-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟜-

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—LÍMITES DE RUSHKA.
CORTE OTOÑO 🍁

Odiaba que lo obligasen a salir solo al mercado, que patético se sentía los días en los que debía salir solo. Odiaba que todos lo viesen.

El chisme de lo sucedido en la fonda corrió como pólvora, todos lo miraban con lástima, al parecer el estúpido de Suguru Daishou se encargó de avisar a todo aquel que pudiera escucharlo que pronto tendría un Omega, y que no importaba si él quería o no, sería suyo.

Estúpidos Alfas.

No odiaba nacer como Omega, eso le gustaba, pero odiaba la idea de ser considerado nada más que una máquina de crear niños, siendo que él es un humano, un hombre, que puede dar a luz, pero eso ya es normal.

El pueblo parecía alegre, las festividades se veían a la vuelta de las esquina y no faltaba nada para que llegara la fecha pactada, todos querían festejar el Colsdatk; una vez al año los humanos de la nación asaban castañas y amasaban y horneaban pan en sus hornos de piedra, estos eran intercambiados con aquellos a los que se les tenía gran aprecio. Hacían una fastuosa fiesta en la plaza y tocaban música toda la noche. Era preciosa.

Si seguía avanzando llegaría a tiempo a sus lecciones con el señor Takeda, pero su madre tuvo otros planes y por eso se vio interceptado por la señora Jenkins en medio del mercado.

—¿A donde me lleva?— le preguntó a la anciana Omega.

—Creo que sabes cuál es mi negocio, querido— dijo con retintín la mujer.

—Claro que lo sé, es la modista del pueblo, pero ¿qué tengo yo que ver en esto?— Shouyo había empezado a impacientarse.

La puerta del local se abrió dejando ver a la Omega castaña que lo había traído al mundo, estaba mirando unas telas de costoso encaje y metros de seda.

—Oh~ Shouyo, al fin llegas hijo— habló con voz cantarina.

—¿Qué demonios haces aquí?— preguntó.

—Esa no es forma de hablarle a tu madre— regañó.

—¡Mamá!

—Está bien, cariño. Estoy comprando telas para tus ajuar— admitió emocionada y la anciana le hizo segunda ayudándolo a subir a un banquillo.

—Qué demonios, ¡¿A quién me has vendido?!— preguntó exasperado.

—No te he vendido, cielo, es sólo que nos han pedido tu mano en matrimonio— Shouyo estaba colérico, sus mejillas se habían tornado rojas de la ira contenida, pero sus feromonas no decían esto, revoloteaban en el aire indicando su molestia, su aroma a nectarina y peonías se había tornado amargo.

—Dime que no has vendido al idiota de Suguru— rogó—. Por favor, dime que no.

—Tranquilízate, hijo.

—¡¿Cómo quieres que me tranquilice?!

—Shouyo, es por él que hacemos esto— explicó su madre—. Ese hombre no te dejará tranquilo hasta que le pertenezcas. Por eso hemos decidido comprometerte con Sekimukai Kōji.

「𝓛𝓪 𝓒𝓸𝓻𝓽𝓮 𝓝𝓸𝓬𝓱𝓮」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora