P R Ó L O G O

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P.O.V. Flora

—Vas a ser una gran líder —oí como le decía mi marido a nuestra pequeña niña
—Rhea no va a entrar en ese mundo de lleno de peligros —me acerqué a ellos —Ya lo hablamos tiempo atrás
—No me importa —dijo serio y su mirada se posó en mi —Ella es la heredera de todo mi imperio
—La vida de mi hija no correrá ningún peligro —cogí a la pequeña en brazos —Me da igual todo tu imperio y todos tus negocios, no voy a poner en riesgo la vida de mi hija
—Te tengo que recordar que en el momento en el que te casaste conmigo aceptaste todos estos términos —se puso de nuevo de pie y tuve que elevar mi cabeza para mirarlo a los ojos
—En ningún papel salía este tipo de información —mi voz era firme
—Pues deberías leer bien —rio —¿Si no estabas de acuerdo porque te casaste conmigo? —acercó su cara a la mía quedando a pocos milímetros. Su tono era de superioridad
—Tú familia me obligó —escupí —No me habrían dejado tener a Rhea de otra forma
—Pues en la boda se te veía feliz —una media sonrisa se dibujo en su cara —Y la luna de miel te gusto bastante —su mano acarició con delicadeza mi rostro y después el de la pequeña
—Eso no viene a cuento, ahora elige —bajé a Rhea al suelo, la tome de la mano y la escondí tras mi espalda —La niña nunca trabajará contigo en la mafia o desaparecemos de tu vida —comenzó a dar pequeños pasos acercándose a mi mientras reía.
—No digas tonterías —en una décima de segundo su rostro cambió drásticamente. Ahora su rostro tenía un aspecto serio y siniestro. Su mano agarró con fuerza mi cuello —Mi hija no se separará de mi
—Papi suelta a mami —oí que decía mi pequeña. Mis ojos estaban mojados por las lágrimas. Ambos bajamos la mirada hacia Rhea
—La niña se vendrá conmigo. No dejaré que se quede contigo y tu mundo— intenté alejarme de Uriel. Nunca lo había visto en ese estado —Tú no la cuidarás, solo la prepararas para que se convierta en uno de tus empleados— miré de nuevo a Rhea, quien tenía sus ojos llenos de lágrimas. Siempre que teníamos una discusión intentábamos que ella no estuviera presente, pero esta vez era imposible —¡Y no permitiré eso nunca! —las carcajadas de Uriel me pillaron por sorpresa y me desconcertaron
—¿Y cómo mantendrás a la niña? ¿Con qué dinero? —Uriel soltó mi cuello y pude respirar tranquilamente —Si te vas de mi lado te lo quitaré todo y no tendrás nada. ¡Nada! —su ultimo grito hizo que cada uno de mis músculos se estrujasen.

Caí de rodillas al suelo con Rhea a mi lado. Aún tenía mi mano sujeta, no la soltaba por nada del mundo. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas una tras otra, sin cesar. Percibí como Uriel cogía a la niña y hacia que soltase mi mano a pesar de la fuerza que estaba haciendo ella por seguir agarrada a mi. La pequeña mano de mi hija se separó completamente de la mía. Eleve mi cabeza y vi como Uriel se alejaba con ella en brazos. Nuestras miradas se cruzaron y vi cono sus ojitos estaban rojos e hinchados de llorar. Verla así me desgarró completamente el corazón. Ella pataleaba con todos sus fuerzas intentando zafarse del agarre de su padre.
La furia se apoderó de todo mi ser y me volví a poner de pie.

—Devuélveme a mi hija —hice que Uriel se parase pero no se giró a mirarme
—Ha dejado de ser tú hija desde el momento en que has decidido abandonar esta familia —su voz sonaba irritada y molesta. Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar ese comentario
—Yo en ningún momento he dicho eso— me aproximé a ellos y le quité de los brazos a Rhea
—Lo he dicho yo —su ceño se frunció a mas no poder —Quieres arrebatarme a mi hija y su futuro como líder —volvió a arrebatarme a la pequeña de mis brazos —Olvídate de nosotros —se dio la vuelta y siguió su camino. Rhea seguía pataleando y dando golpes a su padre con la esperanza de que la soltase y la dejará venir conmigo, sin embargo eso no iba a pasar
—¡Yo la he llevado 9 meses en mi vientre! —grité harta de esta escena ya —¡Tú no la querías! ¡Decías que ese bebé no era tuyo! —no se inmuto por ninguno de mis comentarios pero yo no me iba a quedar callada, no mas —¡Solo la quieres porque es la única heredera que tienes para tu imperio! ¡Tú no sientes ni una pizca de amor por ella ni por nadie! —conseguí que se girara de nuevo hacia mi. Su mirada estaba llena de ira y enojo
—¡Fuera de aquí! ¡No te quiero ver cerca de mi hija! —vi como colocaba la pequeña cabeza de Rhea en el hueco de su cuello y con una de sus manos tapaba su otro oído, como si de esa forma ella no escuchase nada —¡Olvídala! ¡Ella nunca ha existido para ti! —las lágrimas volvieron a amenazar con salir, pero las contuve. Se volvió a aproximar a mi y dijo sobre mi oído —Y como te vea cerca de ella o que hablas con ella en algún momento, te mataré —hubo silencio después. Un silencio que se me hizo eterno. Observe a mi hija, seguía teniendo los ojos rojos e hinchados, en ningún momento había parado de llorar. Estaba estirando sus diminutos bracitos, intentando alcanzarme pero no lo conseguía —Y a ella también

Uriel volvió a colocarse de pie. Mi cuerpo se desplomó sobre el suelo, todas mis fuerzas desaparecieron. Comenzó a alejarse de mi lado. Todo mi cuerpo temblaba. Aún podía escuchar el llanto de Rhea hasta que este se calló al atravesar las puertas de la casa. No podía hacer nada para remediarlo, sabía de lo que era capaz Uriel y que las cosas que decía las cumplía. No iba a hacer que la vida de mi hija corriese ese riesgo. Había perdido a mi hija y eso significaba que lo había perdido todo.

La Oveja BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora