pero prefirió sólo tomar un maso, pesado y largo, sus diminutas manos no podían cargarlo, así que solo lo arrastró hasta llegar al salón de la cúpula, donde su amiga estaba.
La parte que tocaba el suelo la cúpula tenía hielo, aunque había calentones electrónicos no podían hacer que que disminuyera el frío. Ya llevaba un par de semanas que nadie visitaba a su amiga de la cúpula, pero cada vez que pasaba le dolía. A su corta edad entendió que la lluvia era parte de ella y cada vez que llovía ahí dentro era porque estaba llorando.
—Hola—dice como puede cargando el mazo. Su amiga giro su cabeza para verla con el ceño fruncido.
Con sus pocas fuerzas trata de levantar el mazo para romper la cúpula, sin embargo el mazo fue demasiado pesado y le ganó el peso cayéndose a un lado. Eso asusto a su amiga.
—Estoy bien... —volvió a intentarlo y ahora si logro romper un poco el cristal, pero no logro penetrarlo lo suficiente como para poder liberar a su amiga.
El mazo cayó al suelo y rompió un pedazo de los escritos de piedra. Al a par los vidrios en el suelo y la misma Aurora tratando de no caer pisa los vidrios llegando a cortarse.
La niña estaba batallando para no llorar. Su amiga se recarga manteniéndose de rodillas en el vidrio para verla, estaba preocupada.
—Sé que te duele, pero tienes que hacerlo de nuevo, Aurora—le pide viéndola. Aurora la ve con los ojos rojos.
—Hablas...
—Concéntrate, Aurora. Solo uno más, uno más y lo podré romper sola...
—No puedo... —dice Aurora viendo el suelo con sangre. —... Duele.
—Lo sé, lo sé... Solo un golpe más, Aurora—le pedía mientras escuchaban los pasos desesperados en el pasillo.
Aurora le temblaban los pies, no podía volver a cargar el mazo con sus pies heridos, le dolía mucho. Llorando trata otra vez para ser detenida por las manos de un hombre detrás de ella. La niña, confundida ve hacia arriba, era un hombre delgado, alto... Su mirada era intimidante ante lo pequeña que era ella.
