Capitulo 33.

589 42 12
                                    

Rachel caminó con cuidado, acercándose a White, que estaba allí parado... como esperando algo. Llegó hasta él y le acarició el hocico. 

—Hola muchacho —le dijo de manera tierna —¿Tú eres lo que me estaba esperando?

White meneó la cabeza y resopló en respuesta. Ella sonrió y entonces divisó la nota que colgaba en el bozal del animal. La tomó sin dudarlo.


"Para volver a ver a Finn, tienes que subirte a White y dejar que te lleve... él sabe el camino. Mejor que vayas sola, puedo hacerle algo al 'papacito de telenovela' si vienes acompañada... firma, Teddy."


Sonrió y se guardó la nota en el pequeño bolsillo que tenía su vestido de verano. Se había puesto algo cómodo luego de que Finn se había ido a hablar con Quinn. Y había encontrado entre sus cosas un fresco vestido rosa pálido que en él tenía florcitas de variedades de colores. 

Se subió a White y el corcel blanco comenzó a andar apenas ella se acomodó. Rachel se sorprendió un poco pero lo dejó andar tranquilo. Levantó la cabeza para mirar el cielo. Estaba completamente despejado y las estrellas parecían interminables. Era perfecto. Era una agradable noche de verano. No hacia calor, tampoco frío. No había viento pero si una suave brisa que casi pasaba desapercibida. 

Entonces White comenzó a andar más rápido y a adentrarse en el bosque. Rachel tomó las riendas e intentó detenerlo pero el caballo no lo hizo. ¿Hacia donde la estaba llevando? Comenzó a preocuparse. No le gustaba la oscuridad que había en aquel lugar. Y sabía que había un par de animales salvajes por allí. El corazón comenzó a latirle con nervios. Pero entonces recordó la carta... White sabía a dónde la estaba llevando. Solo tenía que confiar en él y en... ¿Teddy el asesino?

Sonrió y negó con la cabeza. Aquello si que había sido una gran ocurrencia. Romántico pero a la vez divertido. Conocía una nueva faceta de Finn. Al parecer se le daban bien las ideas... Pensó en las veces que Quinn pudo haber recibido ese tipo de atenciones. El estomago se le encogió de celos. No, él ya no estaba más con ella. Lo presentía. 

White empezó a andar más rápido y Rachel se aferró con él con fuerza. Al parecer se estaban acercando a su destino. El caballo salió de entre los árboles para meterse a lo que ella sin duda llamó: pequeña porción de paraíso. 

Su boca se abrió sin poder creerlo. ¿Cómo era posible que casi se había olvidado de aquel lugar? White se detuvo y ella se bajó. El sonido de la cascada llegó a sus oídos y giró para apreciar el espectáculo que había frente a sus ojos. El pequeño lago estaba completamente iluminado por aquella enorme luna blanca, que parecía estar más cerca de ella de lo normal. Respiró profundamente y el suave olor a agua pura, noche calma y libertad le entró a los pulmones. Cerrando los ojos se dejó llevar por los sonidos de la naturaleza. Había tanta paz allí, se sentía tan bien. Pero entonces recordó que por allí tenía que estar su príncipe. Abrió los ojos de golpe y miró a sus costados, buscándolo. 


—¿Buscas a alguien? —preguntó él. 

Rachel se sobresaltó un poco y giró rápidamente para encontrarlo allí. Su corazón había sufrido un gran susto por su causa pero aun así le sonrió.

—Me asustaste —le comentó. Él sonrió y se encogió de hombros.

—Lo siento, no quise hacerlo —aseguró. 

Rachel miró a su alrededor una vez más y luego volvió la vista a él. Se veía tan... hermoso. Y la luz de la luna jugaba con el brillo de sus bellos ojos. Llevaba puestos unos vaqueros desgastados y una de sus siempre camisas sin mangas... los botones llegaban hasta la mitad de su pecho. Dejándole ver un poco de aquella bronceada piel. Quería tocarlo... se mordió la mejilla por dentro de la boca. Tenía que controlarse un poco. 

salvaje (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora