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El Sol ya estaba en un punto alto cuando sus rayos despertaron a la heroína rosa. Fue abriendo los ojos lentamente para encontrase con una enfermera que le posicionaba el desayuno en la mesita al lado de su camilla.

La enfermera, al ver que se encontraba despierta, le dedicó una cálida sonrisa.

—Buenos días, señora Rose ¿Cómo se encuentra?

Amy se miró los brazos y vio que tenía un hematoma que indicaba que le habían hecho una transfusión. Tenía la boca pastosa y notaba un ligero pinchazo en la parte trasera inferior del cráneo. Estaba algo aturdida.

—Siento que la cabeza me da vueltas.

—Es normal, señora, no se preocupe. —La enfermera le ahuecó un poco la almohada— Tengo una buena noticia para usted: tiene visita. Se han quedado toda la noche esperando a que despertara.

La mirada de Amy se iluminó. De manera automática se incorporó. Abrió los ojos al darse cuenta del aspecto que tendría y, como si le hubiera leído el pensamiento, la auxiliar le tendió un espejo con un neceser.

—Muchas gracias —contestó amablemente mientras se acicalaba.

Cuando terminó, la señora salió y dejó entrar a sus amigas, Blaze y Rouge. Lucían algo agotadas, pero aún así se acercaron rápido a donde ella se encontraba.

—¿Cómo estás? ¿Te duele algo? —inquirió Blaze.

En sus ojos había una sombra de preocupación que combinaba con el ligero apretón que le dió a su mano.

—Me duele un poco la cabeza.

—Serán por los puntos. También a saber cómo habrás dormido —señaló la murciélago cruzándose de brazos.

Ella también estaba preocupada. Se notaba por el deje de nerviosismo que tenía en su voz. Amy les agarró la mano a las dos y sonrió agradecida.

—Gracias por haber estado aquí, esperando a que despertase. Pero ¡No deberíais haber dormido aquí; seguro que habéis dormido fatal!

Las visitas se miraron entre ellas divertidas por la actitud preocupada de su amiga; siempre poniendo a los demás antes que ella.

—Nos hemos turnado por la noche: una descansaba en casa y la otra aquí. Tampoco ha sido para tanto —informó Rouge al mismo tiempo que le restaba importancia al asunto moviendo la mano de arriba a abajo—. Lo que sí es importante es tu cabezonería —Amy cerró los ojos, preparándose para el regaño que se le venía— ¡¿Cómo se te ocurre pelear con una contusión importante en la cabeza?! ¡¿Estás loca?!

—Rouge tiene razón. Lo que has hecho ha sido muy imprudente.

—Oh, vamos, tampoco ha sido para tanto.

—¿Siete puntos no son para tanto? No sé ni cómo no te desmayaste antes.

—¿Siete? —preguntó sorprendida.

—Y da gracias a lo que sea que haya arriba que no son más... —acabó la ladrona.

—¿Sólo habéis venido a regañarme o qué? —La eriza se cruza de brazos con un mohín— Reconozco que he sido imprudente, pero ya pasó todo; no tenéis que darme el sermón; ya lo he aprendido sola... —Rouge dió un sonoro suspiro.

—Perdón... —respondieron a la vez la gata y la murciélago.

—Pero razón no nos falta. No vuelvas a hacer lo que has hecho; podrías haber acabado mucho peor —insistió la gata. Amy expiró ruidosamente por la nariz.

—Está bien. —Dió su brazo a torcer.

—Aunque también, tenemos que felicitarte. Estuviste genial —felicitó la murciélago.

¿Estás bien, Amy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora