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En una dimensión diferente, Uraraka Ochako ahora tendrá que adaptarse a este nuevo y raro mundo; donde su prioridad principal, será sobrevivir.
No es un mundo muy diferente al suyo, pero algo era seguro; esas cosas extrañas que se hacían l...
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- Ya estoy aquí, Muzan-sama. - Sin perder el tiempo, ya estaba arrodillado frente a su jefe, quién poseía la apariencia de un niño.
El nombrado se giró hacia él, con su tipica aura oscura.
- ¿Lo encontraste? - Pregunto de forma demandante.
- Fui hacia allí, pero no había rastro alguno del Lirio de la araña azul. Eh recorrído todo el lugar, pero no había absolutamente nada.
Se había hecho un incómodo silenció de pocos segundos.
- ¿Entonces? - Respondió sin importancia
- Voy a esforzaré mucho más, mi señor. Ya me desice de uno de los pilares, tal como lo ordenó.
- Creo que te confundes, Akaza - Lo miro de manera amenazante y enojada, provocando que una fuerte aura emanara de Muzan, sacudiendo todo el cuerpo del contrario - Es normal que un demonio le gané a un humano, ¿Y que con eso? - Continuó, mientras rompía a la mitad el libro en sus manos.
El cuerpo de Akaza estaba al borde del colapso, al ser su jefe el creador y primer demonio en pisar la tierra, tenía el control absoluto de todos los otros demonios.
- Me informas con orgullo que asesinaste a un pilar, ¿Pero que con los otros cazadores? Habían cuatro más que ni siquiera eran pilares, y aún así los dejaste con vida - Su enojó era tal que incluso parecería estar a punto de matarlo.
El contrario solo soportaba aquel tortuoso reclamo, repasando cada palabra dicho por su progenitor.
- Incluso recibiste un golpe por parte de un espadachín herido y te retuvo una niña en peor condiciones, la cual ni siquiera pertenece a aquí, para ser la tercera de verdad me decepcionas. - Se volteó, dándole la espalda. -Has caído muy bajo, Akaza, pero si quieres ser de utilidad, averigua más sobre la chica, quizas ella sea el pilar importante que necesito para mí investigación. Retírate.
Y con una última reverencia, el nombrado se retiró, sintiendo ácido en su garganta al pensar en esos cazadores.
Tomo la espada que el pelirrojo le había lanzado y la azotó contra un árbol, golpeándola hasta hacerla trizas.
- Cuando encuentre a ese mocoso, le exprimire el maldito cerebro. - Por alguna razón, su ira iba solo hacia el masculino, la fémina simplemente le dio igual.
