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— Veo que sigues aquí.

Joaquín apretó los labios antes de darse la vuelta. Emilio había dicho que iba a ver el partido de polo, de modo que no lo había esperado tan pronto.

Pero al menos había tenido tiempo de vestirse y empezar a preparar la cena.

— Ya te dije que pensaba quedarme. Me merezco unas vacaciones, de modo que puedes hacer 2 cosas.

Emilio alzó una de sus cejas incrédulo.

— Ah si, ¿que cosas?

— Puedes llamar a la policía para que me detengan, lo cuál sería de gran interés para la prensa, ó puedes dejar que me quede.

Emilio estuvo a punto de reírse en su cara. ¿Hablaba enserio? Antes de que pudiera decir algo Joaquín continuó hablando.

— Ésta casa es lo bastante grande cómo para que podamos compartirla.

Joaquín estudió su expresión para intentar averiguar cuál de las 2 opciones prefería.

— La segunda provocaría tantas habladurías cómo la primera — dijo Emilio.

En eso tenía razón. Desde que le dió las gracias públicamente cuándo recibió el Oscar, las revistas insistían en la posibilidad de una reconciliación y los paparazzi los perseguían, decididos a descubrir si los rumores eran ciertos.

Es por eso que a su representante se le había ocurrido la brillante idea de hacer las cosas aún más interesantes incluyendo a Andrés.

— Estoy seguro de que María lo entenderá — dijo Joaquín, irónico.

Por supuesto, no lo entendería, pero le importaba un bledo.

María Gutiérrez llevaba años detrás de Emilio y no había perdido el tiempo al saber que estaba libre.

— ¿Y Andrés qué? — le preguntó Emilio —. ¿Es una pareja comprensiva?

Sabía que quería intimidarlo con esa mirada ardiente, pero a Joaquín no le hizo gracia la punzada de deseo que provocó. Ni los recuerdos que evocaba. En resumen, Emilio Marcos podía hacerlo sentir cómo ningún otro alfa.

— Debe ser algo serio si tienes que pensártelo tanto — habló con tono serio.

Joaquín parpadeó al darse cuenta de que esperaba una respuesta mientras él estaba pensando que Emilio aún podía dejarlo sin respiración.

— Sí, Andrés es muy comprensivo — dijo por fin.

Dejaría que Emilio se preguntase qué decía eso sobre la seriedad de su relación.

Aunque no había tal relación.

Joaquín se volvió para mirar los panecillos que había metido en el horno y por el rabillo del ojo, vió que Emilio tragaba saliva.

Siempre le había gustado cómo le quedaban los pantalones y al inclinarse para abrir la puerta del horno, le ofrecía una panorámica perfecta.

Sonrió al notar que contenía el aliento. Pobrecito, pensó, aún no había visto nada.

— Si decido dejar que te quedes — dijo Emilio —. Entonces, tendremos que establecer ciertas reglas.

Joaquín se dió la vuelta, levantando una ceja.

— ¿Qué tipo de reglas?

— Andrés no es bienvenido aquí.

Emilio soltó firmemente. Muy bien, Joaquín no tenía la menor intención de invitarlo.

Still Mine // Adaptación Emiliaco OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora