CAPÍTULO 11

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ΩIlluminaΩ

Kyle se dejaba vestir igual que Piscis, las sirvientas eran atentas a las indicaciones del sastre, y Escorpio, que había asistido casi en contra de su voluntad para pasarle la corona a su sobrino, estaba parado en la esquina de la habitación con semblante de pocos amigos. Débora por otra parte, rondaba a sus damas para admirar a su hijo, que estaba más reluciente que nunca y no quitaba una sonrisa que jamás le había visto.

—¿Dormiste bien anoche, amor?

—De maravilla, madre—Kyle apretó los labios y bajó la mirada para no reír.

Sus sonrisas no eran más que los miles de chistes internos que tenían entre ellos, sobretodo con la actitud menos estresada y ansiosa de Piscis, y esa sonrisa boba de un orgullo del que nadie sabía el por qué.

No estaban conscientes cuando terminó el festejo, pero ya habían llegado a sus oídos las noticias de que la limpieza había sido completada e incluso los arreglos estaban hechos para la coronación del nuevo rey de Errhante, lamentablemente los tiburones no fueron invitados esta vez a excepción de Mo, que no lo habían visto en todo el día.

Piscis, dentro de su felicidad, ensayaba todo el proceso de coronación una y otra vez hasta que Kyle tuvo que dejar la habitación para ubicarse con sus compañeros. Ahora se sentaría en primera fila, a un costado de la plataforma del trono junto a los demás reyes.

La capa de Piscis, poco más de un metro superior de longitud que la de Kyle, estaba tejida a mano, sin una sola puntada a máquina, con un degradado de azul rey a negro; era de lana, o eso decían, y pesaba alrededor de dos kilos que casi ni se notaban ante la caminata erguida del muchacho.

El príncipe mejor preparado en protocolo y etiqueta, el ganador invicto en cargar libros sobre su cabeza si hubiera una competencia de ello, con la caligrafía más perfecta, la piel más tersa, los cabellos mejor cuidados y la postura más respetable que podría existir.

Su corona, más sobria a diferencia de la de Illumina, estaba incrustada de piedras preciosas de color azul, y a diferencia de picos, era redonda en la parte superior con una cruz sobresaliendo del centro que tenía grabado el escudo de Errhante. La espada del rey tenía la hoja de color ébano con destellos azules en el mango.

La gente de Illumina se volvió ese día parte del mismísimo Errhante, asistieron tantos como el día anterior aunque no se tratara de su amado príncipe, y gritaron y festejaron igual que con él. El pueblo del castillo bajo el mar no pudo subir a presenciar la coronación, estaban destinados a quizás nunca salir de aquellas cuatro paredes. Pero Piscis, a pesar de anhelar a su gente, se sintió en casa por la hospitalidad de los habitantes del castillo flotante.

Su tío quería irse, no iba a ser parte de aquella frivolidad que llevaba el baile luego de la coronación, mientras más rápido regresara al castillo, menos humillado se sentiría.

El primer vals siempre se hacía entre las parejas, los reyes y reinas, los prontos a casarse y los enamorados. Casi podía recitar el artículo de la Ley de la Realeza de memoria, por eso cuando vio a su sobrino sacar de su asiento al rey de Illumina y ponerse a bailar, los pelos de su barba de encresparon. Débora no le daba importancia, pero él sí, todo el que los viera bailar iba a sospechar; el día anterior pudo ser coincidencia, pero ¿También hoy?

Los jóvenes charlaban amenamente entre bamboleos suaves al son de la música instrumental, entretenidos con quién sabe cuáles chistes y se susurraban cosas como si tramaran una revolución para destruir el orden del mundo.

Cerca de la piscina de las sirenas, en el puerto de las góndolas, una princesa de hombros delgados esparcía su vestido por la superficie del muelle y miraba la luna reflejarse sobre el agua del canal que atravesaba Illumina. Había dejado su corona entre sus piernas por una leve migraña que le ocasionaba llevarla tanto rato, el viento revolvía un poco su flequillo, pero no había nada que pudiera importarle menos.

Bajo el MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora