Arcano 9: El Ermitaño

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Habían pasado días desde la última vez que Juan había conversado con otro ser humano. Él no podía recordar cuántos. Ni siquiera había notado el hecho, hasta que se percató de que no había nadie conectado en la red del trabajo. Y ya casi era el mediodía.

Nadie se presentó a la videollamada diaria para reportar en qué estaba cada uno de los miembros del equipo. Nadie apareció a la siguiente reunión en línea, con los jefes de Francia.

Del alivio inicial por tener más tiempo para hacer lo único que de verdad consideraba interesante de su trabajo, sin interrupciones, el joven programador pasó a la desesperación. Sin términos medios.

¿De verdad no iban a llenar el día de reuniones sin sentido? Eso hubiera sido grandioso. De no ser porque tampoco sus compañeros respondieron uno solo de sus mensajes privados. Ni en el chat dedicado solo a los memes.

Por un momento, Juan intentó verle el lado bueno al asunto. ¿Se habían tomado todos el día y no le habían avisado? Bien por ellos.

No necesitaba quitarse el pijama, ni afeitarse la barba que comenzaba a asomarse desde el fin de semana. Trabajar desde casa era lo más cómodo para un introvertido. Y ya que no iba a perder el tiempo en conversaciones ese día, pensó que podría estirar las piernas un poco y conseguir algún café con un croissant, antes de comenzar la jornada de verdad.

Se cubrió con su abrigo azul y salió a la calle. No encontró a nadie en las aceras, ni en la fila de la cafetería. Eso podría haber sido curioso, pero simpático, casi la fantasía de un introvertido como él. Lo malo fue que tampoco había quien preparase el café o sirviera el croissant. Juan observó los pasteles que quedaban en el exhibidor y comenzó a dudar de que hubiera nadie para hornear algo aquel día.

Una cierta calma rodeaba aquel escenario desierto, abandonado.

El joven sintió la tentación de dejarse consumir por las preguntas. Una oscura ansiedad intentó apoderarse de él, mientras pasaba al otro lado del mostrador y veía cada elemento intacto, ordenado, tal como debieron dejarlo antes de cerrar el local la última vez que un empleado pisó el lugar.

Con un suspiro, decidió volver a casa.

Caminó por el medio de la calle, observó la total ausencia de vehículos y comenzó a disfrutar del silencio general.

Entró de nuevo a su apartamento y comprobó que aún tenía electricidad, pero supuso que no sería por mucho, antes de que todo fallase. Buscó en su teléfono alguna noticia en Google, algún hashtag en Twitter, alguna novedad en YouTube. Era como si todo se hubiese congelado en el día anterior. Nada nuevo. Nada distinto. Encendió la televisión y, en los canales locales, no obtuvo señal.

Se sentó en el suelo alfombrado e intentó llamar a familiares, amigos, conocidos. Nadie respondió.

Terminó recostado allí mismo, hecho un ovillo, esperando el momento en que él también fuese a desaparecer. Se durmió sin darse cuenta, en un descanso sin sueños, reparador, hasta el anochecer.

Juan abrió los ojos y el cielo en transición hacia la noche fue su primera visión, por la ventana. No se había desvanecido, seguía allí.

Otra vez, rebuscó en su móvil. Solo que, ahora, ya no tenía señal. Tampoco tenía más internet. Nadie le había escrito, ni llamado. Corrió a la ventana y, en la calle, nada parecía haber cambiado desde el mediodía.

Solo la oscuridad, que intentaba avanzar y tragarlo todo.

Juan hizo el esfuerzo de tomar una bocanada de aire, luego soltarla, con lentitud. Estaba solo. Como cualquier introvertido desearía en los momentos de más incomodidad. Solo que la realidad era aún más incómoda que una sala llena de desconocidos en un día normal. Quería soledad, paz, silencio, ahora lo tendría hasta hartarse. Así se sentía el fin del mundo.

Así que, bien. Solo le quedaba un montón de tiempo libre. Tendría que decidir qué hacer con éste. Y adaptarse a la nueva realidad.

La luna lo sorprendió en sus cavilaciones. La negrura lo rodeó, pero Juan ya había dejado de lado el nerviosismo. Cuando intentó encender la luz del comedor, no obtuvo respuesta. Avanzó, de memoria, por la sala. Dejó a su constante compañero de años, su teléfono móvil, sobre su escritorio con el ordenador apagado y su sillón ergonómico. Luego se alejó de éstos, con una sensación agridulce, y se dispuso a buscar una lámpara vieja que tenía en el fondo de un armario, la que encontró junto a algunas velas.

Desarmó el palo de una escoba y se quedó con éste, para evitar accidentes mientras fuera a moverse esa noche. Le costaría dormirse, eso seguro. Pero tendría tiempo para acostumbrarse. La única constante en la vida era el cambio y él, mientras estuviera allí, seguiría caminando.

♦ Este ermitaño iba a ser feliz, sin reuniones ni gente interrumpiéndolo, pero si no hay gente para reuniones interminables, tampoco habría gente para servir un café o hacer el mantenimiento eléctrico de la ciudad

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♦ Este ermitaño iba a ser feliz, sin reuniones ni gente interrumpiéndolo, pero si no hay gente para reuniones interminables, tampoco habría gente para servir un café o hacer el mantenimiento eléctrico de la ciudad. Quiere soledad, tome soledad. Y busque un poco de compostura para lidiar con ésta.

Si lo encuentra en su tirada:

Al derecho: Necesita unas vacaciones, pero el año no termina, así que busque un lugar tranquilo para una escapada de fin de semana. Y lleve linterna, por las dudas. Si se fija, en todas las versiones de este arcano, el ermitaño lleva su lámpara. Yo no voy a hablar de la calidad del servicio eléctrico de nuestro país, pero...

Al revés: Se equivocará de hotel y caerá en una posada familiar llena de niños que gritarán día y noche y no le permitirán ni utilizar la piscina. Aún en sus sueños, escuchará a esos pequeños engendros correr por los pasillos. Lleve tapones para los oídos.

***

Nota: La finalidad de los significados de cada carta es entretener al lector y a la loca que escribe estas cosas. Ningún dato de este libro debe ser tomado como referencia seria, ni aplicarse a situaciones de la vida real. Dicho esto, sean libres de enviar sus propias interpretaciones de este arcano.

Hasta la próxima.

Los saluda, Madame Ceyene

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