Capitulo 6

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Amelia colgó y sonrió feliz de que su amiga Valeria aceptara pasar unos días con ella en su terruño, Amelia extrañaba tener compañía, alguien de su edad para poder hablar o pasear y nadar en el arroyo, sería la primera amiga que llevara a casa de sus padres. Pero la invitación de Valeria a su casa tenia un fin, necesitaba una voz diferente a su alrededor para que uno de sus futuros proyectos a largo plazo pudiera ver la luz en algún momento y necesitaba saber la opinión de Valeria, si ella también podía verlo, si lograba ver lo grandioso y maravilloso de aquél lugar, porque Amelia quería mostrarlo al mundo, que conocieran el lugar que la hacía feliz y del cuál no pensaba salir nunca.

Estaba segura de que ahora menos que nunca saldría de ese lugar en el que respiraba aire puro todos los días y despertaba cada mañana llena de emoción por ver los campos llenos de rosas bañadas del rocío de cada amanecer y se sentía orgullosa de que su padre compartiera con ella ese amor por la naturaleza que los rodeaba.

Una tarde en la que solo se encontraban Amelia y su madre a solas en casa, Clemencia hizo la pregunta que por años le llevaba carcomiendo la cabeza, pero por temor a que Amelia recayera en depresión lo evito y ahora le parecía el momento adecuado para hacerlo, ya había pasado bastante tiempo y Amelia parecía estar bien.

—Nunca me has dicho que te llevo aquel día, en la boda de tu hermano a emborracharte de esa manera — abrió la conversación y Amelia la miro desconcertada por un momento —. ¿Alguien te rechazo?

—Algo así.

—¿Algo así? ¿Cómo se llama?

—No tiene caso mamá.

—¿Acaso no confías en mí? Soy tu madre.

Amelia la miro por un momento pensando en si de verdad podía confiar en ella, era su madre y si no podía contarle a ella lo que le pasaba  ¿a quien más iba a poder contarle?

—Estaba enamorada de Abril.

Los ojos de Clemencia se abrieron como platos por la sorpresa de escuchar decir a su hija que de la persona que estaba enamorada era de una mujer y ni más ni menos que la de su hermano, Amelia observó el rostro de su madre deformarse por el disgusto y la cólera, sin verlo venir y mucho menos esperárselo, Clemencia le dio una bofetada, era la primera vez que la golpeaba de esa manera y que la miraba de una manera que nunca jamás lo había hecho.

—¡Eres una degenerada! ¿Cómo puedes decir algo así?

—¡Esa es la verdad mamá! Tú querías escucharla — respondió Amelia —. Esa es la pura verdad. Me gustan las mujeres y ella fue de quién me enamore, la que me rompió el y me dejó así de triste por casarse con mi hermano.

—¡Estás loca Amelia! Debes de sacarte esa idea tonta de que te gustan las mujeres de la cabeza — la reprendió con voz histérica —. No vuelvas a decir eso o a posar tus ojos en una muchachita del pueblo, porque haré que te cases con un varón, así como Dios manda y no me va importar si lo amas o no.

—¡Antes muerta madre! — exclamó Amelia dolida por lo que escucho de su madre —. Tus ojos nunca verán eso.

—Pues yo nunca permitiré que hagas el ridículo con otra mujer ¡Primero muerta! — sentenció su madre —. Me has escuchado ¡Muerta! Será de la única forma en que tú podrás hacer lo que te dé la gana.

Entre las flores (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora