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Una vez.

Bastó con una única vez para caer. Sus investigaciones en internet estuvieron en lo cierto sobre el poder de adicción de aquella nueva droga en la que se había introducido, y en ese punto ni siquiera se molestó en negarlo o intentar contenerse.

Las sensaciones que había experimentado fueron tan satisfactorias y lo llevaron a un plano desconocido donde reinaba la paz, sin preocupaciones, que simplemente todo su ser le exigió que volviera a hacerlo.

Desconocía cómo se veía por fuera al momento de consumirla, pero lo que podía asegurar es que la calma y el éxtasis era tal que nada más importaba.

Las semanas continuaron pasando sin pausa ni compasión y el grupo de amigos se vio cada vez más inmerso en el empleo de esos despiadados polvos níveos. Si bien la mayoría ya solía inyectarse previamente, ante la escasez de cocaína en la ciudad, poco a poco fueron cayendo más profundamente en lo hipnótico de sus efectos. Cuando quisieron darse cuenta, quienes aún no tenían una dependencia total hacia la sustancia, ahora se desesperaban por poder probarla todos los días y harían lo que fuera por conseguir dinero para costearla. Wooyoung estaba incluido, aunque él no había experimentado la abstinencia de su falta, todavía.

Por supuesto que todo lo placentero que les otorgaba la droga se iba haciendo incesantemente más limitado con el paso del tiempo, sus cuerpos ya se habían acostumbrado a esta, pidiendo más y más para poder complacer su necesidad. Las dosis diarias consumidas iban en aumento cuando el efectivo lo permitía. Podrían pasar tal vez unas seis u ocho horas, a veces más, antes de que la ansiedad por consumir los ataque. Sin embargo eran personas funcionales, se veían capaces de cumplir con sus obligaciones siempre y cuando haya pasado el subidón.

Como cada cosa tiene consecuencias, en este caso no agradables, sus físicos comenzaban a mostrar los primeros signos de adicción. Bolsas oscuras debajo de sus ojos eran lo más llamativo debido al descanso inadecuado y la palidez creciente de sus rostros que las resaltaban. Algunos habían perdido peso considerablemente, ya que algo tan básico como alimentarse era una acción fácilmente olvidable. El más notorio en esto último era Wooyoung, sus mejillas se ahuecaban cada vez más y su ya delgado torso ahora dejaba ver una esbozo de sus costillas.

No eran tontos, cada uno de ellos notaba los efectos negativos en sus respectivos amigos, pero no era algo de importancia en ese momento.

Las visitas del de mechas a su hogar redujeron ampliamente, su felicidad estaba en otro lado, pero aún así intentaba dormir allí dos o tres veces a la semana para que su madre no lo reporte como desaparecido.

Incluso la actividad sexual de la pareja se había visto afectada, pues por alguna razón que desconocían su libido iba y venía en los últimos días, aunque de todas formas disfrutaban como el primer día el pasar tiempo juntos y simplemente estar en compañía del otro. Seguían siendo su lugar seguro.


Un nuevo día había llegado, y con este otra visita a la estación central donde San trabajaba. Ya conocía el camino a recorrer desde el metro de memoria, siendo incontables las ocasiones que había estado allí para ese entonces. El ambiente ahí dentro continuaba igual, plagado de yonkis con aspectos deplorables que realizaban favores sexuales a cambio de un poco de dinero.

Contrario a lo que creía, la apariencia de Wooyoung cada vez se asemejaba más a la de esas personas.

Esa mañana su madre le había dejado unos cuantos billetes correspondientes a su mesada y no dudó en compartirlos con su novio luego de saludarlo con un beso cariñoso. No hizo falta verbalizar en qué podrían gastarlos, pues ambos sabían lo que querían.

Under the Influence - SanWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora