-¡Mamá! -grité aún medio dormida
Me senté en la cama con la respiración acelerada. Todo mi cuerpo temblaba, mi cara estaba empapada de lágrimas y mechones de cabello se pegaban a esta.
Deslicé mi mano por la mesita que tenía a la derecha de mi cama, en busca del interruptor de mi pequeña lámpara. La prendí y toda mi habitación se iluminó.
Me senté al borde la cama, intentando regular mi respiración. Llevé las manos a mi pecho e inspiré, contuve el aire tres segundos, espiré. Hice lo mismo durante un minuto. Después todo mi interior pareció calmarse, tanto mi respiración como los latidos de mi corazón.
Mi mirada se posó en el gran ventanal que había en mi habitación. Decidí salir al balcón.
El cielo era iluminado por miles de estrellas. Esta vez, la luna no hizo acto de presencia.
Observar el cielo siempre conseguía relajarme...calmar mi ser. Desde hace tiempo tengo la misma pesadilla, o, mejor dicho, recuerdo.
La mayoría de los días, en las noches, cuando me duermo, sueño con el día en el que mi madre desapareció de mi vida. Nunca supe el porqué. A mi padre no le gusta hablar de ello, ni siquiera la menciona, y cuando intento hablar de ella, mi padre simplemente me ignora.Seguí observando el cielo por unos minutos más. Las estrellas brillaban más que de costumbre. Pude distinguir con facilidad las constelaciones de la Osa Mayor, Orión, Osa Menor y Sagitario.
Comenzó a hacer frío. El aire gélido acariciaba mi rostro con tremenda suavidad.
Una risa involuntaria se dibujó en mi rostro al ver a Júpiter y Saturno brillar en el cielo. Siempre han sido de mis planetas favoritos.
Regresé a mi habitación sin muchas ganas, podría quedarme observando el cielo durante horas y no cansarme.
Miré la hora en el reloj que había en mi mesita.<< 7:00am >>
A las 9:00am tenía la primera clase en la universidad y nunca me ha gustado llegar tarde. No he llegado tarde en los últimos 4 años, no voy a empezar ahora, que es el último.
Entré a la ducha corriendo. Tarde como mucho 10 minutos en ducharme. Salí a por la ropa, casi nunca tenía problema en elegirla, pues siempre cogía lo primero que pillaba, no tenía mucho tiempo para elegir. Cogí unos pantalones vaqueros blancos como mi piel, rotos por las rodillas, un jersey negro ajustado y unas botas militares negras. Las até rápidamente, al igual que até mi cabello en una coleta alta y salí disparada de mi habitación.
Siempre voy tan veloz por las mañanas por el simple hecho de que no quiero encontrarme con mi padre. ¿Por qué? Pues digamos que a él no le hace mucha gracia que prefiera estudiar una carrera, que según él no me llevará a ningún sitio, en vez de estudiar sobre la mafia.
Por eso voy corriendo todas las mañanas. Él no suele madrugar tanto, y si lo hace, es porque tiene alguna reunión.
De camino a la cocina, iba de puntillas para hacer el mínimo ruido posible, parecía un ninja. Parecía estar teniendo suerte, por ahora, no había ni rastro de mi padre, ni de sus hombres.
Cada vez que dices que tienes suerte, esta desaparece.
¿Qué? No es verdad.
Quien avisa no en traidor.
Una vez en la cocina, me hice mi desayuno, que consistía en un vaso de leche con dos magdalenas, las cuales me ponen de buen humor por las mañanas.
Estaba lista para salir pitando por la puerta, cuando algo, o más bien alguien me agarró del hombro. Giré mi cabeza poco a poco, deseando que no fuese mi padre, y me encontré con Eric.Un suspiro de alivio escapa de mis labios y una sonrisa aparece en mi cara. Eric es uno de los pocos guardaespaldas de mi padre con los que me llevo bien y en el cual puedo confiar.
Su cabello negro caía sobre su frente. Sus ojos oscuros se achinaron al sonreír. Me di cuenta de que se había dejado algo de barba. Le quedaba divinamente. Siempre se lo decía, pero nunca me hacía caso y terminaba quitándosela.
-Buenos días Eric -mi tono era bajo, pero lo suficiente fuerte como para que lo oiga
-Buenos días sirenita -dijo con una sonrisa dulce
-Ya no tengo 5 años Eric -una pequeña carcajada salió de mis labios al oír mi apodo. Aún recuerdo cuando me lo puso. Estábamos viendo la 'Sirenita', y Eric se dio cuenta de que mi cabello era muy parecido al de ella, solo que más anaranjado, desde ese momento, mi nombre fue sustituido por sirenita. A veces pienso que me llama así porque se le ha olvidado mi nombre. Me estrechó entre sus brazos
-Bueno, siempre serás mi pequeña sirenita -escondí mi cabeza en el hueco de su cuello, devolviéndole el abrazo, y, aún sin verle, pude sentir que seguía sonriendo -¿Tienes un momento? -dijo separándose de mi -Se que no te gusta llegar tarde a la universidad...serán unos minutos -al decir esto último, se pasó la mano por la nuca
-Claro, dime -me apoyé contra la puerta
-Tú padre quiere verte -el mundo se paró a mi alrededor. Fue como si derramasen un cubo de agua helada sobre mí. Instintivamente me crucé de brazos, y fruncí levemente el ceño.
JA.
-Efectivamente, no me gusta llegar tarde -me giré y coloqué mi mano sobre el picaporte de la puerta y la abrí, pero Eric la cerró.
