━━━Capítulo cuatro.

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Si le hubieran dicho con anterioridad lo que es vivir con personas que aprecian tu esfuerzo y presencia, habría escapado de casa durante su adolescencia, fuera recorrido cada callejón hasta encontrar a dos hermanos huérfanos que necesitaban ser queridos.

Los primeros días fueron extraños, aunque era una interesante aventura. Cada uno se encargaba de una comida distinta, y se repartían las tareas de la casa. Era grato almorzar y cenar juntos, dialogar sobre si mismos y sus gustos, sus sueños y esperanzas, todo era realmente muy agradable.

Gyeoul se había apegado más rápido a Mi-suk de lo que le gustaría reconocer, al no tener una figura materna o femenina desde la niñez, estaba carente de atención en ese sentido. Ahora podía hablar sobre esmalte de uñas o qué compresas eran mejores, sobre maquillaje, ropa, chicos, boybands y reality shows; a pesar de que Mi-suk no era experta en esos temas, Gyeoul le había estado enseñado, y si en algo era buena la pelinegra, era en aprender.

Wangguk y Mi-suk no dejaron de compartir cama, era grande así que casi ni se tocaban; por el momento no se habían visto con ojos de lujuria, eran dos personas intentado cuidarse la una a la otra, querían velar por el bienestar de la mejor forma posible. Pero sabían que había una sensación extraña por allí, algo que ambos seguían ignorando cada mañana al despertar.

A veces era ella que lo observaba al dormir, en ocasiones era él quien le acariciaba el suave cabello sobre la almohada, y cuando despertaban al mismo tiempo no podían evitar sonreírse sonrojados, de manera sana e inocente.

La casa ahora tenía una armonía distinta, la oscuridad y humedad de la soledad de los hermanos había sido reemplazada por la paz y calidad que la atención de Mi-suk tenía a los detalles. Las manchas extrañas de las paredes habían desaparecido, el desorden de los objetos ya no existía y ahora las ventanas irradiaban una luz de felicidad al despertar que los hermanos Han no podían evitar. Los años de esclavitud a los deberes le habían dado habilidades a Mi-suk, pero ahora los hacía porque quería, no por obligación y eso convertía cada acción en un regalo. El agradecimiento solía venir de un repentino abrazo o risa de Gyeoul, y de una suave caricia en la espalda o el masaje en los pies de un Wangguk atento.

Estaba siendo realmente difícil para Wangguk conseguir un trabajo estable por su historial delictivo. Era una gran mierda eso, porque todos lo juzgaban sin saber lo necesario que había sido su acción. Cada noche que Wangguk regresaba cabizbajo por otro rechazo, Mi-suk se encargaba de hacerle jajangmyeon o ramyeon y sentarse junto a él a sobarle la espalda, no decía nada, el silencio era el mejor consuelo.

Por parte de la luchadora, había conseguido un pequeño trabajo online haciendo reseñas sobre peleas en general; el año pasado había conocido a un hyung novato en el canal deportivo de ESPN, y él le ayudó a conseguir trabajo en este momento de necesidad. Habían hecho buenas migas después de ser obligados por su padre y entrenador a salir a tomar. Cuando ambos adultos se embriagaron, Mi-suk y el reportero escaparon hacia el aire puro de una tranquila Seúl en invierno. El chico era alguien muy agradable y enamorado, tenía una hermosa novia en ese entonces que lo volvía loco, pero después que le rompieron el corazón se centró mucho en su trabajo, le había traído éxito, pero le habían robado su luz.

Mi-suk tuvo la ventaja de que habían
hablado hace algunas semanas luego de la competición de la U19, por eso no fue tan vergonzoso pedirle ayuda; el hyung lo entendió sin mucha explicación y le dió ese puesto bajo su mando, Mi-suk estaría agradecida infinitamente. Pero Mi-suk también comenzó a trabajar por las tardes en una tienda de dulces, la anciana no dejó que entregara más folletos para conseguir trabajo ese soleado día que salió, la atrapó apenas la vió porque consideró que atraería muchos clientes, y la verdad tenía razón.

PÉTALOS CAÍDOS | ❛hit viral❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora