Prólogo

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Diciembre de 2010

El cielo amenazaba con una fuerte tormenta, nubes negras y unos fuertes relámpagos resonaban en la ciudad de Portland, el sol había desaparecido como por arte de magia.

-¿No estás harto de estar dibujando tonterías?-balbuceó con irritación una chica viendo los dibujos que su hermano había hecho.

Cada uno en un nuevo escenario reflejando claramente las ideas que tenía en mente. Una sonrisa poco grasienta apareció en su cara; deteniendo su obra de arte giró su cabeza en dirección a la chica.

-¿Y tú no deberías estar haciendo los deberes?-le espetó el chico sonriéndole a ella. Se giró de nuevo admirando su pintura, las delicadas líneas negras y con la técnica de sombreado bien aplicada adornaban el fino lienzo.

-Estás muy obsesionado con eso ¿no crees?-señaló el cuadro y su hermano no le contestó-, mejor me voy, te dejaré solo con tus rarezas-le dijo de ultimo y éste le ignoró igual.-...Por cierto...-asomó la chica la cabeza por el umbral. El chico rodo los ojos hacia la obra de arte frente a él-, ya está lista la comida-él asintió sin mirarla.

Por alguna razón el tampoco entendía el porqué de su obsesión ¿Por qué era una obsesión, no? En su décimo tercer cumpleaños algo había cambiado en él; comenzó por ser apartado del resto del mundo incluso de su familia, le gustaba estar solo, admirando la luna llena cuando había o vagando en el bosque. Incluso un nuevo talento apareció permitiendo que su cuarto se llenase de esplendidas maravillas selladas en lienzo.







Él estaría festejando su décimo sexto cumpleaños. No quería nada en especial como siempre, no era un chico que le agradasen las fiestas o algo por el estilo pero debía soportarlo por su familia. Su madre había preparado un delicioso banquete.

El olor de una tarta recién horneada, panqueques, una exquisita pasta y una reunión familiar lo acompañaban.

El chirriante ruido de las cucharas y platos chocar era lo único que permanecía hasta que su madre irrumpió el silencio.

-Felicidades hijo-sonrió brevemente acompañado de su esposo quien alzó su copa de vino.

-Feliz cumpleaños-dijo el padre-. Salud-los demás lo acompañaron levantando sus copas igualmente.

-Deberías sonreír más hermanito-se burló su hermana golpeando el hombre del chico.

Él sonrió forzadamente pero realmente no sentía felicidad, sintió su latido acelerarse cada vez más.

-¿Puedo...puedo...retirarme?-sus manos temblaron. Dejó los cubiertos sobre la mesa sintiéndose mareado.

-¿Te encuentras bien, hijo?-preguntó su madre preocupada.

Se levantó y caminó hacia él tocando su frente para confirmar que tuviera fiebre.

-Estás hirviendo...-se aceleró la madre. Él le apartó su mano.

-Estoy bien...-su voz era cansada y ronca-. ¿Puedo retirarme?-volvió a preguntar.

-Creo que debería tomar un baño, así le bajará-recomendó su padre.

Él chico asintió.

-Yo prepararé algo de té-saltó la madre directo hacia la cocina poniendo la tetera con agua en la estufa.


El chico sentía un hormigueo en su piel, se dio una ducha creyendo que eso aliviaría lo que sentía pero el dolor en su cabeza aumentaba cada segundo que pasaba, se apretó las sienes intentando controlarlo pero parecía casi imposible.

Con el agua chorreando de su cuerpo, salió débilmente del cuarto de baño sosteniéndose apenas del umbral, su respiración se volvía dificultosa.

La madre llegó con una taza de té, ayudó a su hijo a recostarse en la cama pero él lo impidió.

-Te he dicho que estoy bien-masculló malhumorado-. Solo necesito...descansar...

-Hijo...

-Por favor... ¿puedes retirarte?-sonó menos como una petición.

-Está bien.

La luna escabullida entre las nubes oscuras iba apareciendo para alumbrar el lugar. Él se metió a la cama después de cerrar las cortinas de la habitación, su presión era acelerada y sentía adrenalina correr por su torrente sanguíneo. Intentando conciliar el sueño, su cuerpo estaba cubierto de sudor, faltaba poco para que la luna por fin se mostrase entera destellando en el cielo, él gemía de dolor y su furia corría a través de su mente...miró sus manos temblar, asomó la cabeza en el espejo entero pegado a la puerta, se miró y con asombro notó los cambiantes ojos amarillos que tenía...su cuerpo vibraba con una nueva sensación, entonces miró hacia la ventana, corrió hacia ella y quitando la tela para dejar a la vista la resplandeciente constelación, dio un grito gutural, los arboles crujían en medio de la noche, volvió a tocarse la cabeza, apretándosela fuertemente para hacer que todo desapareciera, para creer que solo era una pesadilla...una pesadilla de la cual despertaría; pero no acabaría...era solo el comienzo, la luna brilló a todo el lugar y sin querer de la boca del chico había salido un aullido inesperado acompañado de otros cientos más, ya no estaba más de pies, la parte extraña de esa noche fue encontrarse en cuatro patas, su reflejo en el espejo lo dejó atónito a partir de ese día todo cambiaría, todo sería diferente.

FULL MOON {Raura/Rydellington}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora