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Todo el grupo salió del lugar en conjunto. Habían propuesto ir por ahí ya que la música los estaba aturdiendo. Caminaron por las calles en la oscura noche, acercándose al centro de la ciudad. El antro estaba algo alejado de ahí, ubicado en los comienzos de los suburbios, donde solo entraban quienes lo conocían.

Luego de andar por un buen rato, llegaron a un paseo lleno de múltiples tiendas y puestos, ya cerrados por ser altas horas de la madrugada. Se colaron trepando la pequeña reja que tapaba la entrada, dándose una mano entre todos para que nadie quede fuera. San fue el último en entrar luego de ayudar a Wooyoung, levantándolo desde la cintura.

Corrieron por los pasillos llenos de adrenalina, riendo fuertemente. De un momento a otro, Yunho golpeó el brazo de Mingi y gritó "¡Las traes!", dando comienzo a un juego infantil que provocó que todos intenten escapar, evitando perderlo.


Soyeon era la nueva atrapadora y apuró su paso hacia el castaño que estaba frente a ella. Entre carcajadas, cada vez estaba más cerca, él se quedó quieto aceptando que no podría ganar.

Previo a que pueda tocarlo, Choi lo cogió de la muñeca y trotó rápidamente con él por otro corredor, alejándose de todos los demás. Frenaron luego de unos metros cuando ya no oían a nadie. El pelinegro lo tomó de los costados y sus miradas se cruzaron intensamente mientras regulaban sus respiraciones, hasta que el más pequeño no pudo seguir sosteniéndola.

El mayor se hizo a un lado, aproximándose a una pequeña máquina expendedora de dulces. Antes que Wooyoung reaccione, dio un golpe firme con su codo, cubierto por la chaqueta, en el cristal generando un estallido y que varios fragmentos caigan al piso. El castaño abrió la boca soltando un jadeo de sorpresa, pero en cuanto San se acercó a él ofreciéndole una bolsa de gomitas con esa sonrisa de hoyuelos, solo pudo echarse a reír.

— Estás loco. —afirmó una vez pudo controlarse un poco, tomando el presente.

— Todos lo estamos aquí. —respondió el azabache encogiéndose de hombros sin borrar el gesto, para luego guiñarle un ojo.

El menor mordió su labio, notaba como en su estómago se sacudían cosas. Pero no eran las tan cliché mariposas, no, eso que sentía eran ratas con patines que hacían de su interior la más extensa pista. Con cada toque y nueva palabra que intercambiaban caía un poco más profundo en esa droga que estaba conociendo, Choi San.

No mucho tiempo después, los otros llegaron ruidosamente, y carcajearon al ver el desastre. Sin embargo, cogieron todo lo que pudieron con sus manos, discutiendo por quién se quedaba cada cosa. Wooyoung y el pelinegro se miraron divertidos.


— ¡¿Quién está ahí?! ¡Llamaré a la policía!

El grito de un hombre adulto los interrumpió logrando que todos frenen lo que estaban haciendo y se vean entre ellos. No contaban con que el lugar tendría a alguien de seguridad.

Corrieron dispersándose por diferentes lados. San y el menor, por su parte, encontraron unas escaleras y subieron por estas, pasando por una puerta pesada luego y, finalmente, llegaron a una terraza en lo alto del edificio.

Desde ahí podían ver las estrellas nocturnas, aquellas que se mostraban a través de la contaminación lumínica, además de la calle y el movimiento de una patrulla que venía a inspeccionar la zona.

Se sentaron en el piso, uno al lado del otro, esperando para poder salir de nuevo.

— ¿Tus padres saben dónde estás? —cuestionó el mayor, iniciando una conversación.

— Mi mamá cree que estoy durmiendo en casa de Hongjoong. —negó— No tengo padre.

— Lo suponía. —Choi lo observó y sus ojos tenían un reflejo melancólico— Yo no tengo familia.

Under the Influence - SanWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora