Cap. 5 Un camino sin salida

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«Más cuerdo es, el que acepta su propia locura»

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«Más cuerdo es, el que acepta su propia locura».
Edgar Allan Poe.

Bessie Markness

De niña pensaba que cuando creciera todo iba a ser más fácil. Que no me ignorarían, que mis decisiones serían tomadas en cuenta, que tendría voz para cambiar el mundo a uno mejor. Pero fueron solo pensamientos tontos. No cambié nada. Ahora ni siquiera tengo una voz para exigir u ordenar.

Sin embargo, cuando crecí, nada fue como yo esperaba. Quizás tuve responsabilidades y el derecho a decidir por cuenta propia, pero siempre estuve bajo la sombra de mis padres. Nunca pude dar un paso sin que ellos supieran a dónde iba o qué hacía. Al final, Agnis tuvo cierta razón cuando dijo que parecía un ave atrapada en una jaula. Lo peor era que no parecía, sino que era un ave atrapada.

Debí soñar menos y dormir más. Debí apegarme más a las reglas y no intentar romperlas. Debí ser más como mis padres querían que fuera y no como yo quería ser. Sí, quizás debí hacerlo, pero personalmente no me arrepiento de no haberlo hecho.

Estoy segura de que Dareck me habría dado con la escoba si me escuchase hablar de esta manera. Él, a pesar de ser un sin vergüenza y un narcisista, fue... mi único amigo. Estuvo conmigo en las buenas y en las malas, sobre todo, en las malas. Incluso estuvo a punto de jugarse la cabeza por mí.

Él cumplía cada una de mis órdenes por muy retorcidas que fueran. Nunca me juzgó. Fue la primera persona que me aceptó tal cual era. Dareck aceptó mis demonios y se hizo amigo de ellos. Sin embargo, hubo otra persona que también lo hizo, pero optó por traicionarme.

Y si nos ponemos a pensar, nos damos cuenta de que la vida es misteriosamente rara e incluso algunas veces es indescifrable.

Dareck se hizo amigo de mis demonios.

Agnis bailó con ellos y los enamoró para luego traicionarlos.

Zahir logró aceptarlos, pero prefirió evadirlos porque prefería mi versión buena.

Klein no quiso opinar al respecto, se reservó lo que pensaba y sentía.

Ninguno me juzgó. O al menos yo no sentí que lo hicieran.

Al lugar donde pertenezco después de la muerte es el infierno, sin embargo, Dareck creía que aún tenía salvación. Él prefería embarrarse las manos de sangre para que yo no cargase con ese peso y pudiese librar mi alma del pecado, aunque sea un poco.

Éramos dos focos fundidos, no obstante, él consideraba que mi oscuridad era debido a que mi foco simplemente estaba apagado, que podía encenderse de nuevo y relumbrar.

EL CORAZÓN DE LA EMPERATRIZ © [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora