Aprieto mis labios
Y tu nombre se escapa entre mis dientes
Como palomas furtivas
En busca de la paz infinita.
Cierro mis ojos
Y hasta en el interior de los párpados
Te llevo tatuado,
Para no olvidar cada detalle
De tu rostro sin tacha.
Amaso mis brazos
Simulando un cariño que tan lejos
Me profesa ambigüedades,
Que amantes me llevarían sin pudor alguno.
Cubro mis oídos
Y, sin embargo, escucho tu voz
Como un eco latente en mi mente
Que repercute en las cavernas profundas
De un álma tácita y sombría.
No recuerdo la localización exacta
De nuestros corazones cuando
Establecieron su química
Unas veces órganico, otras, inorgánica.
No recuerdo el momento preciso
En que nuestras pupilas destellaron
Por el deseo profundo,
Por la ebullición de la sangre,
Por la atracción de la carne,
Por la unión del alma.
No recuerdo lo que, con vacilación,
Mis cuerdas vocales proclamaban
Esa tarde veraniega
En que te pensé tendida en la arena.
Pero quisiera saber
Qué piensas cada vez que lees mis cartas,
Cada vez que un poema efusivo
Se escapa de mis almohadas
Para morir en tus fronteras.
Quisiera ser tu descontrol
En el ascensor de la ira,
Tus oyuelos en la inmensidad de un cielo nublado,
Tu andar altanero y misterioso,
Tu lápiz,
Tu papel,
Tu camisa,
Ese perfume que usas cada tarde,
El agua que roza tus labios,
La fruta que se derrite en el paladar de las palabras,
Tus dudas,
Tus lágrimas,
Tu cuerpo,
Tu alma...
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