CAPÍTULO 14 : LA CARTA EN EL HOSTAL MARAVILLAS.

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Eduardo salió del hospital y con la mente saturada de conversaciones llenas de mentiras , intentó pensar qué iba a hacer con su vida, y sobre todo, con la de sus compañeros y profesora. » ¡Están siendo engañados y he de ayudarles! «, se decía a sí mismo. No obstante, aún no sabía con exactitud si de verdad la misión era una farsa y sus compañeros se habían olvidado completamente de la realidad o solo estaban disfrutando de Délino, a parte de realizar la misión. Puesto que seguramente no volverían a salir del internado en mucho tiempo y estas nuevas sensaciones habían que disfrutarlas.

Por otro lado, existía el ya clásico pensamiento de paranoia :

» ¿Cómo sería posible que Délino nos estuviese atrapando en sus confines? ¿por qué a mi no me afecta y sigo recordando cuál es nuestra función en esta ciudad? «

Para comprobar la teoría que habían formulado Marta y él sobre que la misión estaba destinada para cumplir nuestros deseos en Délino y quedarnos de por vida, Eduardo cogió el tranvía y se dirigió al cementerio, lugar donde estaba Bruno. Recordó que el sueño de los gemelos si salieran del Internado Estig, sería tratar con lo paranormal. Y el cementerio era el lugar óptimo para ello.

Ya llegaba el convoy que Eduardo cogería para llegar al cementerio. Solo era una parada, así que el viaje transcurriría muy rápido.

En un abrir y cerrar de ojos sonó la megafonía. "Próxima parada : Cementerio de Délino. Final de trayecto".

Eduardo y el resto de pasajeros se apearon en dicha estación. Caminó unos metros y se adentró dentro del sombrío cementerio. Había aldeanos visitando a sus muertos. » ¿Cómo es posible que exista gente en esta ciudad que se comporte de manera tan realista? ¿serán personajes estándar que Délino ha creado para que sintamos que de verdad hay más gente? «

No tardó mucho tiempo en ver a Bruno. Eduardo aún se sentía dolido por el abandono que sufrió, pero eso no le quitó las fuerzas para hablar con su amigo.

— ¡Hola Eduardo! ¿Qué tal estas vacaciones? Ojalá nos dejen quedarnos para siempre ...

— Bruuuno, que esto no son unas vacaciones. ¡Estamos de misión en el interior de un cuerpo humano!

— ¡Jajaja! Me encanta la historia que te acabas de montar. Igual te vendría bien ser escritor, amigo.

— ¡Por favor Bruno! Recuerda para lo que estamos aquí, no estamos de vacaciones. Ya me empezáis a cabrear todos.

— A ver Edu-Ed-¿Eneko? — parecía que Bruno se estuviese olvidando del nombre de su amigo de toda la vida.

— ¡Eduardo! ¿No me dirás que estás olvidando mi nombre?

— ¿Y tú quién eres?

De un momento a otro, Bruno pasó de su estado de no distinguir realidad y mentira a ya no distinguir nada. ¡Se había olvidado de su amigo!

Eduardo no podía más. No quería seguir sufriendo el abandono que le estaban ofreciendo sus amigos. ¡No era posible que ahora ni se acordasen de él!

Cada vez la teoría siniestra sobre que Délino nos atrapa en sus confines estaba poseyendo mayor credibilidad.

No tenía sentido seguir hablando con Bruno, Délino le había lavado totalmente la cabeza. Y lo más probable es que al resto también. Lo extraño es que Eduardo siguiese recobrando toda la cordura. ¿A qué se debería?

Eduardo decidió volver a coger el tranvía y hablar con otro de sus compañeros. Recorrió todas las estaciones y habló con todos los compañeros pero las respuestas eran las mismas, se pensaban que Délino era la realidad y querían quedarse. ¡Habían olvidado completamente el mundo real, la misión y a su amigo!

Un mar de dudas inundaba la cabeza de Eduardo, no sabía que hacer.

Volvió a su habitación en el Hostal Maravillas. Notaba cómo el servicio se le quedaba mirando fijamente, pero no le dio mayor importancia y subió a su habitación.

Cogió las llaves y abrió la puerta. Entró, depositó sus pertenencias en una mesita colindante con la cama y para su sorpresa encontró una carta tirada por la cama. La abrió y su interior contenía : " Dirígete al Desierto de Délino esta misma noche. Coge el último tranvía y espérame allí dos horas".

Era muy desconcertante esa carta, pero se tenía que agarrar fuere como fuere a ella, porque era la única posible respuesta que podría encontrar de todo aquel engaño de ciudad.

Quedaban solo quince minutos para que el último tranvía del día pasase por la parada del centro. Eduardo se vistió y bajó las escaleras sigilosamente, procurando que esos matones del servicio del hostal no le viesen. Pero para su desgracia una chica le pilló mientras descendía por las escaleras.

— ¿A dónde vas a estas horas?

— A dar una vuelta.

— Es muy tarde, y Délino por la noche es un peligro. Afloran cosas que por el día no se ven. Yo que tú me quedaría encerrado en la habitación.

— ¡Que no! Prometo que tendré cuidado.

— Una cosa más. ¿Cómo van tus vacaciones?

Eso de cómo van tus vacaciones despertó el sexto sentido de Eduardo. Ya daba todo el mundo por asumido que los chicos estaban de vacaciones. Cómo no estaba muy seguro si aquella chica sería un peligro, decidió volver a simular el comportamiento de sus compañeros.

— Van bien las vacaciones. ¡Délino es una gran ciudad!

— ¿Has venido solo querido?

— No, ¡sí! Sí he venido solo —. Como ya nadie se acordaba de nadie, también tenía que fingir aquella situación.

— ¡Genial! Pues no tardes en venir.

La chica se quedó un rato pensativa, pero dejó a Eduardo pasar. Igual había colado todo lo que le había contado.

¡Solo quedaban dos minutos para que llegase el tranvía! Afortunadamente, Eduardo era rápido y consiguió coger el tranvía antes de que marchase.

Era un viaje de cuatro paradas. Eduardo tenía sueño, pero le daba miedo no estar alerta por si alguien le intentaba atacar. Parece una idea estúpida, pero visto lo visto cualquier cosa podría ocurrir.

"Próxima parada Desierto de Délino" , anunciaba el tranvía.

La ausencia del " final de trayecto " demostraba que esa no era la última parada y que Eduardo tenía razón. ¡Existían dos paradas misteriosas más!

Se bajó del convoy y adentrándose en el desierto esperó en un punto abierto pero oscuro que le otorgaba privacidad mientras dejaba pasar las horas hasta que la misteriosa persona que le invitó apareciese.

Secretos de DélinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora