20. Welcome home

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Ya habían pasado seis meses desde que Jiang Cheng había regresado al muelle de loto y parecía que los días se le habían hecho más largos, aunque intentaba seguir con la rutina de líder para que nadie se diera cuenta de su ansiedad. Tal vez debería sentirse completamente dichoso con la compañía de sus hijos, pero había heredado cierto aire de insatisfacción amorosa de su propia madre y no podía evitar pensar en la promesa de cierto alfa.

—...terminé de escribir los documentos que me pidió, padre — dijo Zhaoyu interrumpiendo los pensamientos de Jiang Cheng.

Ambos estaban en la sala del loto y Jiang Cheng ni siquiera se tomó la molestia de revisar en detalle el trabajo de su hijo. Después de estar controlando a diario su progreso, se dio cuenta que el muchacho no cometía ningún error y que era realmente un prodigio cuando se trataba de memorizar textos, escribir largos tratados y analizar situaciones que necesitaban solución inmediata. Jiang Cheng estaba seguro que todo eso lo había heredado de Lan Xichen, pero no lo decía en voz alta. Jiang Xiang, en cambio, era una niña sumamente distraída que se quedaba dormida ante cualquier tipo de lectura, pero no se cambiaba por nadie cuando tenía que ir al muelle a nadar, pescar o entrenar con los otros discípulos. En cierto sentido, los mellizos se complementaban, uno usaba más su mente y la otra era diestra para toda actividad práctica. El loto se sintió contento por ambos ya que su secta vería buenos días en el futuro cuando ambos asumieran el liderazgo, pues él no tenía preferencia por ninguno y adoraba en exceso a los dos por igual.

— Todo es correcto — dijo Jiang Cheng con una sonrisa conforme y se puso de pie — Si tus abuelos pudieran ver todo lo que puedes hacer a esta edad, sin duda serías un orgullo para ellos — afirmó.

"En especial para mi padre" pensó en silencio. Tal vez Zhaoyu hubiera sido el hijo que Jiang Fengmian siempre deseo, alguien que, a diferencia de Jiang Cheng, era casi perfecto.

Jiang Zhaoyu sonrió levemente y bajo la cabeza — Me alegra poder ayudar en estos asuntos. Si no hay más que necesite mi atención, me pregunto si puedo retirarme a la biblioteca — solicitó el muchacho.

Jiang Cheng había tenido que ampliar la pequeña biblioteca que tenía para que Zhaoyu pudiera continuar sus estudios. Además, Lan Qiren le enviaba libros y tratados nuevos cada semana, algo que al principio molestó a Jiang Cheng, pero luego agradeció al ver que su hijo pasaba largas horas devorando extensas lecturas.

— Puedes retirarte — dijo Jiang Cheng dando su consentimiento para que Zhaoyu ocupara el resto de su tiempo haciendo lo que más disfrutaba.

A veces extrañaba a Wen Qing y la manera en la que lograba entender tanto a Zhaoyu como a Xiang. Tal vez ella había pasado más tiempo con los mellizos y por eso los entendía mejor, pero ya no era parte de sus vidas por decisión propia y él tenía que respetar sus deseos. Después de todo, la mujer había dado más de una década de su vida como gratitud a Jiang Cheng y él apenas pudo agradecerle dándole la vida cómoda y pacífica que merecía.

Ahora, como si realmente necesitara darle un orden a su vida, sintió el deseo de compartir sus días con alguien. Nunca se imaginó descansando la cabeza en el hombro de un confidente hasta que Lan Xichen reavivó esas esperanzas. Lo peor que podían darle a un ser carente de amor era el deseo de ser amado. El jade había hecho bien su trabajo pues, a pesar del rechazo inicial del loto, no dejó de presionarlo hasta provocar que varios sentimientos volvieran a aflorar en él. Y sentir de esa forma, para alguien como Jiang Cheng, era tortuoso.

"¿Por qué no está enviando ni una de esas sus odiosas cartas?"

**********

— ¡Líder, uno de nuestros discípulos trajo noticias desde la frontera! — anunció uno de los sirvientes más leales a la casa Jiang.

Jiang Cheng, que en ese momento se encontraba entrando a Jiang Xiang en el arte de la espada, se detuvo, pero la curiosidad de su hija era mucho más efusiva que la de él.

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