Lizzie abre cuidadosamente la puerta de su casa, aún vistiendo el uniforme de su escuela, cargando su mochila, y susurrando unas palabras a Connor, quien se encontraba detrás de ella.
—Solo... No hagas mucho ruido. ¿Si?——¿Por qué?—
—¿Quieres que te saque a patadas de mi casa? No preguntes, solo no hagas ruido—
Después de cierto momento incómodo en el patio de la escuela por las críticas constructivas de sus compañeros, Connor tuvo la grandiosa idea de seguir trabajando en el proyecto en la casa de Lizzie, a lo que ella, obviamente, se negó múltiples veces.
Pero, déjenme recordarles que Connor es el niño más terco del mundo, y no aceptaría un no por respuesta.
Lizzie nunca había invitado amigos a su casa, y técnicamente tampoco invitó a Connor. Tenía en mente una lista de un millón de cosas que podían salir mal.La sala de estar no estaba tan mal, un pequeño televisor, una mesa pequeña, un sillón polvoriento y cubierto por cobijas sucias de su padrastro. De vez en cuando se quedaba dormido ahí.
—Es... un lugar... agradable—
—No intentes ser amable, se lo mal que se ve. Si me hubieras avisado con tiempo... hubiera recogido más—
Connor conoce la situación de Lizzie, sabe parte de su historia, pero nunca la había visto vívidamente.
No imaginaba lo horrible que podría ser su hogar.
Lo difícil que debe ser lidiar con su padrastro cada día. —Ven, mi habitación es por aquí—La casa era de dos pisos, y el cuarto de Lizzie estaba en el segundo.
Ambos subieron las escaleras, Connor siguiendo a su amiga de cerca, viendo la tierra y las telarañas entre el piso y el barandal, tirada por todo el pasillo, ropa de un hombre muy grande.
La habitación de Lizzie era muy diferente al resto de la casa. Una puerta blanca, limpia, con unos cuantos dibujos pegados sobre ella...
Su cama con cobijas celestes, y estrellas que brillan en la oscuridad pegadas en el techo. Era como un pequeño refugio en un lugar tenebroso.
Unos cuantos peluches en los estantes, y fotografías de ella con su madre de cuando Lizzie era solo una bebé.
La chica cerró la puerta con seguro, y dejó su mochila sobre su cama. Pronto, ella nota que Connor estaba viendo fijamente una de las fotografías que estaban sobre el escritorio, —¿Era tu cumpleaños?— Preguntó Connor con curiosidad.La foto mostraba a una Lizzie sentada sobre una mesa, con un pastel de vainilla decorado con flores azules, y una vela que tenía el número 7. Una señora con su mismo color de ojos y de cabello, abrazándola a su lado, ambas sonriendo a la cámara.
—Si. Esa... es la última foto que tengo con mamá—
A pesar de todo lo que Connor conoce sobre Lizzie, la historia de cómo perdió a su madre fue algo que nunca se animó a preguntar. —¿Ella...?—
No sabía cómo intentar descifrar lo qué pasó, y no quería sonar insensible al momento de mencionarlo.—Ya no está. Eso es lo importante. Y... es lo más obvio, supongo. Dejémoslo ahí— Responde Lizzie. —Entonces, capítulo 3...—
Connor deja la foto donde estaba, y niega con la cabeza. No quería dejar el tema ahí. Lizzie y él eran más que solo compañeros, aunque a veces sólo el era quien lo veía de esa manera. —¿Sabes que puedes hablar conmigo sobre eso, cierto? Sobre, lo que sea. Lo que tu quieras—
—Capítulo 3– Lizzie Insiste
—Cuentas conmigo, Lizzie. Por favor—
—Dijiste que puedo hablar contigo sobre lo que yo quiera, hablemos del capítulo 3–
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El Club de los Escritores Perdidos
Fantasy"Un mundo donde los cuentos de hadas son reales, los villanos han ganado en sus respectivas historias y los hijos de éstos tienen el poder, mientras que los héroes caídos viven en la miseria. Un lugar donde los finales felices no existen. Pero todo...