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El Sol salía por el horizonte, iluminando las flores y distintas plantas que recibían gustosas sus rayos. Esta vez era una eriza la que despertaba perezosamente gracias a su alarma, deseando con un quejido que los días tuviesen más horas para que ella pudiese descansar. Descendió a la cocina a preparar su desayuno, cocinando uno digno de los mejores banquetes gracias a sus entrenadas habilidades culinarias. Se acicaló y salió a la calle disfrutando, como las plantas, los primeros rayos del día.

Varias personas la saludaban por la calle, mientras iba en dirección al centro. Era una persona muy querida por los niños y ancianos por ser tan amable con ellos; era una persona querida en la ciudad.

El tintineo de una campana resonó en la cafetería de Vainilla, la madre de Cream. Amy consideraba a Vainilla como su madre después de tantos años junto a su hija. Incluso la señora también la consideraba parte de su familia.

—¡Buenos días, señora Vainilla!

—Oh, buenos días, mi dulce flor. —En el rostro de la coneja afloró una sonrisa cálida. La eriza se acercó al mostrador y la abrazó animosa— ¿Lista para trabajar?

—Nací lista. —La coneja se rió ligeramente por el entusiasmo que desbordaba la joven. Le tendió su uniforme de trabajo y dejó que pasara al almacén a cambiarse.

Ya lista, empezó su jornada laboral haciendo una de las cosas que más le gusta: cocinar, y si eso incluye crear cosas lindas y helado, mejor que mejor. Empezó preparando unos mochis rosas, relleno de helado de fresa con tropezones de la misma fruta. Estos enseguida volaron en cuanto Amy sacó la bandeja.

Cream y ella se iban alternando entre cocinar y atender a los clientes en las mesas.

—¡Buenos días, chicos! —saludó a Charmy, Espio y Vector al verlos sentados en una mesa—¿ Qué os pongo?

—Lo que sea, Rose, total: va a estar bueno de todas maneras —dice Vector guiñando un ojo cómplice a su amiga.

—Enseguida —responde sonriendo—. Por cierto, —se acercó a la ojera de su amigo— a Vainilla le encantaron tu flores. Sigue así, casanova. —Eso hizo que su amigo se ruborizara y que ella se echara a reír.

Así era un día normal laborable en su vida.

Estaba limpiando las mesas, cuando sonó la campanilla del lugar.

—¡Bienvenido! ¿En qué puedo ser...

La rosada enmudeció al ver que se trataba de Sonic. Sus manos empezaron a sudar y su corazón comenzó a acelerarse.

—Hey, Ames... ¿Hay mesa para mí?

Se apoya en el marco de la puerta despreocupado, sonriéndole, expectante a su respuesta.

A los ojos de la joven, lucía demasiado atractivo; ese aire despreocupado, esa mirada con un atisbo de picardía... Tuvo que contener un suspiro para no quedar como tonta enamorada.

—P...por supuesto, sígueme. —Empezó su caminata. El sonido de las suelas de los zapatos del cobalto provocaba que no pudiera mantenerse centrada. Le indicó la mesa a su amigo y este se sentó. Dió una leída rápida al menú y la miró— ¿Ya sabes lo que vas a pedir?

—Una copa de helado de chocolate, por favor. —Lo apunta rápido en la libreta. Al ver de reojo que él la seguía observando, su letra se movió un poco.

—¿Algo más?

—Nop, eso es todo.

—Enseguida te lo traigo.

Tal como se giró, se fue corriendo al baño del personal de la cafetería. Sonic se quedó extrañado, pero no le dio importancia.

«Tonta, tonta, tonta ¿No que iba a ser nuestro amigo? ¡Pues entonces cálmate!» pensó al poner las manos en el lavabo, mirándose al espejo. Seguidamente, se echó agua en la nuca y en la cara para calmarse.

¿Estás bien, Amy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora