CAPITULO 1

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ΩErrhanteΩ

El príncipe Piscis, de cabellos oscuros como el ébano y ojos de noche sin estrellas, portaba su traje mangas largas azúl marino, sus botas de tacón acuñado y una capa que, sostenida por botones de oro a sus hombros, caía por su espalda recta asemejando en sus colores desde el celeste del cielo hasta el profundo mar azúl. Se escuchaba su andar nervioso por su habitación. Todo en ese atuendo era nuevo y debía acostumbrarse a usarlo para verse lo mejor posible al portarlo.

Se detuvo con frustración, tomó una pila de libros que estaban sobre su mesa de noche y los colocó en su cabeza. De ese modo debía normalizar su respiración y mejorar su postura al mismo tiempo. Mo siempre le había dicho lo raras que eran sus maneras de calmar su ansiedad.

Un golpe al vidrio le hizo pegar un brinco y darse la vuelta. Cómo era de esperarse tras llamarlo con la mente, Mo estaba ya cerrando la puerta que impedía el paso del agua de la tubería. 

Errhante, como se le llamaba al castillo submarino dónde vivía, fue diseñado para poder dejar entrar a las demás criaturas con las que se entablaran tratados de paz. Así que, en este caso, había un cuadrado de cristal de metro y medio de ancho y largo, con una escotilla para abrirse, conectado a una tubería gigante que salía hacia el mar. Mo solo tenía que nadar a través del tubo y tocar para que Piscis abriera la escotilla, no antes sin cerrar una puerta hermética en la tubería. 

La piel morena, pero opaca, el cabello rizado en trenzas y la cola de tiburón no podían confundirse. 

—¿Qué pasa?—inquirió el príncipe.

Mo se recostó en el borde del cristal, suspirando con una sonrisa en los labios.

—Vine a verte, majestad.

—Sí, claro—recogió los libros, colocándolos en su lugar—¿No piensas vestirte mejor para la ceremonia?

La cara del tiburón cambió, ahora parecía contrariado.

—¿No te contaron? No nos dejarán entrar.

—¿Qué?

—Quién va a querer a un montón de pescados metidos en el salón de coronación, príncipe Piscis.

El príncipe hizo un gesto de desaprobación, estaba impactado. Su reino comprendía todas las profundidades, recibían y daban apoyo, hogar y trabajo a la tribu de tiburones ¿Cómo es que su madre les había negado asistir a su coronación? Era inaudito.

Se quitó y colgó la capa sobre el maniquí de su habitación. Mo se inclinó sobre el borde del estanque para gritarle cuando lo vió salir a paso decidido.

—¡Piscis, no…! ¡Ugh, príncipe!—chilló antes de perder el equilibrio de su parte superior y caer al suelo frío, mojándolo. Se dió una palmada en la cara mirando el techo—. Rey, su hijo se parece a usted… Qué desastre.


ΩIlluminaΩ

El velero surcaba el agua a gran velocidad, inclinándose hacia el líquido con ligereza. Colgado de una cuerda, un muchacho casi en su veintena, en un ángulo que parecía que caería al agua, metía su mano en ella para saber el camino.

—¡Si está tibia, ese es el sendero!—gritó para sí mismo.

El viento le revolvía el cabello amarillento por el sol. Le encantaba aquella sensación de libertad que le brindaba la brisa salada.

—¡Mira esto, Akni, lo vi en una película! 

El muchacho salió corriendo a la proa del velero y saltó justo en la punta, la intención de la maniobra era hacer que el barco girara sobre el eje creado y así cambiar de dirección, pero para su sorpresa, lo único que logró fue levantar la balza y que está cayera de nuevo en su sitio, haciéndolo volar hacia el agua.

—¡Príncipe!

Akni, un tritón de varios siglos ya, salió nadando a toda velocidad para rescatar a su protegido. Cuando lo tuvo agarrado de su espalda le preguntó si estaba bien.

—¡No, Akni, no lo estoy! Se supone que el barco debía voltearse.

—Casi lo logra, mi señor.

—¿En serio? 

Dieciocho años y el príncipe Kyle seguía teniendo ese tono aniñado en su hablar, incluyendo los gallitos que le salen a los varones cuando apenas se están desarrollando. Akni pensaba que no solo la voz del príncipe era infantil, también su mente. 

—Debemos volver al castillo, la ceremonia de coronación será en unas horas. Debe bañarse, recibir la bendición de las sirenas, vestirse y practicar su entrada.

—Ajá—suspiró recostando el rostro en el hombro de su mayordomo acuático.

—Ay, majestad… ¿Qué voy a hacer con usted?

—Ay, Akni, ¿qué voy a hacer conmigo?—se rió.

La piscina interna del castillo que conectaba con todos los surcos de agua de la ciudadela les permitió entrar sin que nadie viera al príncipe caminar por el salón central con los pies descalzos y pantaloncillos. Akni dejó que Kyle se bajara de su espalda y subiera al piso. Dentro del castillo, todos los trabajadores acuáticos podían moverse con libertad en los caminos de agua esculpidos a la altura del suelo.

El tritón iba con solo una parte de la cabeza fuera del agua, su largo cabello negro y mojado ondulaba con su movimiento.

—¿Alguna vez has visto bajo la falda de alguien?—el muchacho se ganó una mirada afilada de su mayordomo—. O sea, es que a esa altura…

—No, majestad, no he visto las enaguas de nadie.

—“Enaguas”—dijo forzando la voz para que sonara igual de grave que la de Akni.

Las puertas de la habitación del príncipe se abrieron con facilidad, Akni solo tuvo que hundirse unos instantes en el agua al llegar a la pared y como por arte de magia, salió al otro lado.

El baño estaba preparado, la tina empotrada en un altar de piedras relucía una montaña de burbujas. 

—Parece que haberme caído de ese bote sirvió, ¡Llegué a tiempo, el agua sigue caliente! 

—Debería agradecerme.

Kyle volteó, dejando su camisa caer a la altura de sus codos. Le dió una sonrisa de tintes poco adecuados al tritón y este rodó los ojos.

—¿Quieres que te bese, viejo?

—Vaya a bañarse, majestad.

El muchacho, sin dejar de acatar la orden, profirió su disgusto al cielo ovalado de su enorme habitación. Se acomodó en la tina y empezó a jugar con la burbujas con el ceño fruncido.

Akni no podía moverse más, el sendero de agua llegaba hasta un punto en específico de la habitación, así que solo podía quedarse allí a esperar a que el príncipe terminara.

—Akni, ¿A cuántos chicos he besado? 

—Siete, majestad. 

—Son poquitos.

El tritón hizo un gesto con los ojos.

—Bueno, yo no diría eso. Apenas hace dos años es que empezó a buscar pareja. Creo que siete en dos años es bastante.

—Ahg, tantos chicos besados, y no me he quedado con ninguno…

Akni decidió ignorarlo. Había perdido el interés en el romance desde el Llanto Eterno, comprendía las frustraciones del príncipe, pero no compartía su desespero.

—Ustedes los jóvenes de ahora solo quieren…—se quedó con la boca abierta al ver la genuina expresión de aflicción del muchacho—. Majestad, pronto vendrá alguien que encaje con usted.

Kyle le mostró su puchero.

—¿Eso crees? 

—Sí, majestad.

[...]
.
.
.
¿Tan corto?
Pues sí, un bocadito nada más para que vayan familiarizándose con estos chiquillos tontos.

Es muy pronto, lo sé, ¡Pero ya quiero saber quiénes son sus favoritos, ay!

¡Nos vemos pronto, mis tesoritos del mar!

Bajo el MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora