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Sintiendo las manos ligeramente sudadas y temblorosas, Zeke tomó una profunda bocanada de aire en un intento de calmarse a sí mismo. Su padre, Grisha Jaeger, se hallaba en la cocina preparándose un café mientras le daba la espalda. Él se limitaba a observarlo desde la mesa.

Esa última semana se la había pasado buscando algún tipo de evidencia con la que poder demostrar que la muerte de Eren no había sido accidental, pero no había encontrado nada. Es decir, ¿qué cosa podía probar un asesinato en la ducha? Parecía un crimen tonto, pero en el fondo resultaba ser muy inteligente. Su padre había matado a su hermano en la ducha haciéndolo pasar por un accidente doméstico, sin más testigos que la propia víctima, y luego, como hubiese hecho cualquier otro padre, había llamado a una ambulancia, preocupado y desesperado; o al menos fingiendo estarlo. Lo único que tal vez se había salido un poco de su plan pudo ser eso que había dicho el médico, que describió el golpe como uno demasiado violento para ser causado por una caída; sin embargo, nadie realmente pensó en la posibilidad de un asesinato y Grisha logró salirse con la suya.

No obstante, a pesar de todo, aquel hombre seguía siendo su progenitor. ¿En verdad quería mandarlo a la cárcel? ¿Y si su mamá también había tenido algo que ver? ¿La mandaría a la cárcel a ella también? No estaba demasiado seguro de eso. Así que, dado que no había nada que pudiese incriminar a cualquiera de los dos, intentaría conseguir una confesión. Con un poco de suerte la grabadora de su celular, escondida en el bolsillo derecho de sus pantalones, grababa algo útil. Luego vería qué hacer.

Lo peor que podría pasarle era que le gritaran por pensar en algo como eso. Ajá, claro.

Tomando una última bocanada de aire, Zeke finalmente se armó de valor y llamó a su padre.

—¿Qué? —contestó este, volteándose a verlo al tiempo que bebía un sorbo de su taza de café.

—Uhm... Bueno, verás... —Zeke tragó saliva, nervioso ante la mirada escrutadora que el mayor le dedicaba a través de los lentes—. Desde hace algún tiempo he estado... pensando... una cosa.

Grisha musitó un escueto «ajá» y bebió otro poco de café. El overol azul oscuro de mecánico y el largo cabello castaño recogido en una coleta, desaliñado a causa del trabajo, lo hacían lucir más intimidante de lo habitual.

—He estado pensando acerca de la muerte de Eren —prosiguió él, llamando de inmediato la atención de su padre.

Después de la sorpresa inicial, este lo miró con extrañeza y preguntó:

—¿Qué pasa con eso? Llevabas tiempo sin mencionarlo, pensé que lo estabas superando.

Sí, aunque no lo pareciera, Zeke había sufrido mucho con la muerte de su hermano. Habían convivido muy poco en comparación a los hermanos normales que se crían juntos desde pequeñitos, pero había sido más que suficiente para que él le cogiese muchísimo cariño. Él lo había visto brillar luego de haber permanecido apagado tanto tiempo, y el hecho de que se hubiese vuelto a apagar para siempre fue un golpe muy fuerte. Estuvo meses con los ánimos por los suelos.

—Sí, lo sé... Pero bueno, pasa que últimamente he estado analizando algunas cosas, y creo que su muerte no fue ningún accidente. —Intentando que la expresión de fingida confusión de su padre no lo acobardara, Zeke se puso de pie y caminó en dirección de este. Al quedar justo a su lado, se apoyó contra la encimera y continuó—. En cambio, creo que a mi hermano... lo mataron. Y tengo suficientes razones para creer que fuiste tú.

Al escuchar tan directa acusación, los ojos de Grisha se abrieron pasmados antes de que su ceño se arrugara por completo.

—¿Pero qué estás diciendo, Zeke? —cuestionó su padre con gravedad, aunque de inmediato sus facciones se suavizaron—. Mira, entiendo que sea difícil vivir con el recuerdo de un hermano fallecido y repito que pensé que lo estabas superando, pero debes cuidar más tus palabras, esa fue una acusación muy grave... Creo que solo necesitas despejarte. ¿Qué te parece si te vas el domingo, que es tu día libre, con tus amigos por ahí? Podrían acampar y todo. Creo que en el sótano tengo guardada una tienda de campa-

—No, papá —lo interrumpió él; las piernas temblándole—. Es cierto lo que dices, es difícil vivir con la muerte de mi hermano, pero creo que ha pasado el tiempo suficiente para demostrar que el luto no me ha afectado mentalmente. Si lo hubiese hecho, ya se habría sabido. Estoy muy seguro de las palabras que estoy diciendo.

Los siguientes segundos su padre se mantuvo en silencio, sin decir nada, limitándose a observarlo fijamente.

—Bien —habló Grisha por fin, rompiendo el temeroso silencio que se había formado—. ¿Entonces cuáles son las razones que dices que tienes para creer que fui yo?

Zeke sintió el corazón latiéndole furioso, esparciendo el miedo y los nervios por todo su cuerpo. No obstante, supo recomponerse para parecer seguro y responder.

—Todos sabíamos que no le tenías mucho afecto a Eren, y que desde llegó mamá ha estado superarisca contigo. Incluso yo mismo creí que en cualquier momento te pediría el divorcio.

—¿Eso ya me convierte en un asesino? —cuestionó su padre, endureciendo su expresión—. Además, eso solo fue durante un tiempo. Después supe darme cuenta de lo mal que lo había tratado e intenté formar lazos con él. Pero me di cuenta muy tarde, por desgracia...

—Ya, claro... —Por acto reflejo, Zeke se llevó la mano al pantalón, sintiendo su celular por encima de la tela del bolsillo—. Comenzaste a tratarlo como un hijo y casualmente se resbaló en la ducha unos días después.

—En serio no me puedo creer que... Oye, ¿qué tienes ahí?

De pronto, sin darle tiempo a procesar, Grisha se aproximó peligrosamente a él. Zeke era joven y atlético, practicaba béisbol desde que estaba en primaria, por lo que también se podía afirmar que era bastante fuerte; aunque su padre fuese un poco más alto, era un hombre mayor y de seguro podría derribarlo con facilidad. Sin embargo, el hombre actuó sorprendentemente rápido y él estaba demasiado nervioso. Antes de darse cuenta, este ya poseía el celular en las manos, con la grabadora abierta.

Zeke boqueó un par de veces, esperando una mirada furiosa o incluso un bofetón. Pero en cuanto estuvo a punto de soltar alguna justificación sin mucho sentido, su cuerpo fue brutalmente estampado contra la encimera de la cocina mientras que las enormes y callosas manos de su padre rodeaban su cuello, apretándolo con fuerza. Su celular cayó al suelo con la grabación pausada.

—¿Q-Qué...?

Intentó hablar, formular desesperadamente una palabra, sin embargo, de su boca solo lograron salir balbuceos ahogados. Sus sentidos comenzaron a nublarse y respirar se volvió una tarea cada vez más difícil. Tardó un par de segundos en entender que Grisha lo estaba estrangulando.

Quería matarlo a él también. Su propio padre, a él.

—¿Qué estabas intentando hacer, eh? ¡¿Qué estabas intentando conseguir?! —vociferó este, rojo de la ira, totalmente fuera de sí. Zeke probó a gritar, a gritar algo, lo que fuese, pero las manos de su padre ciñéndose más a su cuello se lo impidieron—. ¿Estabas intentando que tu padre quedase como un asesino, eh, Zeke? ¿Eso intentabas, imbécil?

En algún momento el aire finalmente dejó de llegar a sus pulmones, por lo que no pudo hacer otra cosa que entrar en la desesperación, arañando y pataleando todo lo que pudiese alcanzar en un vano intento de que el otro hombre lo soltase. La saliva corrió por su mentón, los ojos se le llenaron de pequeñas lágrimas a causa de la asfixia y sus pensamientos se volvieron confusos. Poco a poco, el mundo se hizo lejano.

No obstante, una voz salvadora —y conocida— se escuchó a distancia al grito de «¡Grisha!», y el torturoso agarre de su cuello aflojó por completo, permitiéndole respirar.

Apenas se le hizo la luz, Zeke vio su oportunidad.

Quizás su reacción se debió al instinto ese de supervivencia del que se suele hablar, quién sabía. Él solo fue consciente de que en algún momento su padre había querido matarlo, y al siguiente el mismo se hallaba inconsciente sobre el suelo. Ni siquiera recordaba haber agarrado una sartén. Mientras tosía y recuperaba el oxígeno que se le fue negado, notó a su madre observando la escena desde la puerta, paralizada.

En aquel instante, viendo el susto y el asombro plasmados en los ojos azules de Dina, Zeke tuvo la certeza de que ella no pudo ser capaz de participar en el asesinato de Eren. Su madre era inocente.

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Connecting with Death ░ RiRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora