1.7: Una Voz en el Bosque

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Usando una gran capa café obscuro, cubriendo su cabello y su cara con un velo... Isabelle se paseó entre los puestos del gran Mercado de Goldoa sin ser reconocida...
Sin dinero, ni manera para pagar ningún alimento... la joven llegó al area de comidas...
Frutas, Vegetales, Huevos, Pan, Harina...
Todo se veía delicioso, y con el estómago rugiendo, era aún más tentador extender la mano y tomar algo en cuanto los vendedores estuvieran lo suficientemente distraídos...

     Cabe recalcar que Isabelle no es una ladrona. Ella jamás había robado, ni si quiera se unía a los niños de la aldea cuando querían hacer bromas, por mera diversión.
Le dudó mucho, pero en una situación así estaba en juego robar o morir de hambre.
¿Ustedes qué habrían hecho?

Paseó los dedos por la madera de las mesas donde se encontraban las canastas y vasijas de la comida
La gente hacía ruido a su alrededor, y varias personas la empujaban por accidente al pasar cerca de ella. Era tanto el alboroto que en uno de esos roces, la manos de Isabelle se movió casi involuntariamente, tomó una pequeña hogaza de pan, y rápidamente la escondió bajo su capa.
Al levantar la vista, notó que el dueño del puesto justamente la había visto en el acto, —¡Oye!—

Al escuchar al hombre llamarle furioso, Isabelle entró en pánico y salió corriendo de la escena,
—¡DETÉNGANLA! ¡LADRONA!—

     Isabelle escuchaba voces de guardias y pueblerinos enojados mientras se iba corriendo al bosque...
     Gente gritándole cosas como
     —¡Hey! ¡Vuelve aquí! ¡Vayan tras ella! ¡Hagan algo! ¡Que no escape!—

     Ella corrió lo más rápido que pudo, con la capucha de su hermana puesta sobre su cabeza y sus hombros. Escondiendo su cara llena de pánico y aferrándose con todas sus fuerzas a la razón por la cuál estaba escapando del mercado de Goldoa...
Un simple pedazo de pan

     Isabelle se ganó el odio profundo de todos en la aldea, gracias a que su padre se encargó de contarles a toda la gente sobre el gran "accidente" que había ocasionado la muerte de Rachel.
     No se detuvo si quiera para mirar hacia atrás, a la gente que le perseguía. Y pronto, vio a la distancia un arbusto lo suficientemente pequeño para pasar desapercibido y lo suficientemente adecuado para que pudiera esconderse dentro de él.
Se metió entre las plantas y esperó.
Cerró sus ojos e intentó controlar su respiración agitada y cansada, mientras escuchaba el trote de los caballos de la guardia real, y voces de soldados que dijeron, —No hay nadie en el área, quizás debemos ir a la Zona Sur...— Y con eso, y un relincho... los hombres de habían ido.

     Isa suspiró, poniendo su mano sobre su corazón, escuchándolo palpitar a mil por hora.
Salió poco a poco de su escondite, y sostuvo el pan que había causado todo el alboroto con una sonrisa culpable.
     No se si alguna vez han presenciado una "sonrisa culpable". Es como cuando haces algo malo, pero que estas satisfecha, orgullosa y avergonzada de ello... una mezcla de emociones en un gesto de nerviosismo.
     Al menos, ahora tenía algo para comer.

     Comenzó a caminar de regreso a casa, sola.
     Partiendo el pan en pedacitos, y comiendo poco a poco. Tarareando una leve melodía, y saltando y esquivando las raíces de los árboles viejos y las rocas grandes...

     Fue ahí cuando de pronto Isabelle vio un gran destello de luz frente a ella. Como si se tratara de una gran explosión.
     Eso hizo que se estremeciera y corrió detrás del árbol más cercano, sentándose en el suelo y cubriendo su cabeza como protección.

     Escuchó pisadas...
     ...y asomó la cabeza con precaución para ver lo que había sucedido.

     Ahí, justo de donde provino el destello de luz, apareció una niña de cabello azul obscuro, casi negro, una gran marca azul que pasaba por su cara... sobre el párpado de su ojo, hasta llegar de su frente a su barbilla... como si se tratara de algún tipo de cicatriz colorida, y llevando puesta una gran gabardina negra.
     La chica estaba viendo a su alrededor como si nunca antes hubiera visto árboles, o como si los hubiera visto por última vez hace mucho tiempo.
Su expresión era seria, y a pesar de verse de la edad de Isa, sus ojos reflejaban madurez de mil años.

El Club de los Escritores PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora