Capitulo 9

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—¡Te vas! — exclamó Valeria —. ¿Tus padres están de acuerdo? Pero si apenas acaba de terminar tu especialidad en cirugía.
—¡Sí! Me voy. Soy mayor de edad y ellos no tienen porque oponerse, sabes que mis padres siempre me apoyan en todo.
—Pero esto se me hace demasiado ¡No puedo creer que te vayas a ir a médicos sin fronteras!
—¡Yo tampoco lo puedo creer! Pero me dijeron que allí hago más falta y que soy muy buena en lo que hago. Por otra parte, me apetece ir ayudar.
—¿De verdad lo haces por eso? ¿No hay ninguna decepción amorosa de por medio? — le pregunto Valeria mirándola a los ojos intentando ver la verdad en ellos.
—No. No es por eso, Vale. Solo quiero ir a ayudar a esas personas. No me he enamorado y no pienso hacerlo de nuevo, estoy bien así como estoy ahora.
—Bueno, igual tienes razón. Te vas por dos años y luego pueden ser tres en la relación y no sería padre.
—Eso sería muy desagradable — dijo riendo —. Pero no tengo de que preocuparme.
—Bueno ahora solo prométeme que vas a cuidarte, eres mi otra mejor amiga aparte de Amelia, tu y ella son mis amigas las serias, las que quiero y aprecio con mi loco corazón.
Eve le dedicó una sonrisa tranquilizadora a Valeria y después la abrazo, su amiga había dicho estás palabras con verdadera preocupación y cariño, pocas veces hablaba tan seria.
—Estaré bien, te lo prometo.
Willy, Beth y Valeria fueron a despedir a Eve al aeropuerto, allí se despidió con fuertes abrazos y besos de todos ellos.
Cuando estuvo en el aire rumbo a su destino, sintió un poco de miedo el saber que estaría sola en un lugar inhóspito rodeada de desconocidos, pero el solo hecho de pensar en que podría brindar su ayuda a personas necesitadas le daba la motivación suficiente para no arrepentirse de haber tomado la decisión de ir hacia un futuro incierto en ese nuevo lugar.
En el aeropuerto alguien la esperaba, tal y como le habían dicho, se sorprendió al ver que ella no era la única que esperaban, pues junto con ella llegaron diez médicos más, cuatro mujeres y seis hombres que al igual que Eve se unían a la causa, en total eran once médicos para ayudar y todos también habían sido aconsejados de que llevaran una pequeña maleta con lo indispensable.
Una vez todos reunidos, el hombre que los esperaba los guío hasta la camioneta que los llevaría finalmente a su destino, del cuál tenían tres horas más de camino por delante antes de llegar. El lugar al que se dirigían era una zona de desastre tras el paso de un huracán, que había dejado daños y destrozos en un pueblo en el cual había poco acceso a automóviles por la afectación, por eso no les extraño que a último momento tuvieran que terminar el trayecto a pie hasta llegar a dónde se encontraban algunas tiendas de campaña provisionales en las cuales se atendía a los heridos.
Tanto Eve como el resto de sus colegas se sorprendieron al ver todo el caos que había, Eve y el resto de compañeros sabían de antemano que aquello sería como estar otra vez haciendo su servicio, pocas horas de sueño, comida y comodidad, pero las ganas de ayudar a las personas, era más grande que esas pequeñas prioridades de la vida.
En cuanto llegaron se ocuparon de tratar y atender a las personas que llegaban cada dos por tres, algunas tenían lesiones leves, otras graves de las cuales Eve se hacía cargo en una casa de campaña que habían levantado solo para casos mas graves a la espera de algún helicóptero.
La primera semana fue dura para Eve y sus demás colegas recién llegados, las emergencias eran las veinticuatro horas del día, tenían pocos descansos y también pocos momentos para comer, pero lo más importante para ellos como doctores era tratar de salvar las vidas de cada persona que llegaba a sus manos.
Eve estuvo dos semanas en ese lugar de desastre, después fue viajando de un lado a otro con sus mismos colegas, iban de un desastre a otro, de ciudad a ciudad, de pueblo a pueblo y después al paso de los meses fueron de país a país, todos  ellos dominaban el inglés, un requisito primordial que todos ellos como médicos sin fronteras debían de cumplir para poder pertenecer a la organización.
Eve jamás se imagino ser como una especie de mochilera o una trotamundos cómo sus padres, pero en corto tiempo había recorrido muchos lugares, pero solo para encontrarse con imágenes demasiado crueles y aterradoras, de los desastres que ocurrían ya fuese por la naturaleza o por la mano del hombre. Algunas le llenaban de ira, coraje e impotencia, pero sabía que no podía arreglar el mundo ella sola, por eso sentía cierto alivio al saber que estaba haciendo algo por ello, al ayudar a curar y atender a cada persona que llegaba a ella.
Sin esperárselo Eve tenía un nuevo estilo de vida, uno muy distinto al que estaba acostumbrada en la ciudad, pero al ver todas las necesidades de la gente y las situaciones tan difíciles que atravesaban todas las personas que llegaban a ella heridas, la hacían sentirse afortunada de la vida que tenía y que un mal amor no era nada comparado con lo que miraba en cada lugar que iba.
Eve comía lo que le daban, todo era bien racionado y rara vez tenían la oportunidad de conseguir algo diferente para comer, había bajado unos kilos, estaba más delgada y no quería que su madre la viera, había evitado a toda costa las video llamadas, por eso solo hacía llamadas normales y breves, pues no tenía mucho tiempo libre y cuando lo tenía lo quería solo para descansar.
Cuando se desnudaba para una ducha rápida y con apenas un poco de agua, notaba que los huesos de su clavícula estaban más saltones que antes y que también tenía ojeras de bajo de sus ojos, no era la única que estaba así, sus colegas estaban igual que ella, pero aún no pensaba volver, porque se sentía bien ayudando al prójimo, se dio cuenta de que nadie sentía el dolor del otro, que el dolor era único e inigualable en cada persona y Eve lo sabía mejor que nadie.

Entre las flores (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora