7. Resignation

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Jiang Cheng apenas pudo conciliar el sueño esa noche. Dormitó porque su cuerpo se lo exigía, pero parecía estar poseído por una frenética fiebre a causa de su conciencia. Acababa de entregar su cuerpo a un Lan después de haber jurado, al menos una decena de veces, nunca tener relación alguna con los miembros de esa familia. Sin embargo, aunque su palabra consigo mismo ahora valía menos que sus propias cenizas, no se arrepentía de haber estado a merced de Lan Xichen. Ambos cuerpos descansaban uno al lado del otro, tendidos entre sábanas húmedas y el olor a sexo llenaba tanto el aire de esa habitación que no había como escapar de esa realidad. Además, esta vez, Jiang Cheng no podría obrar de la misma forma en la que lo hizo tantos años atrás. No tenía más escapatoria que resignarse a lo inevitable.

— ¿Hay algo que perturba tu mente? — preguntó el jade ladeando lentamente el rostro para ver el perfil de Jiang Cheng, quien permanecía con los ojos cerrados.

¿Cuánto tiempo habían pasado en esa habitación? Tal vez había perdido la noción del tiempo mientras dormitaba. Su mente se llenaba de recuerdos que a veces le parecían irreales. No se dio cuenta de que empezaba a amanecer y de que el jade había percibido su fuerte respiración. Jiang Cheng aún no quería abrir los ojos, aún deseaba permanecer detrás del halo de lo desconocido, asó que giró su cuerpo de costado, dándole así la espalda a Lan Xichen. Sin embargo, éste no estaba dispuesto a ser ignorado y también miró su cuerpo en la misma dirección que Jiang Cheng para envolverlo con sus brazos y pegarlo a su cuerpo. No estaba dispuesto a aceptar la indiferencia del omega y mucho menos su arrepentimiento. A esas alturas de su vida ya no le quedaba nada más que lo hiciera sentir tan vivo como lo hacía Jiang Cheng. Si tenía que aferrarse a algo, no sería a su familia ni a su secta, como en el pasado, sino a la única persona que la vida se encargó de alejar una y otra vez.

Jiang Cheng, por su parte, sintió el abrazo de Lan Xichen como una condena; una que estaba dispuesto a aceptar. De tal forma, no se alejó del cuerpo que ahora lo reclamaba, aunque no hubieran formado un lazo físico...hace mucho que Jiang Cheng había dejado que Lan Xichen lo marcara de una forma más determinante.

Cuando llegó la hora de dejar la cama, Lan Xichen no presionó de ninguna forma a Jiang Cheng. Dejó que éste se aseara y se vistiera en privado, para que no se sintiera incómodo por toda la escena que había quedado como producto de la noche anterior. De hecho, el jade hizo los arreglos para que nadie fuera a limpiar la habitación hasta que ellos dejaran por completo la posada. Dejó una muy buena propina y no lamentó la cara de sorpresa que puso la dueña del lugar tras notar que el distintivo de los Lan ya no estaba en su lugar. Su cinta había quedado en manos de Jiang Cheng y nunca se la pediría de regreso.

— ¿Qué te gustaría desayunar? — fueron las primeras palabras que el jade le dirigió a Jiang Cheng cuando dejaron la posada.

— Debemos ir a ver al médico — dijo Jiang Cheng evitando a toda cosa el contacto visual con el jade.

Ambos lucían sus túnicas de forma impecable, pero no eran los mismos cultivadores que habían llegado a esa ciudad, aunque solo ellos pudieran notar la diferencia. Al caminar juntos, lado a lado, eran admirados por el porte y la belleza que poseían. Después de todo, a parte de Lan Wangji y Wei Wuxian, no siempre se veía un par de cultivadores tan elegantes y no era para menos, pues a diferencia de los primeros, ellos eran los líderes de poderosas sectas y muchos habían escuchado, al menos una vez en sus vidas, sus nombres.

Lan Xichen no contradijo a Jiang Cheng. En realidad había usado la excusa de la visita al médico para librarse de Wei Wuxian, pero ahora no podía retractarse de sus palabras. Siguió los pasos del loto hasta una propiedad amurallada que se veía muy lujosa. Sí, era la residencia de un médico muy conocido en la región, y ambos fueron recibidos con los máximos honores.

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