Nota: Este relato es una continuación del primer relato que encontrarán en este libro: El Artefacto. Recuerden que parte de una idea sin desarrollar en su totalidad, pero está hecho de manera que tenga principio y final (aunque no sea ni lo uno ni lo otro en realidad).
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De todos los días soleados existentes en el planeta Tierra, ninguno había sido tan perfecto como aquél doce de febrero. El sol brillaba con todo su esplendor, el viento ladeaba las hojas de los árboles, las aves agitaban sus alas en el azul celeste del cielo, disfrutando de una existencia de la que nadie, excepto yo, sabía cuándo terminaría… Y mientras tanto, las personas, esos otros animales, seguían el curso de su vida en este magnífico día. Uno que era y sería digno de recordar.
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Una casa, una ciudad, una familia… una existencia.
Aquella familia gozaba del día que se había preparado para ellos y para todas las personas del planeta. Mientras comían, bebían y reían, un niño de cinco años se dirigió a la ventana luego de discutir con su madre sobre si se acababa la comida o lo dejaba sin televisión. Se la termino a regañadientes, por supuesto, y ahora se debatía entre salir a jugar o molestar a sus hermanos.
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Un departamento, otra cuidad, una pareja… una existencia.
Los dos jóvenes universitarios se levantaban de la cama luego de una noche de lujuria, en su celebración de aniversario. La chica, bonita y alegre, se aproximó al balcón. Sintió los rayos del sol que no eran ni fuertes ni livianos, en su cuerpo desnudo color chocolate. Cuando su novio la rodeo con sus brazos y sintió sus cuerpos rozarse, un escalofrío le derritió la columna. Volteó la cabeza lo justo para darle un beso mientras sus corazones se fundían en uno solo al ritmo de sus latidos. Ella era feliz, la vida los rodeaba y un hombre la amaba. No haía nada mejor que aquello, nada mejor que él.
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Otra familia, en otra ciudad… no hace falta decirlo.
Teniendo un lindo día de picnic, como cualquier otra familia, debajo de un inmenso árbol que brindaba la diversa variedad de frutos, la pareja de ancianos miraba a sus dos nietos hacer de las suyas en la tierra, ensuciándose cual era su costumbre. Sus padres estaban adentro, listos para salir a acompañarlos con comida, bebida y gozo en sus corazones.
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Ninguna de todas estas personas estaba preparada para lo que venía.
De pronto, antinaturalmente, las nubes del nuevo día se arremolinaron cubriendo el sol y ocultándolo en una oscuridad naciente. Se tornaron grises, listas y preparadas para una tormenta sin cuartel. Truenos desde los cielos iluminaron cerros y montañas lejanas; emergieron abruptamente, con crueldad, con gran estrépito.
Los ancianos llamaron a los nietos para que entraran en la modesta casita de campo.
La chica en el balcón gritó cuando un trueno resonó en sus oídos. Asustada, se aferró a su novio.
El niñito de 5 años, desde la ventana, miraba atontado e impresionado lo que pasaba allá arriba...
El amanecer había dejado de existir.
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Yo, en una ciudad desconocida, en el cuarto de ella… mi existencia.
La impresionante luz blanca seguía en las pupilas de mis ojos cuando ella gritó aterrorizada al verme salir de la nada. Mis oídos pitaban insoportablemente, como si acabara de salir de una monumental explosión. Mis ojos dejaron de ver aquella cegadora luz y fueron captando lo que tenía a mi alrededor. No notaba la quemazón que mi pecho sentía. Vislumbré un techo con un foco en el centro, seguido del aroma familiar de un cuarto que ya conocía… y luego la vi a ella.
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Poderosa Narrativa
AcakUna compilación de cuentos, largos y cortos, junto con alguno que otro poema, para todas las edades y de todos los gustos. ¿Prefieres la fantasía o la ciencia ficción? ¿El drama o el romance? ¿Thriller o humor? ¿Reflexión o erotismo? Quizá te gusta...