-Rhea, por favor -su modo serio se había activado. Solo me llamaba por mi nombre cuando algo era serio -Solo será un momento. Me aseguraré de que no llegues tarde a la universidad. Te llevaré en mi coche si hace falta -Eric era el único a quien le importaba mi bienestar y no me gustaba ponerle en compromiso con mi padre, por lo que, después de pensarlo unos minutos, accedí sin muchas ganas
-Pero como llegue un solo minuto tarde -lo señalé con el dedo de forma amenazante y él se rio ante mi postura, interrumpiéndome
-No lo harás -me cogió de la mano y se encaminó hacia el despacho de mi padre -Vamos
El camino fue silencioso, algo que nunca ocurría con Eric y eso no me daba buena espina. Al cabo de unos minutos llegamos al despacho de mi padre, mi querido amigo se detuvo a un lado de la puerta e hizo un ademán para que abriese, pero no lo hice, me quedé observándolo. Su mirada me transmitía un sentimiento que no podía describir, era tristeza, pero a la vez no. No había rastro de su típica sonrisa. Se acercó a mí en un solo paso, cogió mis manos y las apretó de forma animosa.
-Tanto tú como yo sabemos lo que tú padre te va a decir -habló después de mucho tiempo. Su tono de voz era bajo, supuse que para que mi padre no nos oyese -Pero tú no le hagas ni caso. Tú escucha a tú corazón -lo señaló y volvió a sonreír -Y persigue tus sueños... sirenita
Con esas simples palabras logró animarme. Él era el único que me apoyaba en la decisión de seguir con mi carrera universitaria. Era el único que estaba a mi lado en esto y no sabe cómo se lo agradezco.Lo abracé una última vez, antes de que abriese la puerta e informase a mi padre de que ya estaba allí. Oí como mi padre le decía que me dejase entrar. Eric se apartó de la puerta, y en cuanto tuve los dos pies dentro del despacho, la cerró.
Me quedé al final del despacho. Mi padre bajó la pantalla de su portátil, se quitó las gafas y su mirada se posó en mí.
-Buenos días hija mía -una sonrisa falsa apareció en su cara
-Padre -conteste a modo de saludo. Podía notarse a leguas que no quería estar allí
-Tan alegre como siempre -su sonrisa se desvaneció y se cruzó de brazos. Ahora venía el asunto real -Dejarás la universidad -así lo pensó, así lo soltó. Mi cuerpo se volvió a paralizar al oír aquello, como si me hubiesen electrocutado con una pistola eléctrica. Sentí como mi ceño se fruncía y mis labios se convertían en una línea recta
-No, eso no ocurrirá -me acerqué y di un golpe en su escritorio que resonó por todo el despacho. Mi padre repiqueteaba los dedos de su mano derecha sobre su húmero izquierdo. Su rostro se tornó neutro, no expresaba ninguna emoción. Se levantó de su asiento.
-No quieres entender por las buenas -se paró justo a mi lado, cogió de uno de los extremos de mi silla y la hizo girar, hasta que nuestras caras quedaron frente a frente -Pues será por las malas -su mano impactó contra mi rostro. Lo hizo con tanta fuerza que mi cabeza se volteó hacia un lado. Llevé mi mano hacia mi mejilla izquierda y un quejido salió de mis labios. Mis ojos se aguaron en pocos segundos -Mírame -dijo mi padre, pero yo seguía en estado de 'shock' -¡Mírame! -esta vez, mi padre cogió mi rostro con una de sus manos, obligándome así a mirarlo -No te seguiré pagando la universidad -retiré de un fuerte manotazo su agarre. Su cara cambió de enojado ha sorprendido en milésimas de segundo. De mi parte, lo único que recibió fue, una mirada llena de odio. Lo aparté de mi lado y me puse de pie
-¡Pues trabajaré para pagármela yo! -le hablé en el mismo tono que lo hizo él. Él solo reía a carcajada limpia
-Sabes perfectamente el poder que tengo sobre la ciudad -me volvió a sentar en la silla y se puso de cuclillas parta estar a mi altura -Sabes que si le digo a la gente que no te dejen trabajar o que no te contraten, lo harán. Tengo todo el poder de esta jodida ciudad -acarició mi mejilla adolorida, e hice una mueca de dolor -No te quedará marca, en unas horas no te dolerá -cogí bruscamente su brazo y lo aparté de mi lado. Me volví a colocar de pie y esta vez fui yo quien habló
-Pues me las arreglaré yo sola -mi voz sonaba enojada, como el rugido de un león. Me encaré con mi padre, me daba igual el poder que tuviese, no tenía ningún derecho a decidir por mi -Mi. Ilusión. Por. Estudiar... -daba un toque con mi dedo índice en su pecho por cada palabra que salía de mi boca - ...Y. Dedicarme. A. Lo. Que. Me. Gusta... -cada vez presionaba mi dedo con más fuerza, deseando de una vez por todas que le entrase en la cabeza. Dejé mi dedo sobre su pecho y lo miré a los ojos- ...es algo que nunca podrás arrebatarme -cogí mi mochila, le dediqué una última mirada y salí del despacho, ignorando sus gritos de que regresara.
En la puerta me esperaba Eric, quien en cuanto me vio, no dudó en preguntarme, sin embargo, no tenía ganas de hablar, no quería pagar con él, el enfado que había causado mi padre en mí. Si hablaba con él, sabía perfectamente, que le contestaría de mala forma, y no se lo merece.
Abrí la puerta de la entrada y salí disparada antes de que Eric pudiese alcanzarme. La cerré de un portazo.Fantástico, ya estaba de mal humor para todo el día.
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La Oveja Blanca
Teen Fiction-No se porque te empeñas en seguir estudiando -dijo mi padre con seriedad -Te acabarás dedicando al negocio familiar -su mirada atravesó la mía como un afilado cuchillo -Es algo inevitable, está en tu sangre -No estés tan seguro -reí al ver la segur...