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—Creo que cuando esta semana acabe, esa tumba parecerá un auténtico puesto de flores —escuchó decir Levi a sus espaldas nada más dejar un gladiolo rosa sobre la superficie de piedra, en la cual todavía se hallaban el ramo del primer día y el girasol del anterior.

Soltando un bufido, él se puso de pie y se giró hacia Erick, quien lo miraba desde la tumba de siempre.

—No me gusta venir sin nada —fue su simple respuesta.

El perro callejero con traje de muerto le sonrió cálidamente.

—Eso es muy lindo.

Sin entender por qué, Levi sintió cómo una absurda pizca de vergüenza hacía mella en su rostro, por lo general inexpresivo, ruborizándolo. Tal vez se debiera a que hacía ya un tiempo desde que alguien no lo halagaba tan descaradamente; o quizá, solo quizá, ese comentario lo había pillado en un momento vulnerable. Tampoco entendía por qué, pero la compañía de aquel mocoso le resultaba tan rara como agradable.

Compañía. Casi había olvidado lo que era eso...

Durante los dos últimos meses, Levi se había pasado esquivando, en lo posible, cualquier contacto humano, sumiéndose casi por completo en su tristeza y dolor mientras mantenía su teléfono apagado y evitaba abrir la puerta; esperando que aquella pesadilla acabase pese a saber en el fondo de su corazón que no sería así.

Sí, realmente no había tenido deseos de hablar con nadie tras la muerte de su esposa, porque se negaba a aceptarla; aun así, quizá ya iba siendo hora de dejar de preocupar a sus amigos. Necesitaba seguir adelante.

—¿Quién era?

La repentina pregunta por parte del otro hizo que sus pensamientos se disiparan en un santiamén.

Parpadeando a causa de la confusión, él se volteó a verlo e inquirió:

—¿Qué?

—Ella. Que quién era ella —repitió Erick, devolviéndole la mirada con algo de temor; algo justificable cuando se hacían ese tipo de preguntas—. Hange Zoe.

Al escuchar su nombre, Levi olvidó momentáneamente cómo se respiraba. Sus hombros se pusieron rígidos y la tensión lo obligó a apartar la vista. Luego de un par de segundos en los cuales logró calmarse un poco, volvió a posar sus ojos en el chico para observarlo con fijeza.

Lo conocía desde hacía menos de cuatro días, por lo que prácticamente era un completo desconocido; sin embargo, ¿por qué no le incomodaba en absoluto el hecho de contestarle con sinceridad?

—Decir que era mi esposa le quedaría corto, muy corto —dijo al fin. Erick continuaba con la misma expresión—. Era mi compañera... mi mejor amiga. La persona que mejor me conocía.

Como pocas veces ese verano, el viento silbó cual canto de flauta y agitó las ramas de los árboles, causando que algunos de los pajarillos que reposaban en estas salieran volando y las abandonaran.

—Yo... lo siento mucho —musitó el otro con la mirada apagada—. Comprendo lo que es perder a alguien así de importante, y no tiene nada de bonito. ¿De qué murió? Si se puede saber, digo.

—Covid —contestó él con simpleza—. La habían operado de un tumor cerebral y estaba terminando el tratamiento, pero al parecer no pudo con eso.

—Oh...

Evitando deprimirse más tras dar aquella explicación, Levi intentó centrar su atención en otra cosa y de pronto se sintió extrañamente curioso por la comprensión que había mencionado Erick. Cierto, este también había perdido a alguien, recordó; alguien por el que pasaba muchas horas allí.

—¿Y él? —preguntó entonces, observando de reojo la lápida que se encontraba tras Erick—. ¿Quién era Eren? ¿A quién has perdido tú?

El perro callejero lo miró con algo de sorpresa; aparentemente, que le devolviera la pregunta lo había pillado desprevenido.

Esbozando una sonrisa llena de tristeza, le respondió:

—A mi hermano. Mi hermano gemelo —especificó—. Lo atropellaron mientras iba en bicicleta.

Levi alzó las cejas sin ningún disimulo, dejando en evidencia su asombro. El mocoso de seguro la había pasado muy mal, se dijo; más que mal, fatal. Si perder a alguien que se amaba siempre era algo difícil, perder el vínculo que se tenía con ese tipo de hermano debía ser como perder una parte de ti mismo. Ahora comprendía un poco mejor el por qué este pasaba tanto tiempo allí.

—Lo siento —murmuró. No sabía qué otra cosa podía decir.

Erick le mostró otra sonrisa triste. Era un chico verdaderamente expresivo.

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Connecting with Death ░ RiRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora