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— Pensé que ya estabas en Nueva York.

Emilio levantó la mirada y estuvo a punto de atragantarse.

Joaquín llevaba un traje de baño diminuto que dejaba al descubierto sus fabulosas piernas y ni hablar de su trasero, el pecho descubierto y en la cabeza unas gafas de sol oscuras que le atrapaban sus cabellos rizados largos.

Incluso a esa distancia le llegaba su olor a omega.

Le molestó que aún pudiera ponerlo tan nervioso, pero la noche anterior había dejado claro cómo estaban las cosas entre ellos.

Por supuesto, el sexo nunca había sido un problema: el problema había sido que Joaquín no quería creer que él era lo más importante en su vida.

Lo que más le dolía era que no le hubiera dado una oportunidad de solucionarlo. En cuánto los medios de comunicación supieron que habían terminado su relación empezaron a publicar cosas que no eran ciertas y que habían dificultado aún más una posible reconciliación... Pero mirándolo ahora le costaba recordar los problemas tenían.

Joaquín era el omega más hermoso y más deseable que había visto en toda su vida.

Pero siguió desayunando cómo sino pasara nada. Era eso ó hacer alguna estupidez cómo levantarse para tomarlo entre sus brazos y besarlo hasta que los dos se quedaran sin aliento.

— Pensé que ya estarías en Manhattan — insistió Joaquín.

Suspirando, Emilio levantó su taza.

— Siento decepcionarte, pero pienso hacer gran parte del trabajo aquí.

— Ah — murmuró Joaquín, sirviéndose una taza de café.

— ¿Vas a la playa?

¿Porqué tenía que estar tan sexy por la mañana?, se preguntó.

Pero Joaquín siempre había sido así, le gustaba estar guapo y presentable a todas horas. Y a él le gustaba despertarlo, borrar las sombras del sueño de sus ojos mientras le hacía el amor...

— Sí, eso pensaba hacer. Pero antes voy a nadar un poco en la piscina — contestó Joaquín, tomando un sorbo de café —. Sigues haciendo un café estupendo.

Emilio sonrió mientras se levantaba de la silla.

— Y no es lo único que hago bien.

Joaquín tragó saliva, con el corazón acelerado cuándo Emilio se acercó, un alfa determinado y peligroso. Y pensó lo mismo que había pensado el día que lo conoció: el alfa Emilio Marcos sería capaz de excitar a cualquiera.

«Concéntrate, Joaquín, concéntrate. Tienes que recuperar el control».

— ¿Te ha llamado ya María Gutiérrez?

— ¿Porqué debería llamarme?

Joaquín se encogió de hombros.

— Ha salido una fotografía nuestra en la portada de la revista People.

Emilio se giró para mirarlo después de dejar su taza en el fregadero.

— Si, supongo que eso podría ser un problema.

— ¿Entonces porqué me besaste en la carpa?

— Porque quería hacerlo.

Sus palabras no contenían la menor disculpa y Joaquín sintió que se le encogía el estómago. Estaba cómo hipnotizado por sus ojos, esos extraordinarios ojos cafés que podían dejar a cualquier omega sin aliento.

Still Mine // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora