Al campamento New Dayligth llegaban doscientos cincuenta campistas cada año en vacaciones de verano. Era bien conocido por llevarse a cabo en el bosque Buckhorn Campground en Los Ángeles, California, además de admitir exclusivamente a niños de entre cinco y quince años de cada etnia.
Y justamente ese día, el primer día del campamento, llegaban cientos de camiones escolares con el solo propósito de dejar a todos los niños en la entrada.
Todo iba de maravilla, los pajarillos cantaban, el sol permanecía en su máximo esplendor y el clima estaba fenomenal.
El día era perfecto para iniciar las vacaciones.
Pronto toda el área de recibimiento se vio llena, los niños bajaban de los autobuses cargando mochilas y agrupándose en filas donde se encontraban las guías para que les indicaran el número de cabaña al que pertenecían.
- ¡Aquí estás! -exclamó uno de los tantos chicos amontonados en una gran pila de maletas para así sacar la suya- ¡Ey, no empujen!
Este pequeño en cuestión había viajado desde China, Beijín, hasta Los Ángeles, donde el campamento estaba siendo.
Su padre, en cuento escuchó de los labios de su hijo que quería ir a un campamento antes de cursar el quinto grado, se encargó de todo el papeleo correspondiente para hacerlo feliz.
En ese momento, en cambio, veía un poco contradictorio el rechazar la ayuda de un guía para sacar su maleta dentro de las cincuenta o sesenta que tenía enfrente. Al cabo de unos pocos minutos se rindió al fracasar en cada intento, solo se limitó a esperar a que todos se quitasen para tomar la propia ya que, al parecer, todos los chicos con los que competía eran alfas.
Profundizando un poco; él aún no presentaba signos de desarrollarse como alfa u omega, o en dado caso un beta, al menos así lo sentía él porque su papá le había mencionada en pocas ocasiones que desde pequeño tuvo comportamientos que solo un omega tendría.
Una tarde después de la escuela y de que esta misma le impartiera unas pláticas sobre castas, le preguntó si era malo ser un omega dado que algunas maestras dieron comentarios despectivos sobre esa casta en cuestión.
Su padre, el mejor alfa del mundo, le respondió que no había ni una sola pizca de malo en ser un omega y que si en dado caso se desarrollaba como uno sería el más bello de todos.
Al día siguiente de esa charla su padre lo transfirió a una escuela privada.
Por otro lado, su tío JiYang le decía lo mismo. Omega, sería uno. Sus argumentos eran que tanto su apariencia como el aura que emana era totalmente distinta a la de un alfa o beta.
Tenía dos hermosos ojos café claro, el cabello castaño, la nariz respingada, mejillas rosadas, labios regordetes y bajo estos albergaba un pequeño lunar.
Sabía que tenía mucho parecido con su padre, lo cual le encantaba, pero era indudable que también a su otro papá omega. No lo conocía, pero había decidido otorgarle el honorifico de mamá porque desde pequeño deseó llamarlo al menos una vez así, sabía su apariencia por aquel trozo de fotografía que había encontrado en uno de los cajones de su padre mientras buscaba un gorro.
Solo así supo que tenía su lunar y su sonrisa. Y sus hoyuelos.
Su padre, por su parte, era muy reservado respecto a su pasado, no hablando o mencionando a la persona que lo dio a luz. Le molestaba. Siempre tuvo ese sueño de saber, al menos, la razón por la que no se quedaron juntos o si se amaron, pero sobre todo deseaba saber si se fue por su causa.
- Nunca dejé, o dejaré, de amarlo, A-Yu, es el amor de mi vida.
Lo supo, y le dijo, al encontrar la fotografía y preguntarle sobre ello, sus padres se amaron tanto que en medio de ese amor nació él.
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Juego de gemelos
FanfictionLos gemelos eran, por designio, un misterio para todos, es decir, ¿No daba miedo ver a alguien más con tu mismo rostro? Eso mismo sintieron Wang Yi y Wang Yu, dos niños de diez años que no se conocían en lo más mínimo. ¿Acaso la Diosa de la Luna que...