8. Uninvited

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16 años atrás...

Apenas había pasado una semana desde el sitio a los túmulos funerarios. Wei Wuxian había sido consumido por el mismo cultivo demoniaco que usó en contra de todas las sectas aliadas. El mundo de la cultivación estaba en caos momentáneo, pues muchos líderes de otras sectas aún querían el amuleto del Tigre Estigio de Wei Wuxian...o los fragmentos que quedaron de él. Sin embargo, al parecer, el amuleto también se había esfumado con su propietario, aunque de una forma mucho más sospechosa.

Jiang Cheng regresó a Yunmeng Jiang bastante cansado, pues no había dormido ni una noche después del sitio. Enloqueció momentáneamente buscando cualquier rastro de Wei Wuxian, sin encontrarlo, y sus discípulos prácticamente tuvieron que obligarlo a regresar a casa para que pudiera recomponerse.

Durmió un día entero y cuando despertó no quiso pensar en nada más que regresar a su búsqueda, pues no era el único. Lan Wangji también había empezado una búsqueda sin descanso, oponiéndose a los la secta Lan, a quienes también enfrentó en los túmulos funerarios para que dejaran de atacar a Wei Wuxian.

— Mi señor... — un discípulo de confianza entró a su habitación mientras Jiang Cheng terminaba de vestirse.

— ¿Qué pasa? — preguntó automáticamente.

— Llegó algo para usted...

— ¿Una carta?

El discípulo tenía una mirada nerviosa y no sabía cómo ordenar sus palabras — Sí, hay una carta...pero viene con algo más.

Jiang Cheng frunció el entrecejo y extendió el brazo para recibir la carta.

"La última rosa del jardín maldito ahora es tuya. Cuídala o destrúyela". Era un mensaje anónimo.

Jiang Cheng se apresuró a seguir al discípulo hasta uno de los puertos privados, por donde había llegado la barca solitaria, movida por un sello pegado en la parte exterior. Los discípulos esperaban expectantes a que Jiang Cheng develara el misterio de esa barca. Él subió a bordo y abrió la puerta del único cubículo. Lo que vio en el interior lo dejó sin aliento y una expresión dolorosa reemplazó su asombro: era Wen Qing.

La chica estaba totalmente inconsciente y su aspecto era la de un cadáver. De hecho, Jiang Cheng pensó que ella estaba realmente muerta hasta que encontró un pulso muy débil en su cuello. La joven estaba a punto de cruzar el umbral, así que él se desprendió de su túnica exterior y la envolvió en ella, teniendo el cuidado de tapar su rostro para que ninguno de los discípulos la viera. Inmediatamente, salió de la barca con Wen Qing en brazos, aunque ella pesaba prácticamente nada.

Los discípulos empezaron a murmurar asombrados.

— ¡Silencio! — gritó Jiang Cheng — Préndanle fuego a esta barca de inmediato y no quiero escuchar ni una palabra de lo que han visto aquí. Si alguien se atreve a decir una sola cosa, perderá la lengua — advirtió y todos los discípulos asintieron en el acto.

Jiang Cheng llevó a Wen Qing a la parte más segura de Yunmeng Jiang, un lugar al que solo él tenía acceso. La acomodó en una habitación que él mismo ocupaba de vez en cuando y llamó a una vieja sirvienta ciega para que lavara las heridas de la chica y para que la cambiara de ropa. Al mismo tiempo, mandó a llamar al médico más cercano a la familia y éste no tardó ni una hora en llegar. Fue el único, además de Jiang Cheng, que vio a Wen Qing y que la examinó detenidamente.

— No voy a darle esperanzas, líder Jiang — dijo el médico — No sé quién es esta señorita, pero la han torturado con crueldad. Su cuerpo está lleno de cortes y quemaduras. Es posible que no pase de esta noche...

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