Cap.7

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Los besos subieron de intensidad, las manos de Volkov mapeaban el cuerpo de Horacio efusivamente, se separaban a coger algo de aire pero volvían a la carga devorándose la boca hasta que el comisario comenzó a bajar los besos por su cuello mientras quitaba la parte superior de su vestimenta.

Horacio sacó también la ropa superior del peligrís, tenía su mente en blanco, no pensaba en nada más que en lo que tenía delante, se decía así mismo -déjate llevar- y eso hizo, seguir quitando prenda por prenda mientras los jadeos se agolpaban en su garganta listos para salir con cada toque del ruso.

Ambos desnudos, soltando improperios extasiados, los besos del comisario bajaron por su pecho, jugando con sus pezones mientras sus manos acariciaban sus piernas enredadas en su espalda, siguió bajando dejando lamidas y succiones por su vientre hasta llegar a su miembro, el cual metió en su boca de una vez, sin pensarlo, se había negado así mismo pensar, solo actuar, solo dejar salir todo lo que llevaba dentro desde hacía años, ese chico que le confundió en su dia, que le hizo replantearse toda su vida y sus sentimientos, ahora gemia bajo su tacto y lo iba a disfrutar sin miramientos.

Salivó sus dedos y comenzó metiendo uno despacio en el interior del director quien se aferraba a sus cabellos plateados pasando sus dedos y enredándolos en ellos mientras seguía gimiendo en alto, metió y sacó la falange repetidas veces y llevó su lengua a la zona para humedecerla más y añadir más placer.

-Joder...joder...Viktor...- un escalofrio cruzó por la espalda del mayor quien añadió otro dedo y los movió dentro de él, escuchar su nombre salir de los rojizos labios de Horacio mientras se los mordía después, hizo que sacara abruptamente los dedos de él y se tumbara encima, besándolo con ansia y pasión mientras comenzaba a penetrarlo con prisa.

Las manos del federal se afincaron en la espalda rusa con saña, sus piernas alrededor de su cintura, sus labios unidos y sus lenguas explorando la boca ajena mientras todo el miembro de Volkov entraba en el director.

Un gemido tras otro salió de sus gargantas cuando comenzó a embestir, rápido, con fuerza, haciendo a Horacio gritar de placer cuando su glande chocó insistentemente contra su próstata, más y más placer cada segundo que pasaba, ambos delirando con los ojos cerrados, sus frentes unidas y sus jadeos y gemidos chocando contra sus labios.

-Dios...sigue...- las manos morenas arañando la espalda blanquecina dejando carreteras rojizas que le recordarían por dias al ruso, que tuvo este encuentro soñado por ambos.

-Horacio...- se corrió dentro del director con estocadas precisas mientras mordía su cuello y sentía el caliente semen del de cresta sobre su vientre.

Siguió moviéndose dentro de él hasta que el placer desapareció, acunó su rostro ojeroso y ruborizado con sus manos y lo besó, por largos minutos, despacio, apasionadamente, con dedicación mientras las yemas de los dedos del federal acariciaban su espalda con cariño.

-Yo...te...te quiero...- soltó de repente Horacio, el rostro del comisario palideció aún más, de repente la realidad le despertó y sintió su pecho oprimirse, no sabía qué contestar, se quedó paralizado, aún no esperaba tener esta conversación y el aire comenzó a faltarle.

Se incorporó rápidamente dejando al federal extrañado y confundido, se sentó y lo miró con sus ojos aguados y sabiendo la respuesta que iba a darle, no le dejó decirla, no iba a volver a escuchar un sin fín de excusas sin sentido...no, no podría con otro rechazo.

Cogió su ropa con desespero, las lágrimas pujaban por salir de sus ojos, Volkov lo miraba con el corazón encogido, quería frenarlo, decirle que esperara, que no se fuera, que lo escuchara, que le diera tiempo, pero las palabras no salían, se arremolinaron en su garganta dejando ir a Horacio a medio vestir, sintiéndose la peor persona del mundo, sabía que estaría destrozado, pero él necesitaba un tiempo para aclararse, el impulso de besarse había llevado a ambos a dejarse llevar y ahora estaba seguro de lo que sentía pero tenía miedo de verbalizarlo, no sabía lidiar con sus sentimientos con la situación tan difícil por la que estaban pasando ambos, solamente cogió la camisa que se había dejado el de cresta con las prisas, la llevó a su pecho y dejó sus lágrimas salir sintiendo que había perdido a su sol...- Yo también te quiero Solntse,- dijo, pero ya era tarde...

SI NO TE HUBIERAS IDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora