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Una vez más, Levi no había vuelto a pegar ojo. Un intenso dolor de cabeza lo taladraba con una broca de 6,5. El día anterior había pasado un extenso rato con Eren, hablando de todo y nada; el chico le había relatado la triste historia de cómo se dio cuenta de que era un fantasma y él le había explicado que todos sus amigos dejaron un lirio de agua en la tumba de Hange por su cumpleaños porque era la flor favorita de esta, ya que le parecía interesante y extraña. Sin embargo, nada más poner un pie de vuelta en su apartamento, los pensamientos de impotencia por no poder hacer nada para ayudar a Eren se apoderaron de Levi con más persistencia que antes. Y así había pasado toda la noche; de la cama a la cocina, de la cocina al balcón y del balcón al sofá. Cuando se quiso dar cuenta, ya había amanecido.

Dejando de lado la extraña razón del por qué era el único que podía verlo, estaba claro que Eren tenía algo pendiente en el mundo de los vivos, y ese algo era su asesinato. Esa era la conclusión a la que Levi había llegado. Ahora, ¿qué sucedería con el mocoso? ¿Iba a permanecer ahí toda una eternidad, junto a su tumba? Porque Levi le hacía compañía, pero en algún momento él también iba a morir, ¿y entonces qué?

La situación de Eren era peor que estar muerto.

—Levi... ¡Levi!

En cuanto Farlan chasqueó los dedos frente a su rostro, Levi salió del trance en el que se encontraba y parpadeó. Observó a su amigo, que había ido a visitarlo junto a un grasiento desayuno de churros y chocolate, y soltó un tosco «¿qué?».

—¿Cómo que "qué"? ¿Me vas a decir ya qué te tiene así? Tu cuerpo defintivamente está aquí, pero tu mente anda en otra parte —dijo Farlan antes de suspirar y mojar un churro en el bote de chocolate; el celeste de sus ojos reflejando preocupación—. Pensé que te encontrabas mejor.

Suspirando de la misma manera, Levi se cruzó de brazos y apoyó la espalda en el respaldo de la silla. Eran las nueve de la mañana y ambos estaban sentados en la mesa del comedor. Sus ojeras más pronunciadas que nunca.

¿Debería contarle a Farlan?, pensó. No, defintivamente no. Creería que eran delirios de un viudo en estado depresivo. Aunque... tal vez si no entraba en detalles...

—Conocí a alguien —fue su simple explicación.

Inmediatamente después de oír aquello, su amigo alzó las cejas y lo miró con evidente sorpresa. El churro enchocolatado que disponía a morder quedó suspendido en el aire, a pocos centímetros de su boca.

—¿Conociste... a alguien? —inquirió entrecerrando los ojos, como si estuviese dudando entre creerle o no. Levi asintió—. Pero... ¿te refieres a que hiciste un amigo? ¿O una chica? ¿Y dónde? Si no sales de aquí.

—En el cementerio. Pero eso no importa ahora —sentenció él, evitando dar más información, aparte de que tampoco estaba muy seguro de que cuál era su relación exacta con Eren—. El caso es que... ese alguien tiene un problema, un problema muy gordo. —Farlan pareció examinarlo durante unos segundos, pero finalmente soltó un «ajá» y se limitó a escucharlo mientras continuaba comiendo—. No tiene nadie a quién recurrir, y siento que yo podría... hacer algo por ayudarle; o intentarlo, al menos. Pero esa persona dejó en claro que no quería que me metiera en nada de eso por él, que solo necesitaba mi compañía.

—Entonces es un él.

Mierda.

—Dije que eso no importa ahora.

Farlan lo analizó nuevamente, dedicándole una larga mirada escudriñadora que consiguió incomodarlo. Se mantuvo así casi un minuto entero y finalmente le preguntó:

—Levi, ¿te gusta un hombre y lo intentas esconder? —Levi pestañeó confuso, cuestionándose internamente por qué su amigo había llegado a tan apresurada conclusión. Se preparó para abrir la boca y soltarle su mejor lista de groserías, pero Farlan fue mucho más rápido y continuó—. O sea, me sorprendería... porque nunca tuviste indicios de ser bi, pero... Bueno, realmente siempre tuviste indicios de asexualidad, así que por eso no podemos guiarnos. Lo que intento decir es que no ser heterosexual ya es casi que completamente normal en esta época, y yo soy un amigo moderno, no me importaría que fueras-

—¿Pero qué mierda estás hablando, imbécil? —gruñó él, frunciendo el ceño con algo de fingida molestia para camuflar la tonta vergüenza que estaba sintiendo—. Además, te dije que eso no importaba ahora, maldición, idiota. ¿Para qué me preguntas nada si cuando te estoy contando no dejas de interrumpirme?

Ante su agresiva respuesta, Farlan levantó las manos en señal de rendición. Sus ganas de pegarle un sopapo fueron en aumento.

—Bien, bien. Discúlpeme, señor Ackerman. Continúe su relato.

Levi arrugó más el entrecejo.

—Tch. Solo era eso, que no quiere que lo ayude, y no sé qué hacer, porque quiero ayudarlo.

—Mmm... —Farlan se refregó la cabeza pensativo, despeinando su melena rubia ceniza—. Bueno, dices que no tiene nadie a quién pedir ayuda, así que puede que sea porque le da vergüenza o culpa que... ¿lo ayudes? ¿Desde cuándo se conocen?

—Como un mes.

—¿Y no tiene a nadie? —Él negó con la cabeza—. Bueno, como te digo. Si solo te tiene a ti y no se conocen desde hace mucho, tal vez le haga sentirse mal dejar que lo ayudes. Pero eso no quita que necesita ayuda; así que, si de verdad crees que puedes hacer algo por él, díselo. Déjale en claro que es importante para ti y que quieres ayudarlo, insístele, y quizás afloje. Nadie quiere que sus problemas sean un peso para sus allegados, pero a veces debemos dejar que los demás nos ayuden. Para eso están los amigos.

Tras decir eso, Farlan le sonrió con su característica buena onda, eliminando cualquier rastro de broma en la conversación. Levi apartó la vista, meditando las palabras de este. La molestia y la vergüenza anteriores poco a poco comenzaron a abandonarlo.

Su amigo tenía razón: tenía que ayudar a Eren fuera como fuese, pero primero debía convencerlo de que se dejase ayudar. Por ahora, no iba pensar en cómo podría ayudarlo, pero tenía en claro que lo haría.

Se puso de pie de inmediato.

—¿Levi? ¿Qué pasa? —preguntó Farlan, alzando la mirada hacia él.

—Pasa que es hora de que termines de tragar y te vayas —contestó mientras caminaba a su habitación. Justo antes de adentrarse en esta, se volteó a mirarlo y añadió—: Gracias.

—¿Eh, qué? ¿Qué vas a hacer? ¡Levi, oye!

Era hora de ir al cementerio.

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Connecting with Death ░ RiRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora