-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟚𝟚-

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—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

Las agujas y últimos detalles de su vestuario fueron confeccionados esa misma mañana, las plumas de Plata bordadas en el jubón de terciopelo negro resaltaban con la blancura de su piel, el cinturón enmarcaba y dividía su torso, los guantes de cuero ocultaban las marcas de sus antepasados. Ojalá jamás se diesen cuenta de ellas.

—Está listo, majestad —habló el sastre.

—Gracias —contestó en voz baja. Uno de sus lacayos entregó la corona de Plata y obsidianas que usaba, era la única joya que necesitaba para adornar su presencia.

Salió de su habitación y se encaminó hasta el gran salón, las puertas estaban cerradas y el grabado de los cuervos juntos. La tensión se respiraba en el ambiente y parecía acompañado del olor de la sangre. Cuando las puertas se abrieron vio al Concejo y su Corte a los lados de la sala. Su familia lucía altiva y orgullosa, a excepción de su madre que destilaba el odio más profundo.

Tomó asiento en el trono en medio del salón, frente al vitral de nebulosas y estrellas. Su cabeza le dolía y la sensación de un mal presentimiento no lo abandonaba.

—Pongo mis manos en ti mi señora —rezó al cielo.

— ¡Atención, su Alteza Real el príncipe Atsumu Miya de Dorne! —La estúpida pomposidad del Alfa extranjero hizo que le doliera la cabeza, las trompetas que sonaban lo aturdieron.

El rubio se veía regio y mostraba una mirada arrogante, la hipocresía se respiraba en el aire y Tobio no sabía cuánto aguantaría más.

—Me honra que me hayas invitado, a tu humilde palacio —habló el rubio informalmente.

—Su llegada no era esperada, pero no evitaríamos tratarlo como se merece, alteza —replicó.

—Me cuesta tratarte superior a mí, por mucho tiempo fuimos casi iguales, y mírate ahora, eres un Rey, sobreviviste. Daisuke estaría orgulloso. —El Alfa pelinegro sintió el aroma de su madre; estaba agrio y mostraba su molestia ante la mención de su primogénito. Inhaló profundo para soltar el estrés que cargaba hasta percatarse de las notas dulces.

Atsumu.

Sabía bien que el Alfa poseía un aroma dulzón a comparación de otros de su condición, pero el aroma frutal no era suyo, era de alguien más.

—Nos alegra que recuerde a nuestro Príncipe como el gran hombre que fue —se escuchó la voz de la mujer mayor—. Que la Diosa Luna lo tenga en su santa gloria.

—Amén —respondió el rubio mirando a la mujer fijamente—. Usted es la Reina Handan —la mujer asintió sonriente—. ¿Como no iba a serlo? Los juglares cantan sobre usted, los cuenta libros narran de su belleza eterna.

—Me halaga que un noble Príncipe sepa de mí.

—Al contrario, me es un honor conocerla. —Atsumu miró entonces a la mujer pálida de ondas lilas, sus vestimentas de colores oscuros la hacían ver más blanca de lo que ya era—. Usted deber Valide Zero, la Reina Madre.

—Bienvenido sea su alteza —contestó de mala manera—. Esperemos disfrute su estancia en nuestra Corte.

—Gracias por sus buenos deseos. —Aunque en el fondo no tenían nada de buenos—. Esperamos mucho para que nos recogieran, Tobio, debes mejorar tus tiempos. —La mirada del Rey se mostraba más seria de lo común, más de lo que recordaba.

「𝓛𝓪 𝓒𝓸𝓻𝓽𝓮 𝓝𝓸𝓬𝓱𝓮」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora