14. I need you

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Lan Xichen salió de la habitación de Jiang Cheng sin decir una palabra. El loto esperaba cualquier reacción, pero a cambio tuvo...nada. El jade se puso de pie, se tambaleó un poco hasta llegar a la puerta y la abrió con cuidado para luego perderse en un largo pasillo. Jiang Cheng no lo siguió, se dio cuenta que él también estaba temblando y se sentía contrariado por la expresión indescifrable en el rostro de Lan Xichen. Muchas preguntas cruzaron la mente del loto y en todas ellas se confirmaba la posibilidad de que él y el jade se alejaran por completo. No lo culparía si lo odiaba por haberle borrado la memoria y por haberle ocultado la existencia de sus hijos durante tantos años, pero no se arrepentía de nada. De no haber obrado de esa manera, ¿qué podría haber esperado? Lan Xichen se habría llevado a sus hijos a la secta Lan y Jin Guangyao lo habría tenido como un enemigo jurado. Jiang Cheng se hubiera visto imposibilitado de luchar tanto por su secta como por sus hijos al mismo tiempo, y ni qué decir de Jin Ling, pues también lo habría perdido a él.

Jiang Cheng se sentó al borde de su cama sintiéndose miserable. No importaba cuanto tiempo pasara, Lan Xichen seguía haciéndolo sentir como ese tonto adolescente con un amor imposible. A pesar de haber dormido juntos un par de veces, no intercambiaron más que contacto físico, no había sentimientos reales entre ellos y quizá era eso lo que más le frustraba. Después de todo, nunca podría sentir lo que seria ser amado por alguien como el primer jade.

Lan Xichen, mientras tanto, caminó sin rumbo como un autómata hasta detenerse frente a la habitación en la que se encontraba el altar de la familia de Jiang Cheng. A unos mentros de donde estaba parado el jade, pudo sentir el aroma el incienso quemándose y reconoció los nombres escritos en las placas conmemorativas. Los padres de Jiang Cheng habían muerto cuando él era todavía demasiado joven para asumir el contol de una secta tan grande y, de hecho, destruida. Jiang Yanli había muerto no mucho después, dejando a su hermano como el único descendiente vivo de los Jiang. ¿Dónde estuvo entonces él? Lan Xichen siempre fue un espectador de balcón de todo lo que acontecía en la secta Yunmeng Jiang, nunca se involucró realmente, no hasta que Lan Wangji decidió ir a buscar rastros de Wei Wuxian a Yunmeng Jiang.

Incluso cuando ellos fueron al encuentro del loto en esa ocasión, fue Jiang Cheng quien se atrevió a más de lo que el jade alguna vez tuvo valor de hacer. Crió solo a sus hijos y reconstruyó su secta en el mismo tiempo en el que Lan Xichen asistía a banquetes y a caserias nocturnas para apoyar con su presencia a Jin Guangyao.

Tras pensar en todo ello, Lan Xichen volvió por el mismo pasillo que lo llevó hasta ese lugar y llegó nuevamente a la habitación de Jiang Cheng. Se detuvo frente a la puerte y tocó suavemente. En el interior, Jiang Cheng, todavía lamentándose de su propia suerte, levantó la mirada y enarcó las cejas. No estaba de humor para ver a nadie en ese momento.

— ¡Fuera! Lo que sea, lo resolveré mañana — dijo esperando a que se retiraran.

Del otro lado de la puerte volvió a escucharse un suave golpeteo. Jiang Cheng se puso de pie y avanzó molesto hasta la puerta. Quien fuera que no entendiera sus palabras tendría que entender a la mala, pero se detuvo en cuanto abrió la puerta y reconoció el rostro del jade. Lan Xichen tenía el rostro empapado, pues había estado caminando bajo la lluvia sin darse cuenta de ello mientras estaba sumido en sus pensamientos.

— ¿Qué...? — antes de que el loto pudiera terminar de preguntar, el jade tomó la iniciativa y tomó a Jiang Cheng del rostro para hundir sus labios entre los ajenos.

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Hace 17 años...

— ¿Viste a Lan Xichen? — preguntó Lan Qiren cuando Jin Guangyao llegó a la secta de los Jin. Uno de los discípulos de confianza había hecho un comentario casual del encuentro con el jade.

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