CAPITULO 3

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        “Es uno de mis defectos"
     “Las mejores personas suelen reconocer sus defectos" eso suele decir mi abuela; pero este hombre tiene algo diferente, algo me dice que reconocer sus defectos no lo hace buena persona, creo que los conoce muy bien, y no le importa admitir que los tiene si puede tomar ventaja de ellos.

     - Sr. Gallagher, debo retirarme. Con permiso, que tenga buena noche.

     - Lo dudo – Dice escogiendo los hombros – Hay mejores maneras de pasar la noche y no es con un postre regado en tu traje nuevo. – Mencionó lo sucedido en el salón de fiestas para mi vergüenza - Aunque, hay otras maneras de terminar con el postre encima que no implique dañar la ropa.

     Me quedé pensando un instante en las formas que podría terminar con un postre regado encima, cuando caí en cuenta a lo que se refería decidí guardar silencio. Sentí el rostro totalmente caliente y supuse que estaba rojo. Diablos.

     Tomé mi bolsa e intenté hacer algo con mi cabello para disimular el bochorno mientras una sonrisa cínica se dibujaba en su rostro. Paso a su lado sin mirarlo a la cara y comienzo a caminar, realmente me urge una retirada digna, y no la tendré si me mantengo cerca de él, presiento que sus comentarios los hace solo para molestarme o incomodarme, no se que pretende, pero no pienso darle otra oportunidad y salgo del edificio.

     De camino al estacionamiento me encuentro con George.

     - Ekatherina, iba a buscarte. – Estaba caminando en mi dirección. - Si necesitas que te lleve lo haré de inmediato, ya le dije a Leslie que se encargara mientras te llevo a casa.

     Alguien se aclaró la garganta detrás de mí, ¿Qué demonios? No lo escuché.

     - No hace falta Sr. Callaghan, ya Ekatherina y yo quedamos en que la llevaría a casa. - Se escuchaba cierta hostilidad en su voz, lo que era extrañó ya que George no le había hecho nada. O por lo menos nada que yo hubiese visto.

     - Sr. Gallagher, realmente no es ningún inconveniente, además lo que le ha pasado a Ekatherina ha sido estando bajo mi cargo, por lo tanto, me siento responsable de ella.

     - Pues lo libero de su responsabilidad, en este momento ella está bajo mi cuidado, y no pienso dejarla sólo porque usted se sienta culpable. Atienda a los invitados, y no pierda la oportunidad de ampliar su cartera de clientes. No se preocupe por el inconveniente causado, estoy seguro que los invitados notaron que nada de lo ocurrido fue su culpa o de alguno de sus empleados, yo llevaré a Ekatherina hasta su casa y me aseguraré de no irme hasta dejarla segura dentro de ella. – Me sentía un objeto que vapuleaban de un lado a otro.

     De repente una mano enorme rodea mi brazo y me dirige hacia el estacionamiento y me encuentro frente a un auto negro, deportivo y con ventanas tintadas.

     No puede ser, este parece el auto que casi me atropella hace unas horas.

     - ¿Se te hace conocido? – Pregunta con diversión marcada en el tono de su voz – Imagino que sí, suelo correr un poco, pero no te preocupes, los frenos funcionan muy bien, como pudiste comprobarlo más temprano.

     - ¡Oh por Dios! – Dije cayendo en cuenta de que era el conductor del auto negro - Lo lamento mucho, supongo que lo asusté al aparecer de repente frente a su auto. Es que, se me hizo tarde y no me fijé antes de cruzar, sé que fue mi culpa, generalmente suelo tener mucho cuidado cuando cruzo las calles y… - Un ademán de su mano me detuvo en medio de mi disculpa, como si intentará restarle importancia.

     - Realmente no importa. Además, imagino que tu llevaste la peor parte del susto, yo por otra parte, salí ganando. Sube. – No sabía exactamente a que se refería, así que dejé pasar por alto su comentario. Al subir el perfume de mujer llenaba el ambiente de la cabina y no era precisamente el mio, eso me hizo recordar la escena del estacionamiento.

     Supuse que debía ser el perfume de la rubia de pechos gigantes, aunque no se que hizo con ella después del espectáculo montado durante la cena. A juzgar por su aspecto no parecía que estuviese muy sobria y por el poco tiempo que le tomó llegar a la habitación de invitados dudo mucho que él la hubiese llevado a su casa. Quizá llegaron juntos, pero decidió enviarla a sola y lo está esperando para solucionar lo que sea que haya pasado entre ellos.

     - Si tiene algún compromiso esta noche, no debería molestarse en llevarme a mi casa, bien le puedo hacer llegar la chaqueta a cualquier dirección que me entregue.

     - ¿Que te hace pensar que tengo algo que hacer esta noche? – Sonaba molesto - Y al diablo con la chaqueta, puedes quedártela si lo deseas, te sugiero que no supongas cosas sobre mí. No te conviene. - Cerró sus ojos fuertemente, tomó una respiración profunda y arrancó el auto como si no hubiese un mañana, apreté mi mano sobre el reposabrazos para evitar soltar el grito que tenía atrapado en la garganta.

     - Lo siento. - La velocidad vertiginosa a la que manejaba me dejó sin aliento – Debería bajar la velocidad. Y si lo digo es porque realmente no quiero causarle un inconveniente, podría dejarme por acá y yo pediré un taxi. – Disparó su mirada hacia mí y me pareció ver un relámpago de ira marcado lo profundo de sus ojos.

     - ¿Está tratando de deshacerse de mí? ¿Qué? ¿Le da vergüenza que la vean conmigo? No me molestaría que así fuera, si yo fuera usted, también me daría vergüenza estar conmigo. - Su mirada se fijó en la carretera y presionó un poco más el acelerador, ¡Ay Dios! Esta situación ya me estaba asustando un poco más de lo normal.

     A todas estas ¿Por qué debería darme vergüenza que me vean con él? Que hombre más extraño, esa no es una frase que uno ande diciendo porque sí. Y ahora ¿por qué me trataba de usted? Estaba molesto, y al parecer cuando está molesto prefiere la distancia que marca la formalidad. Aunque tampoco recuerdo haber accedido a ser tuteada.

     - Creo que es usted el que está suponiendo cosas sobre mí. - Dije ya molesta - Además a penas conozco su nombre como para suponer esas cosas, y las ventanas de su auto están lo suficientemente tintadas como para que alguien suponga que va alguien más dentro aparte del conductor. - Su mandíbula se tensó tanto que por un momento pensé que podría fracturar el hueso. Sin embargo, la velocidad del vehículo se hizo un poco más lenta.

     El silencio se extendió en la cabina y el ambiente se tornó gélido, como si su ira fuese palpable, de repente presiona un botón en el volante, el rock fue nuestro acompañante y el único que llenaba el silencio de la cabina. A medida que manejaba el ambiente se fue calmando de manera paulatina.

     - Debes darme dirección, no sé dónde vives. – Su frase me tomó por sorpresa, pero fue entonces al mirar al frente que me di cuenta que todo ese tiempo habíamos estado dando vueltas en la ciudad.

En los Ojos de MagnusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora