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El domingo resultó ser un día espectacular. Levi se despertó de un humor estupendo, se duchó y vistió cómodamente, y desayunó junto a Eren; quien a pesar de no necesitarlo, comió más que él. Se zampó cuatro tostadas con mermelada de fresa, dos vasos de zumo, una manzana, y casi lloró de alegría. Levi apenas fue consciente de cuánto subieron sus ánimos ante la expresión de felicidad del mocoso.

Luego del abundante desayuno, este le ayudó a limpiar y a preparar pizzas de beicon para el almuerzo, al cual le siguió un maratón de películas que duró toda la tarde, hasta el anochecer. Lo malo fue cuando se vio obligado a rechazar una invitación de Isabel y Farlan para cenar con la excusa de que ya había hecho planes con Erwin, otro de sus amigos.

No obstante, Farlan no dudó en aparecérsele la tarde del lunes por sorpresa, justo cuando él se encontraba tan a gusto con Eren en el balcón, mientras probaban una de sus nuevas adquisiciones de té.

Cuando Levi abrió la puerta, su amigo entró confiadamente y sin invitación, pasándolo de largo. Aquello causó que su ceño se arrugara.

—Claro, Farlan, que puedes pasar. Eres más que bienvenido aquí —le dijo sarcásticamente al tiempo que cerraba la puerta.

—Lo sé —respondió el otro con un tinte de diversión en la voz, tomando asiento en la mesa del comedor.

Cuando Levi se disponía a acompañarlo, Eren hizo su aparición en el salón, quedándose absolutamente quieto al notar la nueva presencia. Ante su mirada inquisitiva, él solo se encogió de hombros y le indicó con un ligero cabeceo que lo esperase. Eren obedeció yendo al sofá.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en cuanto estuvo sentado junto a Farlan.

Su amigo se echó contra el respaldo de la silla y trepó los pies sobre la superficie de la mesa.

—Es que, adivina quién habló con Erwin y descubrió que anoche nos mentiste.

«Mierda», pensó Levi, desviando la vista. No estaba al pendiente de que Farlan y Erwin mantuvieran un contacto íntimo sin él o Hange de por medio. Suspiró a modo de rendición, sintiendo cómo era taladrado por un par de ojos celestes.

—Lo siento... —musitó—. Fue solo que... no tenía ganas de salir, y me daba pena decirles que no así sin más.

—Mentira —replicó Farlan con rapidez—. Tú nos hubieses rechazado directamente: te conozco bien, enano amargado. Así que dime, ¿pasaste la noche con ese chico al que querías ayudar, el del cementerio? Puedes confiar en mí, que no te voy a juzgar, ya te lo he dicho.

Al presenciar cómo su amigo esbozaba una amplia sonrisa socarrona en su dirección y levantaba varias veces las cejas, Levi no pudo evitar ponerse rojo, sobretodo porque Eren de seguro estaba escuchando la conversación desde su lugar. Carajo, ¿para qué mierda mintió entonces?

Ante su reacción, Farlan ensanchó la sonrisa y exclamó:

—¡Mírate nada más, sonrojándote como una colegiala! ¡Entonces tengo razón!

—No estuve con nadie, imbécil —reclamó él, intentando verse enojado por encima de la vergüenza—. Estuve en casa, nada más, leyendo.

—¿Qué leíste?

Levi boqueó un momento, buscando entre sus pensamientos el nombre de algún libro que pudiera haber estado leyendo.

—El amor en los tiempos del cólera.

Awww. Que lindo —dijo el otro—. No estuviste con el chico del cementerio, pero sí que estuviste pensando en él. ¿Te gusta mucho?

—¡Que no, pesado!

—¡Estás rojo!

Deseando que se lo tragase la tierra, Levi no pudo hacer otra cosa más que meterle una patada a la silla de Farlan y mandarlo al suelo. Aunque, después de la sorpresa inicial y el quejido de dolor, este se desternilló de la risa allí mismo.

Puta vida.

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Connecting with Death ░ RiRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora