Una tarde Ariel dejo en casa de sus padres a Abril, él iba hacer unos mandados y no quería que su mujer se quedará sola en casa a solo un mes de dar a luz, ni tampoco quería llevarla con él a la ciudad porque hacía demasiado calor y él quería conducir rápido para estar pronto de regreso y así reparar unos cercos con el alambre de púas nuevo que traería, para evitar que el ganado volviera a salirse.
Cuando Amelia volvía del campo con su padre esa misma tarde, escuchó que su madre hablaba con alguien más, Isaac y ella se detuvieron en el porche trasero para escuchar de quién se trataba aquella voz femenina, no querían entrar sudorosos y que los viera la visita, tanto padre como hija, eran iguales de tímidos y callados, pero al saber que se trataba de Abril, se quitaron las botas y el sombrero de palma y entraron a casa a por un vaso de agua.
—¿Como estás Abril? — la saludo Isaac cuando entro.
—Bien ¿Y usted?
—Regular, bien estaba yo hace unos veinte años atrás — dijo riendo.
—Usted y sus cosas don Isaac.
—Es la verdad mi’ ja — y se fue a la cocina en dónde ya Amelia había mitigado su sed —. ¿Tienes algún problema con Abril? — le pregunto Isaac.
—No ¿Por qué?
—No la has saludado.
—Moría de sed, pero ahora voy y la saludo.
Sin poder escaquearse más Amelia volvió a dónde su madre y Abril conversaban de algo, Amelia llegó en silencio sin interrumpir a las hablantes, pero tras un momento Clemencia y Abril guardaron silencio y dirigieron sus miradas a la silenciosa Amelia.
—Amelia tan callada como siempre — comento su madre.
—¿Cómo has estado Ame? — le pregunto Abril llamándole con aquel diminutivo que usará cuando Amelia creía que su cuñada la amaba.
—Bien ¿Y tú? ¿Va todo bien con el bebé?
—Si, todo va bien — respondió acariciándose el vientre y Amelia no pudo evitar seguir el movimiento de sus manos.
—¿Dónde está Ariel?
—Ha ido comprar alambre de púas — le informo su madre.
—¡Se está moviendo ahora! ¿Quieres sentirlo? — la pregunta fue dirigida a Amelia.
—¡Siéntelo! — la insto su madre llena de emoción —. Así tal vez quieras casarte pronto y tener un hijo.
—No lo creo mamá — respondió Amelia mirando los ojos de Abril, quién tomo la mano de Amelia y la coloco sobre su vientre, justo dónde su bebé se movía.
—¿Lo has sentido?
—Si — contesto Amelia a Abril sin dejar de mirarla a los ojos.
Se dio cuenta de que el embarazo le había sentado de maravilla, se miraba aún más hermosa. Su mirada era aún más luminosa al igual que su sonrisa, indicándole de que era feliz en su matrimonio y con esto Amelia termino por desechar aquella minúscula parte de ese amor que aún alertaba por la mujer de su hermano.
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Entre las flores (En Amazon)
Romansa¿Que tienen en común una doctora y una mujer veterinaria que ama el campo y el cultivo de las flores? Abril y Mayo, estación de primavera pero en su corazón solo había un frío desierto incapaz de volver a un estado neutral. Eso es lo que había en co...