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Agitado, nervioso, frenético pero a la vez flotando.

Así se sentía Wooyoung en aquel momento que iba de camino a la estación central con unos pocos bocadillos que consiguió de su casa para compartirlos con sus amigos. La delgadez ya era mucho más notoria en todos y comenzaba a preocuparlo. Él mismo estaba intentando alimentarse más, aunque solo podía ingerir pequeñas cantidades en los momentos en que no sufría del mono* o estaba viajando.

Su mandíbula se mostraba cada vez más afilada, así como las ojeras se hacían más profundas y oscuras. El bello tono de piel acanelado del que siempre se sintió orgulloso ya no brillaba como antes y empezaba a verse pálido. Su cabello definitivamente necesitaba un retoque, aquellas mechas rubias que lo adornaban ahora no eran más que simples líneas amarillentas en la mitad de su pelo.

Con suerte recordaba bañarse, la sensación del agua corriendo por su piel no era algo agradable cuando estaba bajo la influencia de la sustancia, por lo que lo atrasaba hasta que se sintiera cómodo. De todas formas tampoco tenían mucha intimidad con San.


Ahora ya poseía su propio equipo para pincharse que armó con las cosas de su hogar, incluyendo una jeringa de las tantas que poseía su madre por su trabajo de enfermera, y lo cargaba consigo en una pequeña bolsa de tela a todos lados.

El dinero comenzaba a escasear, su mesada ya no era suficiente para satisfacer su necesidad de la droga, además de que no dudaba en compartirla con San cuando a este le faltaba. En ese momento le urgía una dosis y ansiaba con todo su ser que su novio tenga algo para darle.

Una vez hubo llegado al sector donde se ubicaban los metemanos, se dirigió hacia el pelinegro que se hallaba ahí parado a la espera de un nuevo cliente. En cuanto estuvo a su lado lo saludó con un eufórico beso y repartió la comida entre sus amigos que rondaban cerca.

— ¿Tienes una dosis para mí? —consultó el menor con el corazón acelerado.

— No voy a darte nada. —Choi respondió duramente, intentando proteger dentro de sus posibilidades al castaño de que siga hundiéndose a pasos agigantados.

La mirada de Wooyoung se afiló y un repentino enojo lo abrasó. — No me jodas. —bufó y lo apuntó con un dedo— Tienes las pupilas como la cabeza de un alfiler, no me vengas a decir lo que tengo que hacer ahora.

— Al menos yo puedo mantenerme limpio, Wooyoung. —afirmó alejándole la mano.

— ¡Lo quieres todo para ti! Idiota.

Jung pasó ambas manos por su rostro fuertemente y dio un par de vueltas sin distanciarse demasiado para intentar calmarse. Se sentía frustrado, lo necesitaba y su cuerpo se lo estaba haciendo saber. Él también lo quería, deseaba escapar de la realidad y estar en su propia burbuja de paz.


Sintiendo que podría ponerse a llorar en ese preciso instante, volvió junto a San y enrolló cariñosamente sus brazos por el cuello de este para luego buscar sus ojos, queriendo transmitirle su desesperación.

— Tengo tanto derecho a volar como tú. —habló esta vez con la voz suave que lo caracterizaba y ponía de rodillas al mayor.

El pecho del moreno se oprimía por verlo de esa forma, no podía soportarlo. Haría lo que fuera para que se sienta bien, incluso si eso terminaba afectándolos. — Solo un pinchazo. —cedió, evitando su mirada.

Se abrazaron por unos instantes pero Choi se separó antes de lo que hubiese deseado, ganándose una mirada intrigada y afligida de parte del menor.

— Ese tipo que me está mirando es un cliente, está loco por mí. —explicó, logrando solo que los iris del de mechas irradien angustia— Ese dinero irá para tu dosis, bebé, no tengo nada.

Under the Influence - SanWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora