Capítulo 11

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Rachel caminó hasta su habitación. Entró y se dejó caer pesadamente en su cama. Se le partía la cabeza de tanto llorar por Jessie. ¿Por qué él era así con ella? ¿Por qué pretendía que ella pusiera todo en aquella relación, mientras él no hacía más que reprochar? Respiró profundamente y se quedó con la mirada fija en el techo. 

—"No me interesa nada de lo que hay en este campo, maldita sea".

Recordó sus propias palabras. Eso no era así. Claro que había cosas que le interesaban en ese campo. Ella había crecido allí, había sido muy feliz allí. 

Se puso de pie, no iba a dejar que su novio le arruinara las hermosas vacaciones que tenía pensado pasar. Tenía muchas cosas por ver aun. 

Se asomó al balcón y lo divisó a él. Llevaba un par de bolsas en ambas manos y caminaba hacia el establo. Su corazón latió con fuerza. Por ahí podía pedirle que la acompañara. 

—¡Finn! —lo llamó. 


El chico de ojos miel detuvo sus pasos y apoyó las bolsas en el suelo. Giró la cabeza y levantó la vista para encontrarla parada en el balcón de su habitación. Un nudo se le formó en el estomago. Solo atinó a hacerle un movimiento de cabeza en forma de saludo. Pero en realidad no quería 

estar allí, quería mantener su cabeza en otro lugar. Tomó las bolsas con más firmeza y volvió a caminar. 

Rachel miró extrañada como él se alejaba. Y sin dudarlo entró a su habitación. Algo tenía que haber pasado para que él la ignorara de aquella manera. Salió de su habitación y bajó para luego salir de la casa. No entendía muy bien por qué se sentía así de afectada con respecto a Finn. Pero no le había gustado nada la forma en la que la había mirado.

Llegó al establo y entró sin dudarlo. Allí estaba él, dándole de comer a un par de caballos. 

Finn giró la cabeza y se sorprendió de verla allí. 


—¿Necesita algo, señorita? —se atrevió a preguntarle. 

—Si —asintió ella —Necesito saber que te sucede. 

El volvió la vista al caballo y lo palmeó levemente mientras le terminaba de colocar el bozal para que comiera por si solo. Volvió la vista a Rachel.

—No sé a qué se refiere...

Caminó hacia el segundo caballo, cargó su bozal y comenzó a colocárselo. 

—Claro que te sucede algo, Finn —dijo ella —Pasamos un momento muy divertido hace un rato. Y ahora estás... no lo sé.

Finn la miró sobre su hombro.

—No creo que le interese, señorita. Aquí no hay nada que le interese.

Volvió a prestarle atención a lo que estaba haciendo. 

Ella se quedó quieta en su lugar, procesando las palabras que él acababa de decirle. ¿Acaso él había escuchado la conversación que ella había tenido con Jessie? 

— Finn —lo llamó. Él no la miró — Finn Hudson, mírame. 

Finn tensó la mandíbula. Solo ella lo había llamado así. Y que lo hiciera de nuevo, en aquel momento, lo hacía sentir enojado. ¿Con qué derecho se atrevía a hurgar en sus recuerdos, en sus emociones? Ella se había olvidado de todo. ¿Por qué iba a importarle ahora? 

Rachel resopló y caminó hasta él. Lo tomó del brazo, haciendo que él girara para enfrentarla. 

—Estoy trabajando, señorita. Si no le molesta... puede irse. 

Ella lo miró ofendida.

—¡Claro que me molesta! —exclamó —No quiero que me trates como a una extraña.

—Es una extraña para mí.

Los ojos marrones se llenaron de lágrimas. Finn se maldijo internamente. No, no podía hacerla llorar. Ella no debía llorar delante de él.

—¡No quiero ser una extraña para ti! ¿Olvidaste todo lo que vivimos juntos? ¿Lo hiciste?

Finn no contestó al instante. Se quedó observándola detenidamente. 

—¿Usted lo olvidó? —le contestó con otra pregunta. 

Rachel miró hacia otro lado. ¿Qué podía decirle? En realidad ella no lo había olvidado. Solo lo había dejado de lado... Solo se había dedicado a sus estudios, a su futuro. 

—No —le contestó luego de varios segundos —No lo he olvidado.

—¿Segura? —inquirió él. 

Rachel enfrentó su mirada.

—No lo olvidé, Finn —aseguró —Solo... lo dejé pasar.

El sonrió con los labios sellados. 

—Ya no se preocupe por eso. Pasaron muchos años, ¿a quién podría importarle? Éramos niños. Y ya nada queda de eso. 

Los labios de Rachel temblaron. Pero no iba a llorar, no debía llorar. Fijó la mirada en el pecho de Finn. Divisó una cadenita plateada que rodeaba su cuello. Lo miró a los ojos.


—¿Aun tienes mi regalo? —le preguntó. 

Finn sacó a la vista la cadenita que estaba oculta entre él y su camisa. 

—Yo cumplo mis promesas.

Y ella ya no pudo soportarlo. El primer sollozo escapó de sus labios. Finn se quedó quieto, sintiendo que su corazón se partía al escucharla llorar. Dio un paso hacia ella y la envolvió entre sus brazos. No podía dejarla llorar así. 

Rachel ocultó el rostro contra su pecho, sintiéndose minúscula, indefensa. Pero el reconfortante calor masculino la protegió.

—Lo siento, Finn —murmuró contra él —Eras importante para mí... lo juro. Y aun lo eres. Es raro el motivo. Pero estar contigo es como volver a tener 12 años. 

Él se quedó en silencio, la abrazó un poco más. Entendía como ella se sentía. A él también le pasaba. Verla, estar cerca de ella lo hacía sentirse un niño de nuevo. 

—Usted también era... es importante para mí...

Ella se alejó para mirarlo.

—Vuelve a tratarme de usted y vas a arrepentirte —le advirtió. Finn rió por lo bajo. 

—Voy a tenerlo en cuenta.

—Más te vale, Finn. 

Se quedaron en silencio por varios segundos. Finn levantó la mano y secó las lágrimas que cubrían sus mejillas. — 

salvaje (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora