━━━Capítulo doce.

146 25 2
                                    

Ella no escuchaba nada de lo que Ha-neul decía, era como si tuviera un televisor sin señal en la cabeza, no, era peor. Se transmitía un canal con una escena, Wangguk siendo aplastado una y otra, y otra vez.

—¡Reacciona!

El grito de la peliblanco apenas y cruzó el shock, Mi-suk estaba de rodillas con las lágrimas a medio camino y los párpados tan abiertos por el aturdimiento, estaba a punto de vomitar.

¿Cómo le diría eso a Gyeoul? ¿Qué pasaría ahora? ¿Por qué? ¿Por qué todo esto por Yumi?

El humo alrededor comenzó a tocar aquellas narices delicadas, una de ellas sangraba y la tos atacó más rápido que cualquiera. Ha-neul levantó a la menor con un poco de molestia, habían hecho todo lo posible, no debería lamentarse así.

—Hay que buscar su cu...

—No lo digas —el tono frío que salió de Mi-suk hizo que su compañera estrechara sus labios en una fina línea, impotente de no poder controlar los sucesos.

Ensangrentada, adolorida, sin fuerzas ni esperanzas Mi-suk comenzó a caminar entre el humo, dando un leve empujón a Ha-neul para que saliera de allí. Una leve orden que la peleadora callejera respetó. Casi no podía respirar entre ese polvillo fino, que desprendia arena, metal y dolor. Caminó colocando su camisa en su rostro para aguantar un poco más, y se detuvo justo en el borde donde debería estar el contenedor.

Subió la cabeza y apretó los puños, lloraba gimoteando sintiendo que se ahogaba por todo. Quería gritar, estaba tan cansada de perder todo lo que amaba que por un instante sintió la necesidad de morir junto a él. No era tanto por su amor, sino por el hecho de no querer seguir sufriendo.

La vida son más añoranzas que consuelo.

El leve sonido de su nombre llegó a través del mareo, Ha-neul le llamaba de alguna parte. Deslizó sus pies dispuesta desaparecer entre esa neblina de escombros, dejando atrás su esfuerzo, a su amado.

Una mano en su tobillo le hizo dar un respingo. Levantó el pie con toda la intención de patear, pero una voz entrecortada le detuvo.

—¿E-eres tú... Hope?

No tardó ni un segundo y se lanzó contra el piso buscando el rostro del chico, no respondió. Sus manos siguieron tocando aquel cuerpo fornido hasta abajo, asegurándose de que tuviera sus piernas. Cayó por un momento de culo soltando un jadeo de emoción. Le estaba tocando, estaba tocando a un vivo Han Wangguk.

—Joder, estúpido idiota.

Le dió un golpe en la espalda perdiendo su calma, respiraba con inmensas ganas de echarse a llorar como cría. Era imposible, aunque no veía nada, parpadeaba intentando creer lo que estaba pasando. Tenía la intención de decirle tantas cosas, pero se atascaron con fuerza en su garganta, tembló.

Lo había logrado, había logrado llegar a él. Alargó su mano y buscó su mejilla a tientas; las lágrimas salían esta vez en silencio, porque el dolor de pensar que le había perdido para siempre aún estaba acentuado en sus sentidos. Acarició con la yema de sus dedos y se le escapó una sonrisa que Wangguk no pudo ver, pero su toque transmitía mucho más que eso.

Él subió su propia mano aguantando sus quejas y la puso sobre la de ella.

—Estoy aquí, s-sigo aquí.

Mi-suk sintió su piel erizarse, era real, Han Wangguk seguía allí.

Otra vez el llamado de Ha-neul le hizo espabilar, y con sus últimas fuerza se arrastró tomando al chico por los costados y levantándose ambos con el propósito de poder respirar en paz.

PÉTALOS CAÍDOS | ❛hit viral❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora