Ellos Son Mi Oscuridad

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Fue entonces cuando le partí el cuello…

Mis palabras son vacuas. Mis ideas igual de vacías. Mi cuerpo es sencillo. Y mi alma es producto de los seres incorpóreos que rondan el mundo, que merodean en secreto por el universo. Ellos susurran… murmuran cosas. Cosas que, pese a que no las dicen con palabras en lenguaje común, sé lo que tratan de expresar. Soy capaz de entender lo que tratan de comunicarme. Lo sé porque están dentro de mi mente. Y eso me vuelve loco. La desesperación me invade. Ella me mira asustada.

—¿Qué te sucede, amor? —me pregunta mi esposa con su tierna carita que pierde su suave color al mostrarse preocupada.

—No… tengo… idea.

Día tras día ellos me persiguen. Yo intento ignorarlos, pero son persistentes los muy bastardos. Nada los detendrá. No hay fuerza sobrehumana o poder divino que los aparte, que se los lleve lejos de aquí, porque ellos en sí mismos son divinos y sobrehumanos. Pero, ¿eso no debería hacerme sentir bendecido? ¿Especial? ¿No debería hacerme pensar que tal vez he sido escogido para algo más grande que ser un simple hombre de negocios intentando mantener a la mujer que amo?

Eso tendría sentido. Al menos para mí. Pero no lo tiene porque ellos también son seres espectrales, no dignos de confianza. Sean lo que sean, me asustan porque sé que es lo que quieren. Y eso es lo que de verdad me hace temblar.

Llevo dos días encerrándome en lo oscuro de mi habitación, ocultándome en un rincón como un pobre y patético hombre. Siento crecer algo maligno dentro de mí.

—¡Déjanos entrar! —ahora gritan.

—¡No! ¡Largo! ¡Aléjense!

—¡Tú nos perteneces!

¿Por qué tuve que ser castigado de esta forma? ¿Qué hice yo para merecerlo? He tratado de encontrar una respuesta. Algo que me explique el porqué de estas terribles cosas que están pasando, pero no hay nada. Es como si el mundo mismo se las hubiera apañado para abandonarme, para olvidarse de que existo. ¿Qué me sucede? ¿Quién soy? ¿Quiénes son? Son fantasmas, tal vez. Manifestaciones provenientes de lo más repugnante del inframundo. No importa realmente lo que son. No hay descripción para ellos. Sólo importa lo que quieren.

—¡Te queremos a ti!

—¡¿Por qué?!… ¡¿POR QUÉ?!

Ella golpea la puerta. No quiero abrirle; no puedo. No debo dejar que me vea en este estado. Me mata que ella también deba sufrir. Que mi dolor, mi tormento, lo arrastra ella. No es justo.

—¿No ven que la hago sufrir? —las lágrimas resbalan con desesperación por mis mejillas, siento unas ganas incontrolables de lanzarme por la ventana y estrellarme contra el suelo para nunca volver a levantarme—. ¡Ella no lo merece!

No les importa, quieren que vaya con ellos… que los deje entrar.

Se acabó tu tiempo.

¿Tiempo? ¿Cuál tiempo? ¿Por qué quieren que vaya con ellos? ¿Para qué? Preguntas. Son muchas. No hay respuesta. Me enferma. Mi mente gira. Estoy mareado. No comprendo.

Mi amada ahora empuja y golpea la puerta desesperada… aterrada; sabe lo que soy capaz de hacer, me conoce bien. Con desgarradores gritos de histeria me exige que abra la puerta.

Ya no tengo la voluntad para levantarme. Ellos me están mostrando algo. Algo que estuvo oculto en lo más profundo de mi mente. Enterrado hasta el fondo. Y ahora está saliendo a la superficie otra vez.

¿Otra vez?

 —sisean con excitación.

Veo cosas horribles. No… ¡No!

Era otra persona. Una chica a la que yo amé antes. Traté de llevar una vida diferente, una personalidad mucho mejor. Pero eso nunca iba a ser posible. No lo iba a ser ahora y no lo fue esa vez.

La maté. Mi monstruosidad me obligó. ¡Lo lamento!, le grité al cuerpo sin vida de aquella amada, aunque ahora apenas la recuerdo en su totalidad. Parece ser producto de una vida pasada. Una que hace tiempo abandoné.

Nos lo prometisteSe acabó tu tiempo. Ven a nosotros. ¡Regresa!

Mi oscuridad renace de las cenizas que quedaron esparcidas en mi mente. Ahora están juntas de nuevo. Todo quedó tan claro. Ahora sabía quiénes eran.

Eran yo.

Me levanté del suelo, finalmente comprendiendo. Conociendo la verdad. Yo había amado una vez hace tiempo, tal vez a más, y todas ellas eran polvo en la tierra. Siento que camino sobre sus cuerpos sin vida. Enterradas en algún lugar debajo de la tierra.

La última vez creí que podía apartar mi necesidad e hice un pacto con los seres oscuros y endemoniados dentro de mí.

—Déjenme amar por última vez —les había suplicado—. Quiero sentirlo de verdad por mucho, mucho tiempo.

¿Cuánto tiempo?

—Hasta que muera.

Avancé hacia la puerta. Como ellos me habían pedido, tenía que regresar. Y antes de que fuera mi fin, antes de morir, ellos quieren que vuelva a ser yo. Y debo obedecer.

Abrí la puerta.

Ahí estaba ella, mi esposa, con sus ojos hinchados, su precioso rostro hecho un desastre a causa de las lágrimas. Me miró y notó lo deshecho que estaba, pero ella no entendía. ¿Cómo podía hacerlo? No estaba mal, simplemente había vuelto. Era yo regresando. Se aparta asustada al ver mis ojos, que están siendo consumidos por mi necesidad.

Se acabó mi tiempo —fue lo último que ella escuchó.

Fue entonces cuando le partí el cuello.

Su cuerpo sin vida cayó al piso. Su mirada claramente expresaba no entenderlo.

Ellos habían dejado de hablarme. Ya no tenían que hacerlo, porque de nuevo mis voces y yo; mi oscuridad y yo; esos seres espectrales, divinos y yo, éramos uno. Y así acabaríamos.

Fui a la cocina,  tomé un cuchillo y regresé con la misma decisión hacia donde estaba Rachel.

—Te amo —mis entrañas se retorcieron, mis ojos se llenaron de un dolor bestial. La sangre brotó de mi pecho y se esparció por el suelo. Caí de rodillas y saqué el cuchillo. Con furia, con horror, volví a meterlo con fuerza, haciendo otro agujero en mi cuerpo.

Sangre… vi la sangre reptando por el piso, roja y oscura como yo. Me encontraba al lado de Rachel, la última mujer que amé… que amé de verdad.

Ella, justo a un lado de mi última víctima: yo.

Poderosa NarrativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora