Capítulo 12

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—¿Quiere... —sacudió la cabeza —quieres ir a montar? 

Ella lo miró emocionada. 

—¿Me vas a acompañar?

—Si quieres. 

—Si quiero —asintió contenta. 

—Bien —sonrió él —Prepararé a los caballos entonces. 

Rachel observó como él sacaba a White de su cuadra y luego agarra a otro caballo color café. Ella frunció el ceño levemente.

— Finn —le habló. 

—¿Si? —preguntó.

—No estarás pensando que voy a subir a White ¿o si?

Él la miró sobre su hombro y le dedicó una galante sonrisa. Rachel sintió cosquillas en la panza.

—Es tu caballo, enana —dijo divertido. Ella sonrió —Obvio que vas a subirte a él. Además de que ya te dije que no tienes que tenerle miedo.

—¿Y cómo sabes que no va a hacerme daño? —quiso saber.

Finn les colocó las sillas a los animales. 

—Yo mismo lo crié y enseñé todo lo que sabe.

—Así que... ¿debo confiar en tu enseñanza?

—Claro que si.

Terminó de acomodar todo y se giró a verla. Ella lo miró algo nerviosa.

—Creo que olvidé como montar, Finn.

—Tonterías —dijo él y se subió al caballo café —Ven aquí.


Lentamente ella se acercó hasta donde estaba él. Finn se inclinó un poco y sin el más mínimo esfuerzo la alzó y la colocó sobre White. El caballo protestó un poco y ella se agarró con firmeza del brazo de Finn. El castaño le habló al caballo y al instante este se quedó quieto. Rachel lo miró sorprendida.

—¿Siempre es así de obediente? —quiso saber.

—Solo conmigo.


Finn le dio un leve golpecito a su caballo y este comenzó a galopar. Rachel miró asombrada como se alejaba y salía del establo. Respiró profundamente y tomó las riendas de White. No era que ella había olvidado como hacerlo, no. Solo le faltaba un poco de práctica. Pateó el costado del caballo y este comenzó a andar a toda velocidad. Rachel ahogó un gritito y la luz del sol le dio en el rostro cuando salió del establo. Divisó a Finn a unos cuantos metros, esperándola. El caballo se dirigió hasta él. 

Ella lo detuvo cuando estuvo cerca. Finn la miró realmente divertido. Rachel se aferró con firmeza y lo miró con seguridad.


—Te juego una carrera —le dijo. Él arqueó una ceja

—¿Una carrera? —inquirió.

—Si —sonrió ella —Hasta el viejo roble. 

—¿Aun recuerdas donde queda? —dijo sorprendido.

—Claro que si, salvaje.

Él sonrió bobamente. Rachel se acomodó mejor y lo miró. Finn también se acomodó.

—Nada de trampas, enana.

—Jamás hice trampa —aseguró.

—No lo sé, no lo sé.

Ella rió divertida.

—¿Listo? —él asintió —¡Ya!

White comenzó a tomar ventaja. Sorprendido, Rachel, intentó alcanzarlos. Pero le fue imposible, ese caballo era salvaje.

Ella llegó y detuvo a su caballo. Se bajó y comenzó a festejar divertida. Volvió a abrazar al gran corcel blanco. Parecía ese caballo de los cuentos de hadas, que traían encima al príncipe azul. 

—¡Ay que lindo eres, White! Gracias hermoso, gracias por dejarme ganarle —le dijo sin soltarlo.

Rachel llegó hasta ellos y se detuvo.

—Tú sigue, White, sigue que voy a contarle a Estrella que le estas coqueteando a la hija del jefe. 

Rachel se giró a verlo y sonrió divertida.

—¿Quién es Estrella? —le preguntó.

—Estrella es la novia de White —le contó

Ella se giro a ver al caballo.

—No puedo creer que mi caballo tengo una novia —le dijo divertida. El caballo pateo el suelo unas cuantas veces. Ambos rieron. Ella 

volvió a mirar a Finn —¡Te gane! 

—Eso fue trampa —dijo él.

—¿Trampa? Claro que no —dijo ella sin poder creerlo —Siempre haces lo mismo, eres un mal perdedor.

—¿Yo mal perdedor? Tú eres una tramposa —le dijo él.

—Ahora por eso recibirás tu castigo.


Él la miró bien y cautelosamente comenzó a caminar. 

Rachel se agachó y buscó lo que estaba buscando. Barro. 

Se puso de pie y le arrojó lo que había tomado.

Finn no pudo evitar la maldad de la morena, y no llegó a salirse a tiempo de su camino. El frío barro cayó justo en su brazo derecho. Se miró a si mismo para luego dirigir su mirada a Rachel. Ella rió divertida y volvió a tomar barro. Se acercó a él y comenzó a pasarle barro por la cara.


—Creo que así, te verás muy bien —dijo divertida.

Cuando quitó sus manos de su rostro, Finn tomó un poco de barro de su cara e imitó su acción. 

Rachel cerró los ojos al sentir el asqueroso y frío barro sobre su piel.

—Creo que así, te verás igual de linda que Estrella —le dijo y se alejó de ella para empezar a correr.

Ella abrió los ojos y lo encontró corriendo.

—¡Ven aquí, Finn! —le dijo fuerte y comenzó a seguirlo.

El rió divertido al verla correr detrás de él. Detuvo sus pasos y la esperó de espalda. 

Rachel corrió más rápido al verlo detenido. Cuando lo alcanzó se subió a su fuerte espalda. 

Finn la sujetó con firmeza y comenzó a correr. 

—¡Ya, Finn! ¡Bájame! —gritó divertida. 

Él no le hizo caso, siguió corriendo. Hasta que a causa del cansancio se dejó caer con ella encima. Ambos rieron divertidos. 

—Creo que ya no tenemos 12 y 13 para hacer esto —le dijo agitado.

Ella rió divertida e intentó ponerse de pie, pero sus manos resbalaron en el barro y cayó de lleno sobre él. Lo volvió a mirar a los ojos. Finn pensó que iba a volverse loco y no podría detenerse si ella seguía mirándolo así. Había tantas cosas en aquella mirada. Su corazón se aceleró aun más

Rachel otra vez intentó ponerse de pie, y está vez si tuvo éxito. Le entregó una mano y lo ayudó a ponerse de pie. Finn se rascó la nuca, algo nervioso. 

—Creo... creo que deberíamos volver. 

—Si, también yo... —asintió ella.

Se subieron a sus respectivos caballos y cabalgaron en el más completo silencio hasta la estancia. —

salvaje (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora