—...La estafa, no es más que un acto atroz ante la vista de Dios, un delito para la ley... una traición para tu conciencia. ¿De que sirve? ¿Satisfacer tus necesidades de lucro por un tiempo? — el sacerdote exhaló — El dinero se va como llega, y el poder... el poder siempre tiene un alto precio que pagar, dañar a terceros a costa de ti, es tan vil, ocultándote detrás de una buena acción... considéralo un pecado, que pagaras con sangre, no ante Dios, si no, ante ti mismo, y...
El sonido de las campanadas de la iglesia comenzó a sonar con fuerza, haciendo que el sacerdote dejara de hablar, para terminar con sus últimas palabras de despedida a los asistentes.
—Odio esto, venir a la iglesia... — La chica alta susurró en el oído de Roseanne.
—¿Y por qué lo sigues haciendo? — Ella levantó una ceja, buscando a su padre con la mirada.
—Bueno, porque mi madre me culpara de pecadora, o algo así si no lo hago. Y aun no quiero trabajar como para darme el lujo de ser echada de casa.
—Entonces, deberías de seguir el camino de Joy... — ambas chicas miraron al pequeño montón de los jóvenes del coro de la iglesia, donde su amiga castaña yacía con cara de pocos amigos.
—¿Para tener esa cara de me quiero morir? No gracias, mi madre no ha llegado tan lejos como la de SooYoung.
—Es una lastima que no sea así — Rosé caminó al frente, después de haber localizado a su padre.
—¡Idiota!
—Tzu, sin malas palabras en la iglesia — dijo ya estando lo suficientemente lejos de la más alta.
—¿Qué le has dicho a Tzuyu, Chaeng? — su padre pasó sus brazos sobre los hombros de Roseanne.
—Sabes cómo es... y bueno, a veces es divertido verla molesta — rio un poco.
—Chaeng... sabes que no debes de hacer comentarios que puedan herir a tus amigas o las personas en general, ¿cierto?
—Si, papá. Solo jugaba, esto en realidad no la molesta, lo sé.
—Bien, eso espero, Chaeyoung. Tampoco me agrada que te la pases platicando mientras estamos en la iglesia. Solo venimos un día por semana, respeta eso. Tienes todos los días para platicar con tus amigas. — Recalcó con seriedad.
—Si, padre. Lo lamento.
—Ahora, ¿Qué te parece si vamos al restaurante y preparemos esa lasagna que tanto adoras? — La sonrisa en el rostro de la joven apareció.
—Me parece maravilloso.
...
—¿Por qué hay tantos autos, papá? — la chica frunció el ceño, curiosa.
—No lo sé... pero lo averiguare. Mantente en el auto, por favor, Chaeng. — El señor Park comenzó a bajar de su automóvil.
—Pero...