Nuestra Llameante Sinfonía

107 5 3
                                    

Recuerdo perfectamente aquél día. Ese en el que las cosas más maravillosas y excitantes sucedieron una sobre la otra. Sin apuros… con tormento.

¡Qué no daría yo por volverlo a ver!

Palabras de amor fueron dichas. Ahora extraño su voz. Esa voz susurrante y seductora que me erizó en su momento los vellos de la nuca y me puso la piel de gallina.

Él me besó primero y yo sólo dejé que las cosas siguieran su curso. Nervioso fue al principio, pero su respiración de timidez poco a poco dejó paso a una respiración entrecortada y con unas ansias locas a las que no me pude resistir.

Me desconecté del mundo y de mi propia mente. La dejé a un lado y me concentré en lo que estaba esperando. Nuestras bocas se devoraron de un momento a otro, dejando lo tierno arrinconado. No importaba. Esto era perfecto.

No supe cuando llegamos al colchón. Ahí sus labios besaron con ardor todo mi cuello para volver después a mis labios. Nuestras lenguas se encontraron… y tomamos lo que nos pertenecía en ese momento. Poco a poco me di cuenta que aún cuando nos estuviéramos arrancando los labios con poseso, había una sed que me era imposible dejar de saciar.

Sus manos dejaron toda preocupación y se centraron en mi cuerpo. Rozaron mis piernas y subieron lentamente hasta mis senos. Dejé que tocara todo lo que quisiera. Pronto, yo me vi rodeada de una sensación embriagadora de placer que no podía frenar. Se dio cuenta de eso… y ya no hubo lentitud.

Metió las manos en mi blusa y con sus firmes manos fui tocada. Yo no podía esperar más. Lo levanté como pude y le desabroché el pantalón, al tiempo que él me quitaba lo que traía puesto. Con trabajo, pero totalmente emocionado, desabrochó el sostén y no se pudo resistir a la forma de mis pechos, al tacto con ellos. Fui consciente de la erección en su sexo cada vez más fuerte, y pude sentirlo. Él fue tocado por mi mano que no podía reprimir la urgencia de descubrirlo más.

Finalmente él se quedó sin ninguna prenda. Yo ya no tenía mis pantalones, aunque no me di cuenta de cómo me los despojó. Sobre la cama, él tocaba ahora mi sexo con lentitud, y de vez en cuando lo hacía más fuerte. Los sonidos de placer eran algo que no se podían evitar. Yo hacía todo lo que podía por tocarlo a él. Seguía sin saber nada, sin pensar en nada. Sólo lo sentía en mi mano y mis deseos aumentaban mucho más.

Besó mi cuerpo con un fuego apasionante y recorrió todo cuanto pudo de él con sus manos, labios y lengua. En un instante no pude soportarlo más. Fue cuando todo lo acumulado en ese rato salió a la superficie como una llamarada. Fue cuando, sin siquiera saber cómo, yo ya no tenía nada de ropa sobre mí.

Con desesperación y más que deseo, él se movía al tiempo que yo dejaba que la Naturaleza siguiera su curso. Podía sentirlo sobre y dentro de mí. Ya no había timidez ni nerviosismo. La habitación se había convertido en un lugar tocado por los fuegos deseos y la pasión abrumadora que la noche despertaba en nuestros interiores. No había prisas, pero al mismo tiempo nuestros cuerpos se movían y agitaban con tal desesperación, que no sé cómo es que ni yo ni él terminamos antes de lo esperado.

Yo gemí. Él gimió. Las carnes se unieron con cadenas invisibles y se formó una sola cosa tangible y no tangible.

En poco rato, yo estaba sobre él y dejaba que hiciera lo que se le viniera en gana. Fui tocada con más urgencia y yo me abracé a él. Sus labios me rodearon completamente. Tanto cuello como estómago. Tanto labios como senos. Con mis manos agarré su cabello, mientras nos movíamos al compás de una poderosa y bella sinfonía, orquestada simple y llanamente por nosotros, nuestras pieles y nuestros corazones. Nuestro calor.

Gritamos, no, gemimos cuanto pudimos. No había placer más grande. Nuestras manos se aferraban a nuestros cuerpos… las mías, sin embargo, adoraban su espalda. Me hizo el amor como una fiera salvaje, mezclada con lo dulce de una tierna y hermosa criaturita.

Quería que terminara ya. Quería sentir el clímax que tanto anhelábamos. Pero al mismo tiempo, sentirlo conmigo y en mí era la cosa más inquietante y emocionante que me había pasado. Tampoco quería dejarlo.

Pero llegó un momento en el que él ya no pudo más. Lo preví, pues se agitó con frenesí dentro de mí y se aferró a los bordes de la cama, mientras gritaba de placer. No pude hacer nada para que su excitación no me fuera contagiada. Sentí lo que él sentía… y más. Ambos, pronto, fuimos abordados por el dulce y poderoso placer del orgasmo…

Su grito de triunfo fue lo más excitante que alguna vez oí. Adoraba oírlo gemir… pero ahora se había acabado, pues los dos habíamos terminado.

Me quedé con él, no obstante. Dejé que sus manos me acariciaran con suavidad y que su boca me besara con ternura. Con la fina punta de su lengua coloreó mis labios, y después de un momento rozaba mis senos y mordía mis pezones. Me encantó y lo llevé hasta abajo. Ahí su lengua me devoró y nuevamente yo sentí una emoción irresistible que me desconectó el cerebro; mi espalda realizó un arco cuando exploté nuevamente… y sin notarlo me dejé abrazar por Morfeo.

Al día siguiente que desperté, lo recuerdo perfectamente, él ya no estaba. No quedaba nada, sólo su aroma dejado por la noche anterior. Él seguía en mi mente y en mi corazón… hasta podía jurar que seguía en mi cuerpo. Pero en la cama no había una sola alma más que la mía.

Hoy, cinco años después, continúo, como todas las noches, despertándome a cada rato, esperando que él regrese. Hay veces que creo oír a alguien cerca en mi habitación, pero sólo es mi mente jugándome un truco. Sabe que estoy desesperada y ansío verlo otra vez. Supongo que lo que oigo es el producto del recuerdo o de las fantasías provocadas cuando a veces por las noches me toco intentando evocar lo que él me hizo sentir, aunque con frustración y sin éxito.

He llegado a pensar que todo eso fue una fantasía. Una muy vívida. Se sabe que el espacio onírico es infinito, y podría comprender que incluso llegara a pensar que lo ocurrido aquella noche fue real. Pero no quiero que sea sólo una fantasía. Ese día algo más importante, algo más especial tuvo suceso. Casi puedo tocarlo… pero me basta con sentirlo, con creerlo.

Así que espero. Mis ojos se cierran y me veo cayendo en un sueño… hasta que algo me despierta. Otro de mis recuerdos, seguro.

Pero no importa si es real o fantasía. Qué más da. Momentos como ese es por lo que vale la pena vivir. Por lo que los fuegos del amor y el apasionante calor y bochorno del deseo no tienen condición ni precio.

Poderosa NarrativaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora