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JAJAJAJAJA, ¿SORPRESA?
Hello, aquí Isita presente <333.

No se emocionen, es un capítulo más que nada para mantener vivo el suspenso, jsjsjs. Porque de aquí a que vuelva a actualizar, dos meses mínimo. Mis disculpas, pero también tengo mis razones y es que estoy en vísperas de exámenes de ingreso a la uni, y mi tiempo se irá reduciendo cada vez más por los estudios y tal.

Total, que estaba yo muerta de sueño por el primer día de clases, y me puse a arreglar cositas en un capítulo de esta misma historia. Le eché un vistazo a la próxima actualización y estaba mejor de lo que pensé, así que fueron apenas unos minutos de corrección y, ¡aquí está! Espero que sirva por lo menos para avivar la llamita de interés de los lectores. <333

Si encuentran errores, no duden en comentarlo para corregir de inmediato. Kisisss!

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Desde que tenía uso de razón, Levi siempre se había sentido conectado con la muerte, tal y como si esta acechara de manera constante a su alrededor para atacar en cualquier momento; aunque no precisamente a él, sino a sus seres queridos. Levi nunca conoció a su padre y su madre murió cuando él apenas estaba iniciando la primaria debido a una horrorosa Hepatitis B que la dejó fuera de combate, pues había sido una prostituta de escasos recursos y, por ende, sus posibilidades de recibir un tratamiento médico adecuado fueron nulas. Luego del fallecimiento de esta, fue la tía abuela de Levi quien aceptó su cuidado y crianza; un cargo que le duró dos años, hasta que un paro cardíaco la relevó mientras dormía.

Fue entonces cuando cayó en manos de su tío Kenny, un viejo alcohólico y adicto a las apuestas, pero el familiar que más le duró. A pesar de ser una persona de mierda y haberlo tratado como una rata, Kenny también fue quien más le enseñó. Su madre y su abuela lo habían criado como una masita, una masita que su tío convirtió en una roca. Kenny lo enseñó a defenderse contra cualquier oponente, independientemente de la experiencia o el físico de este, lo enseñó a sobrevivir y a adaptarse las diversas situaciones. Hasta que un día desapareció sin dejar rastro. Actualmente Levi continuaba preguntándose si había muerto de alguna forma estúpida, lo que no hubiese sido extraño debido a los líos en que siempre estuvo metido. O quizás solo lo abandonó sin más.

En cuanto aquello sucedió, él ya tenía sus buenos catorce años y se veía en la capacidad de enfrentar la vida solo. Aun así, los padres de Hange le abrieron las puertas de su casa y le brindaron la calidez de un hogar. Y Levi simplemente se olvidó de las constantes pérdidas que lo habían perseguido durante su existencia, al menos hasta que una pandemia se encargó de recordárselo. Ahora, más que nunca, era consciente de su extraña conexión con la muerte; una conexión que, al parecer, era capaz de llegar a tan macabro nivel.

¿Erick estaba muerto, y era un fantasma que solo él veía? Nunca creyó en esas cosas y aún se negaba a hacerlo, pero lo peor de todo era que sí tenía sentido, porque ninguno de sus amigos había reparado en su presencia. Además, el ser un fantasma justificaría todos los comportamientos raros del chico que seguramente fueron cubiertos por excusas tontas por parte de este y que, por supuesto, Levi se había tragado. Y se hubiese seguido tragando todas y cada una de esas mentiras, porque no había más remedio, porque no había otras razones. ¿A quién en su sano juicio se le hubiera ocurrido que había estado interactuando con un fantasma?

Ahora que lo pensaba, ¿aquella tumba en la que siempre estaba Erick era realmente de un hermano mellizo? ¿O era suya? Eso tendría más sentido, y si fuera el caso, ni siquiera se llamaba Erick.

Sintiendo como una arrasadora sensación de desconcierto lo embargaba, Levi liberó un gruñido desde el fondo de su garganta resopló con molestia, refregándose el cabello en un gesto de infinita frustración. Aquello era demasiado y su cerebro amenazaba con estallar en cualquier momento. Necesitaba respuestas, y un té negro.

Pero más las respuestas.

Tomando una decisión, Levi se levantó de la cama y fue hasta su armario. Cogió un atuendo cualquiera y mientras se cambiaba a tiempo récord miró el reloj: eran las seis menos cinco de la mañana. Había regresado del cementerio pasadas las dos y desde entonces había permanecido en la cama con los pensamientos atascados, durmiendo en intervalos de entre cinco y veinte minutos. Sentía hambre, sueño, y el dolor de cabeza estaba taladrándolo, pero nada de eso lo detuvo. Tomó la primera mascarilla que encontró, las llaves del apartamento y salió a toda prisa.

Volvería al cementerio, y obtendría esas respuestas.

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Connecting with Death ░ RiRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora